Aquí Falta una Pieza Clave…

Por Cristián Labbé Galilea

Imposible no dedicar estas líneas a las tertulias que mantuve estas fiestas con agricultores y emprendedores de la Araucanía, sin transmitir a mis leales lectores cómo ellos suspiraban por lo mal que estaba la zona y por lo esperanzados que están con los anuncios presidenciales para la Región…

Lo que más me impactó fue que uno de mis interlocutores dijera… “Cómo no va ser irritable comprobar a diario que… Dios está en todas partes, pero sólo atienda en Santiago…”.

Compartiendo el sentimiento de centralismo que experimentaba nuestro país, y de que, en materias políticas y económicas (por decir lo menos), las prioridades parecían estar concentradas en la capital, confieso que siempre quise “sumar aguas” con quienes esperaban confiados el nuevo plan para la Araucanía, señalando que el proyecto contenía muchos elementos positivos y abría grandes posibilidades para la zona. A modo de arenga, expresaba: “dejemos de lado los pesimismos y adhiramos con fuerza y convicción a esta nueva oportunidad”.

Revisamos muchas veces los contenidos del plan:  491 proyectos involucran a 10 ministerios, significan una inversión de más de ocho mil millones de dólares en ocho años, y además debieran generar el doble en inversiones privadas durante el mismo periodo… Poco a poco mis interlocutores se fueron convenciendo de que: “la tarea se ha hecho bien y lo que corresponde ahora es sumarse…”.

Convencido de las bondades del plan, pero conocedor de las características de nuestros predispuestos emprendedores, en todas las oportunidades que pude traté, discretamente, de advertir que estas iniciativas tomaban tiempo, por lo que no sólo había que tener paciencia sino que, además, era preciso apoyar y también presionar (tal como se lee… “presionar”) a las autoridades para que adopten las medidas capaces de generar orden en el sector público y confianza en el privado.

Invariablemente, la conversación siempre derivó al movedizo terreno de la política… “aquí lo que ha faltado es autoridad y decisión; nuestra región, que antiguamente fue el granero del país, hoy es la más pobre de todas; la inversión ha sido igual a cero. Todo  ello por no tener las cosas claras… se ha permitido que la política divida lo que el tiempo y la historia ha unido”.

Reiteradamente mis interlocutores rcordaron que… “la Junta General de Loncos y Caciques de Nueva Imperial y de las 30 comunas de la Araucanía el ‘89 nombró a Pinochet ‘Ulmén Futa Lonco’ (Lonco de Loncos)…” y se preguntaban… ¿Qué pasó ahora, por qué llegamos a esta intolerancia…?

Por último, y después de largas tertulias, me quedo con lo que dijo un prestigiado agricultor de la zona… “este proyecto, que si bien tiene un alto componente de beneficios productivos económicos y sociales (que van a demorar en concretarse), ha sido recibido como una respuesta a las presiones violentistas de unos pocos, cuya réplica ha sido quemar camiones y tomarse con una marcha el centro de Temuco… Aquí lo que falta es una pieza clave…que el pueblo mapuche y sus Loncos adhieran a la verdadera pacificación de la Araucanía y aíslen a los violentistas que quieren quedarse con… el oro y el moro”.

¿A quién le importa la soberanía?

Publicado en el boletín informativo del Movimiento Nacional Sindicalista – MNS Nº 124 de 29 de septiembre 2018.

Estamos a pocos días de conocer el dictamen de la Corte Internacional de Justicia de La Haya respecto a la demanda boliviana que pide que se obligue a Chile a negociar un acceso soberano al Océano Pacífico. Más allá de circunloquios acerca de lo que es soberanía y de especulaciones respecto a que el tribunal respete o no posiciones jurídicas y aseveraciones previas respecto a que la sentencia respetará los tratados y no podrá imponer negociaciones con un resultado predeterminado, el caso ha permitido conocer algunas posiciones respecto a la soberanía nacional.

Las declaraciones del presidente Piñera han sido correctas, ajustadas a lo mínimo esperable.

La izquierda en su papel, solidariza –salvo honrosas excepciones, como el ex diputado Tarud y el ex ministro de RREE Heraldo Muñoz en mayor o menor grado con Evo Morales, por razones ideológicas. Para qué hablar del senador Navarro y de algunos sectores del FA. El “progresismo” sólo postulaba la soberanía nacional cuando se trataba de combatir al imperialismo norteamericano y sus intervenciones, pero ha sido el principal impulsor de suscribir múltiples tratados y acuerdos que dejan en manos de organismos internacionales aspectos propios del país, que deben resolverse internamente. Demás está decir que estos organismos suelen estar controlados por el marxismo o sus aliados.

Cuando los territorios españoles se emanciparon de la madre patria fue –así nos enseñaron en la escuela- para que las leyes que nos afectaban fueran decididas por los criollos en cada país y no en Madrid. Hoy las decisiones las están tomando en La Haya y en Nueva York políticos que ni conocen Chile y que ciertamente están más preocupados por sus propios intereses que por los de los chilenos. Ya hay varias experiencias negativas en que se han revertido sentencias ejecutoriadas de los tribunales chilenos.

Este lunes, el representante de Chile ante la ONU, Milenko Skoknic, comunicó a su par de Costa Rica la determinación chilena de abstenerse por ahora de firmar el acuerdo de Escazú sobre protección del ambiente, pese al rol protagónico jugado durante todo el proceso previo. La decisión tiene una explicación: el inminente fallo que el lunes la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitirá sobre la demanda marítima presentada por Bolivia encendió la alarma, porque el acuerdo entrega autoridad a esa misma Corte.

Inmediatamente, ocho senadores de todos los partidos de oposición -Ximena Órdenes (ind/PPD), Isabel Allende (PS), Yasna Provoste (DC), Alfonso De Urresti (PS), Álvaro Elizalde (PS), Guido Girardi (PPD), Rabindranath Quinteros (PS) y Juan Ignacio Latorre (RD)- firmaron un documento en el cual señalan que «Chile está llamado a firmar y liderar el Acuerdo de Escazú”. Llama la atención que la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt, prácticamente se disculpara ante la izquierda, declarando que “No se ha decidido no firmar el tratado de Escazú, sino postergar su firma a solicitud especial de Cancillería”, dejando así en claro que la soberanía no es tema para ella. ¿Y para otros? Durante décadas, distintos gobiernos no sólo han participado entusiastamente en negociaciones e incluso han otorgado unilateralmente concesiones comerciales a un país que se niega a tener relaciones diplomáticas con Chile. ¿Somos o nos hacemos?

En el limbo de La Haya

Por Hernán Felipe Errázuriz Correa

«Tribunal alguno, ni siquiera la máxima autoridad de un país, puede disponer de la soberanía sobre territorio nacional». Enviar   Opineimprimir  agrandar letra  achicar letra Hay motivos para esperar con escepticismo el fallo de los jueces de La Haya sobre la fraudulenta reclamación de Bolivia.

La desconfianza surge de fallos anteriores en contra de Chile. Dos sentencias desconocieron su incompetencia, tratados y el Derecho Internacional.

La suspicacia se agrava por la forma de designación de estos magistrados, masters of the world , amos del mundo: hasta pretenden tener autoridad, que no tienen, para resolver y condicionar, en única instancia, diferencias y obligaciones jurídicas artificiales entre los Estados.

En las nominaciones de estos jueces prevalecen consideraciones de representación geográfica y, principalmente, negociaciones políticas de los 193 países miembros de Naciones Unidas. Su origen politizado no garantiza ecuanimidad y tampoco conocimiento y aplicación del Derecho.

En el fallo sobre delimitación marítima con Perú, los jueces de La Haya invocaron un supuesto acuerdo tácito sobre el paralelo demarcatorio de 80 millas, en vez de las doscientas que ambas partes, más Ecuador, acordaron en tratados coincidentes. Ni Chile ni Perú habían sostenido semejante extensión: pura creatividad, sin sustento jurídico alguno.

Luego, se transgredió el Derecho Internacional, el Tratado de Paz de 1904 con Bolivia y el artículo VI del Pacto de Bogotá de 1948. Mediante otro artilugio creativo, la Corte se arrogó una jurisdicción que no tiene: argumentó que el objeto de la demanda boliviana es la obligación chilena de negociar una salida al Pacífico. No consideró que el verdadero propósito de Bolivia sea otro que reclamar soberanía, ya resuelta por acuerdos suscritos por ambos Estados.

La correcta interposición y sólida defensa chilena de la excepción preliminar de incompetencia limitó los daños, salvaguardando la integridad y soberanía territorial de Chile. La Corte se vio forzada a reconocer que, aun en el evento de que finalmente estableciera la existencia de una obligación de negociar, no le corresponde predeterminar el resultado de ninguna negociación.

Y no podía ser de otra manera. Tribunal alguno, ni siquiera la máxima autoridad de un país, puede disponer de la soberanía sobre territorio nacional.

Tampoco la Corte puede establecer restricciones, obligaciones o condicionar las negociaciones. Esa sería otra transgresión de la soberanía nacional.

La Corte debió haber puesto término al juicio con Bolivia acogiendo la defensa chilena de su falta de competencia. En cambio, ha prolongado innecesariamente un pleito que dañará por años las relaciones entre Chile y Bolivia. Más aún, ha permitido que Evo Morales siga las aguas autocráticas de Maduro, para permanecer indefinidamente en el poder. Su demanda es un instrumento político y no jurídico, en función de este cometido.

La Corte aún puede reivindicar su legitimidad rechazando las peticiones de Bolivia. Si no lo hace, aumentará la desconfianza en sus fallos e impulsará el retiro del Pacto de Bogotá, del cual abusa junto a Morales.

Tratado de 1904 entre Chile y Bolivia…una compraventa de territorios

Por Miguel Schweitzer Walters

Desde hace un tiempo a la fecha, he querido saber el motivo por el cual se está discutiendo el tema del “Tratado de 1904 entre Chile y Bolivia”, tema que se está llevando de una forma callada por nuestras autoridades, sin dar a saber la realidad de lo que se trató en aquella época (1904). Dentro de las indagaciones y de buscar antecedentes, me encontré con este documento escrito por un Capitán de Navío en retiro de la Armada de Chile, en el cual relata lo que Uds., yo, y millones de chilenos desconocemos… Ya es hora y tiempo de saber la verdad, sobre este tan bullado tratado de “Paz y Amistad de 1904”, que en la práctica fue un acuerdo comercial mediante el cual Bolivia renunció al acceso al Pacifico y transfirió a Chile los territorios del litoral desde el paralelo 23º Sur a la desembocadura del río Loa, todo esto, a cambio de compensaciones en dinero, infraestructura y facilidades aduaneras y comerciales que nos comprometen a perpetuidad y que se están cumpliendo al día de hoy en la zona norte de nuestro país.

Todos hemos escuchado por parte de las autoridades bolivianas que el Tratado de 1904 “Fue impuesto por la fuerza, para que Bolivia cediera su (pretendido) litoral a Chile «.

En primer lugar, al leer este tratado cualquiera persona, con un poco de perspicacia, lógica y sentido común, puede ver que más que un tratado es un CONTRATO de COMPRAVENTA que se efectuó 20 años después de terminada la Guerra del Pacifico, en la cual Bolivia dejó de participar, después de la Batalla de Tacna o Campo de la Alianza, el 26 de mayo de 1880.

NO HUBO CESIÓN DE TERRITORIOS, SINO UNA VENTA.

Bolivia vende voluntariamente un territorio y Chile se lo compra a un precio altamente conveniente para las autoridades altiplánicas que hacen un pingüe negocio, ya que sus finanzas no resistían el pago a sus acreedores. O sea, esta transacción es similar a la compra de Alaska a Rusia por parte de los EEUU de Norteamérica, el año 1867.

Para mantener la zona de Antofagasta en su poder, Chile bañó con la sangre de sus marinos las cubiertas de los buques de guerra, al igual que con sus soldados en las arenas del desierto. Ese fue un precio no tangible en el tratado.

Chile compró ese territorio de acuerdo a los siguientes pagos directos; los enumeraré de a uno para su mejor comprensión y análisis, a objeto puedan así difundir entre sus amistades, familiares y contactos.

1º.- Chile debió construir a su cargo, en toda su extensión, el ferrocarril de Arica a La Paz, debiendo ceder gratuitamente el tramo a ese país. Esta obra le costó a Chile 2.750.000 Libras Esterlinas de la época. Si consideramos el cambio establecido, una vez que se compatibilizaron los patrones de oro y plata a comienzos del siglo XX, de US$ 4,86 por esterlinas (este dato es entregado por el Banco de Inglaterra), valor que existía desde mediados del siglo XIX, con pequeñas variaciones, Chile invirtió US$ 13.365.000 de la época.

2º.- Chile sirvió de Aval hasta el 5 por ciento por garantías de los capitales dados en préstamo a Bolivia, para la construcción de los ferrocarriles de Uyuni a Potosí, de Oruro a la Paz, de Oruro a Cochabamba por Santa Cruz, de La Paz a la región de Beni y de Potosí a

Santa Cruz por Sucre y Lagunillas, lo que significó un desembolso del erario nacional de 595.000 libras esterlinas, equivalente a US$ 2.891.700.

3º.- Chile entregó a Bolivia 300.000 libras esterlinas para su uso discrecional, vale decir, US$ 1.458.000, a cambio indicado anteriormente.

4º.- Chile pagó los créditos reconocidos por Bolivia, por indemnizaciones a favor de compañías mineras de Huanchaca, Oruro y Corocoro y por el saldo de un préstamo obtenido en Chile en 1867, en la cantidad de 4.500.000 pesos oro de 18 peniques, vale decir, 337.500 libras esterlinas o US$ 1.640.250.

5º.- Chile pagó 2.000.000 pesos oro de 18 peniques a la cancelación de las siguientes obligaciones de Bolivia:

  1. a) Préstamo para construcción del ferrocarril de Mejillones a Caracoles, el 10 de Junio de 1872.
  2. b) Deuda a favor de don Pedro López Gama.
  3. c) Los créditos a favor de don Juan G. Meiggs.
  4. d) La deuda a favor de don Juan Garday.

Todo este pago, representó 150.000 libras esterlinas o US$ 729.000 para el erario nacional; a todo esto, se le agrega al más libre tránsito de mercaderías, ya conocido por la opinión pública, que le ha permitido a Bolivia estar EXENTA de tasas, impuestos y otros gravámenes.

Se podría valorizar lo que Chile ha perdido de percibir con la aplicación de esta cláusula de este Tratado, si se considera Bolivia, desde 1904, como un país afecto a los gravámenes nombrados anteriormente. Esto incluiría impuestos, tasas, derechos de embarque, etc., etc., etc., Y eso sería un valor sideral, que Chile continúa año tras año perdiendo de percibir hasta el día de hoy, a favor de Bolivia, sin considerar la inversión en obras públicas para favorecer el libre tránsito de ese país, que son financiadas con los impuestos pagados por todos los chilenos… Sí, así como lo lee, impuesto pagados por todos nosotros los chilenos.

Este cálculo debería hacerlo el Ministro de Relaciones Exteriores, con la colaboración de los Ministerios de Hacienda, Economía y Obras Públicas, para demostrar todo lo que Chile ha perdido desde 1904 a la fecha, por conceder libre tránsito a quienes no valorizan el esfuerzo chileno. No se puede concebir que las autoridades de los diferentes gobiernos no lo hayan hecho a la fecha, han pasado 109 años y nadie lo ha planteado, nadie ha hecho nada para poder difundir entre los chilenos para su conocimiento general, este Tratado que se debiera enseñar especialmente en los colegios y universidades para el conocimiento de nuestra juventud, quienes serán los que tendrán el deber de defender nuestros intereses en el día de mañana.

Además, se debe hacer presente que, de acuerdo a lo establecido desde tiempos remotos hasta el día de hoy, después de una guerra los vencidos DEBÍAN pagar compensaciones de guerra a los vencedores (por ejemplo, hoy, EE.UU. recibe compensaciones de guerra con el petróleo de Irak).

Por otra parte, Chile le exigió a Perú, como parte del pago de las compensaciones de guerra, la cesión de la provincia de Tarapacá una vez finalizada la Guerra del Pacifico. En este caso Bolivia debería haber pagado compensaciones de guerra a Chile con la cesión de su litoral, lo que Chile no cobró, liberando al gobierno boliviano de esta enorme deuda. Lamentablemente este beneficio no fue taxativamente incluido en el Tratado de 1904. (Los políticos siempre dando garantías de territorio, una vez más).

Inexplicablemente, Chile prefirió la compra del mal llamado “Litoral boliviano” y nuestro país debió asumir los costos y gastos de ese conflicto bélico, que correspondían a ese país. Este cálculo de las compensaciones de guerra que correspondían a Bolivia debería hacerlo

el gobierno chileno, para demostrar lo caro que nos costó recuperar nuestros antiguos territorios, que habría que agregarlo a los cargos directos indicados anteriormente.

Al revés, Chile debió pagar enormes suma de la época ascendentes, de acuerdo a lo establecido anteriormente en pagos directos, al menos de US$ 20.084.950, cantidad exorbitante para la época, para recuperar, mediante la compra, sus territorios despojados por una decisión autoritaria de Bolivia, a través del General Sucre, quién asignó por su cuenta a Bolivia por territorio chileno, un litoral que ese país no poseía. Tener presente que la delimitación entre el Virreinato del Perú y la Capitanía General de Chile era el Despoblado de Atacama, según límites establecidos por la Corona Española a sus colonias, y en ninguna parte figura con litoral el Alto Perú o actual Bolivia.

La idea de vender a Chile este territorio, se debe a los antecedentes que existían de que Rusia vendió Alaska a los Estados Unidos en 1867, en la suma de US $ 7.200.000, una extensión de 1.700.036 Km. cuadrados, que equivale a todo nuestro territorio nacional, incluido nuestro Territorio Antártico. Ello llevó a Bolivia a vender a los brasileños en 1903, después de su rendición en la guerra del Acre, un territorio de 190.000 Km. cuadrados en 2.500.000 libras esterlinas o su equivalente de US$ 12.150.000 de la época. Si los norteamericanos habían comprado el Km. cuadrado en US$ 4,24, este negocio para los bolivianos con los brasileños fue excelente, pues recibieron US$ 63,94 por Km. cuadrado, en moneda del mismo valor, ya que el cambio del dólar con la libra esterlina, moneda de referencia, se había mantenido desde mediados del siglo XIX.

Entonces para los bolivianos de la época, vender a Chile 66.170 Km., cuadrados y no los 120.000 Km. Cuadrados que reclaman los bolivianos (Ref. Chile y Bolivia. De Jaime Eyzaguirre, Santiago de Chile 1963, pagina45) en US$ 20.083.950 de pagos directos y otros intangibles y perpetuos, ya no era un excelente negocio, sino más bien un fantástico negocio, porque el Km. Cuadrado de desierto lo vendían en un mínimo de US$ 303,52, junto con los beneficio perennes e intangibles de libre tránsito, sin costo alguno. (Hay autores como Conrado Ríos Gallardo y Carlos Bustos que indican que el costo total de ese tratado para Chile fue de 7.000.000 de libras esterlinas, equivalente a US$ 34.020.000, porque algunos costos aumentaron durante las obras. Ello daría un valor total de US$ 514,13 por Km. Cuadrado de desierto).

De aquí se desprende que, Bolivia no cedió territorio como dicen sus autoridades, sino que lo vendió haciendo un fantástico negocio para la época, que permitió solucionar graves problemas de financiamiento de los gobiernos bolivianos de ese periodo. Por lo tanto, NO se puede inventar pretendidos derechos de una salida soberana al mar chileno.

¡¡ Quien vende un bien, pierde todo derecho sobre él !!… ¡¡ El que compra recibe el bien en el estado que se encuentra y el vendedor renuncia a sus derechos sobre el bien vendido!!… «Esto figura en todas las legislaciones del mundo.»

Todos los chilenos, de una manera u otra, estamos actualmente financiando y financiaremos por siempre, con el pago de nuestros impuestos, los costos del libre tránsito boliviano y las exenciones de gravámenes que los benefician. Así de simple.

¡¡ El reclamo boliviano, es simplemente una pretensión sin ninguna base !!…No hubo cesión de territorios, sino una venta. – Sí señores, tal como suena, ¡¡una legal venta de territorio!!

¡¡Los Chilenos no debemos aceptar ceder nuestro territorio a quienes No tienen derecho sobre él…!!

No me cabe la menor duda de que estos son temas por la gran mayoría de nosotros más o menos conocidos, más estimo que… por tratarse de materias que en los Colegios y Universidades se pasan muy superficialmente y en muchos de ellos ni siquiera lo mencionan.

Además y de seguro no se preguntan en la PSU, por lo tanto, nosotros tenemos el DEBER de enseñarla y repetirlas cuantas veces sea necesario a nuestros hijos, nietos, familiares y amistades con la misma fuerza e insistencia con que personeros bolivianos dan versiones antojadizas, y que nuestros medios de comunicaciones, escritas y televisivas, normalmente ignorantes en estos temas de significación nacional, o de poco interés en investigarlos, hacen de caja de resonancia muchas veces con más fuerzas que la respuesta de nuestras autoridades de turno, y lo que es peor aún, escuchamos frecuentemente a compatriotas que opinan estar de acuerdo con una salida soberana de Bolivia al Mar Chileno…¡¡ Por Favor!!…, de que chilenos estamos hablando. Téngase presente que hemos perdido territorios y vidas de compatriotas por defenderlo, para que autoridades políticas con una firma lo regalen.

Espero que estos escritos sean difundidos entre nuestros amigos, familiares y contactos de redes sociales, saquemos un buen provecho de estas herramientas que nos brinda la tecnología actual, para una mayor información de la ciudadanía que desgraciadamente desconoce cómo son los verdaderos hechos históricos y que, muchos de ellos se quedan con las tergiversaciones del Presidente boliviano Evo Morales y de nuestros parlamentarios y autoridades.- Estoy seguro que muchos de ellos aún desconoce este Tratado de 1904.

Nunca he escuchado que mencionen el tratado expuesto dentro del contexto que realmente fue:

¡¡UNA COMPRAVENTA DE TERRITORIOS…!!

Ascanio Cavallo: “Si la izquierda empieza a convertir a los pistoleros en héroes está jodida”

Entrevista de extractado de The Clinic, Joaquín Castillo Vial, subdirector del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES)

El plebiscito del 5 de octubre de 1988, ¿es la contracara del 11 de septiembre?

Algo de eso tiene, en el sentido de que fue un acto exageradamente pacífico y cívico, totalmente contrario al acto incívico que fue el golpe. Lo que hubo ese día y los que siguieron fue la sensación de que el país estaba saliendo de un proceso de confrontación muy largo.

¿Dónde la política chilena se pudo replantear en términos no tan dicotómicos?

Bueno, en ese sentido, uno puede decir que el régimen militar tuvo éxito, porque paró la tendencia autodestructiva, la que llegó a su límite casi máximo en el 73.

¿Ese mérito lo atribuyes al régimen o a la Concertación?

Son las dos cosas. Es muy difícil pensarlo, pero uno tiene que aceptar que el paréntesis que iba a significar el régimen militar no podía ser muy corto. Es probable que en un período más corto hubiera retornado más rápido la polarización. A lo mejor uno podría sentir que vamos de nuevo en camino, pero al menos han pasado 20 años con un clima bastante pacífico, el más pacífico de América Latina.

Esa estabilidad logró cuajar con profundidad durante los 90, porque la política de la transición era no confrontacional

Demasiado, creen algunos. ¿Y tú?

Pienso que estuvo bien, que no podía hacerse política de nuevo sin un camino gradual. Con una introducción frontal, de choque, sacando de nuevo a los militares, el escenario no habría tenido éxito. Bueno, era materialmente inviable.

En ese entonces todo era muy frágil, ¿o no?

La gente que está en el Frente Amplio tiende a pensar que era más fácil y que lo que hubo fue entreguismo, como rendición.

¿Y qué hechos reflejan esa fragilidad?

El más importante de todos es que el 40% de los chilenos había votado por Pinochet. Tenía fuerza electoral y luego estaba la fuerza militar presente en las calles. Era muy relevante y funcionaba como un fantasma, como funcionan los políticos de fuerza, que no están poniendo la bota encima a cada rato, sino que te avisan que están. Los episodios de “cuartelazos” eran amenazas reales. Uno puede decir que era inviable un nuevo golpe y que no había razón para temer, pero es fácil decirlo hoy. Hubo gente que temió que volvía el trauma.

Dicen que en algunos sectores se temió la misma noche del plebiscito…

Para entender ese período hay que aceptar que el clima era de tensión. No era en ningún caso de victoria. La victoria del “No” fue una epopeya, desde el punto de vista de vencer a una fuerza muy grande, pero muy consciente de que se necesitaría un trabajo posterior. Había 400 presos políticos, algunos por delitos de sangre. Sacarlos tenía que ser objetivo de una restauración democrática, eso es obvio, pero significaba pasar por encima de procesos militares, civiles, sentencias ejecutorias; había que entrar en el derecho. No podías solo abrir las puertas, porque afectaba el Estado de derecho.

La derecha también estaba consciente de que transitaba por un camino estrecho…

Híperconsciente, archiconsciente, creo que pocas veces ha habido políticos más autoreflexivos que los que hubo en esos días. La cuestión de los presos es importante, porque al final del gobierno de Aylwin no quedaba ninguno, pero se trabajó como negro en cada caso. Los últimos que salieron fueron los del atentado, que ya estaban condenados. Les fue conmutada la pena de extrañamiento. No podías anularla, porque en ese caso hubo homicidios. Esos gallos se fueron a Europa el 11 de marzo del 94. Ese día Aylwin firmó el decreto.

¿La derecha se articuló detrás de la transición corta o pensó que una defensa de los logros económicos bastaba?

Venía dividida. Hubo un esfuerzo por crear un partido que acompañara la restauración democrática, pero al mismo tiempo existía, sobre todo en la UDI, la idea de que lo más importante era preservar el legado. La UDI tenía más resistencia a los cambios. La solución política para que ciertos casos de presos políticos pudieran resolverse por indulto presidencial fue resistida por Guzmán hasta el día antes que lo mataran. Su último discurso fue contra eso y se cree que es la causa inmediata. Yo creo que no, que lo iban a matar igual.

¿Le da la razón a esa oposición?

Estamos en dos esferas distintas, porque el indulto era para gallos que estaban presos, anda a saber por qué delitos. No eran todos frentistas. Había hartos del MIR. Los gallos del Frente Patriótico andaban buscando víctimas, un magnicidio que los hiciera estar presentes en el escenario nacional de una manera que infundiera temor.

¿Y por qué buscaban eso en los años 90?

Porque ellos no querían el retorno a la democracia.

Hoy están mitificados como objeto de resistencia…

Hay un editor que dice que el Negro Palma es un mártir, un héroe. ¡Pero es un pistolero! Si la izquierda empieza a convertir a los pistoleros en héroes está jodida.

¿No hay una contradicción en cómo se ha enfrentado el pasado?

Mucha. Hay un fenómeno muy típico de la izquierda, y le está pasando ahora con Venezuela: la dificultad de llamar a las cosas por su nombre y no convertirlas en mitos. Hay mucha adoración. El Frente fue un inmenso error desde todo punto de vista, porque mandó a mucha gente a la muerte, causó daño y realmente no tuvo ni el más mínimo efecto en hacer retroceder a la dictadura, como ellos lo presentan. Es más, si les hubiera resultado el asesinato a Pinochet habría sido una catástrofe, una matanza.

Hay una distinción en cómo el MIR y el Frente Patriótico enfrentaron la transición breve…

Del MIR quedaba muy poco. Un fragmento de militantes de poblaciones. El Frente tenía más gente, más profesionales.

También tenían un objetivo político manifiesto…

Más manifiesto y un plan más articulado. Una de las cuatro líneas de trabajo del Frente Patriótico era la infiltración de las fuerzas armadas, o sea, tenía un proyecto. Al MIR se les pegó muy duro. El 76 no quedó nada. Además, decir MIR era ponerte inmediatamente en el camino de una bala.

Una de las críticas que se le ha hecho a la transición es que se dejó de argumentar desde derecha e izquierda, ¿qué visión tienes tú?

Estoy en desacuerdo. La derecha se quedó sin argumentos. No venía preparada. Trató de prepararse, hizo el esfuerzo durante los años 80, pero todo lo que hacía estaba determinado y encerrado en el marco del régimen militar. No podía escapar de esa determinación, como los comunistas no pueden escapar de Cuba. Llegó a la transición muy débil. Sus argumentos eran muy malos, su defensa de instituciones antidemocráticas, como los senadores designados, era pobre. Al revés, la centroizquierda llegó con una inmensa potencia. Era un verdadero tanque de pensamiento.

Y en centroizquierda, ¿había una brecha entre los “autoflagelantes” y los “autocomplacientes”?

Eso vino después, con Frei (Ruiz-Tagle). Empezó con el ultracapitalismo. Durante su gobierno, hubo un año que crecimos al 12%, ¡de locos! Hasta el día de hoy uno de los líderes de los “autoflagelantes” es (Carlos) Ominani, pero fue ministro de Aylwin. No es un gallo que haya estado ausente de lo más “vendido” de la transición. Es inteligente y preparado, al que lo traicionan sus pasiones. Pero es de lo mejor que tiene la izquierda procedente del MIR.

Quizás se lee a la Concentración como un paquete, sin darse cuenta de que el modo de implementar el modelo económico a fines de los 90 es muy distinto según el contexto político…

El primer año de gobierno Aylwin hizo una reforma tributaria, una laboral y un acuerdo con los trabajadores de empresa. Alguien que estudió las regulaciones del año 90, versus las que hay hoy, me dijo que pasamos de 600 a 300 mil, un número descomunal. Eso te indica que la cosa no estuvo inmóvil. Todos los años, los funcionarios de la Concertación pensaban que estaban moviendo, como le gusta decir a Bachelet, “un poquito el cerco”.

¿Y crees que hubo una brecha entre lo que se decía y lo que se hacía?

A Frei le cayó la crisis asiática, que coincide con los autoflagelantes. Es muy interesante la convergencia. También coincide con la prisión de Pinochet en Londres. Eso te dice varias cosas. Una es que Pinochet podía estar preso y segundo es que el modelo capitalista mundial puede estar en crisis y golpearnos ferozmente. Había un conjunto de cosas para que la izquierda pudiera decir que la cuestión podía ser de otra manera. Todo el pensamiento autoflagelante es el que se ha trasladado al Frente Amplio y a la izquierda. Todo.

Hasta último minuto no era evidente que Pinochet dejaría el poder. ¿Hubo una excepcionalidad al hacerlo?

Absolutamente. No hay ninguna figura en América Latina que haya hecho eso. Pinochet impuso un presidencialismo de facto dentro de las propias fuerzas armadas. Es cierto que tuvo a la Junta al lado, pero esta se dedicaba a legislar, no estaba cogobernando. Entregar el poder era entregar el poder de Pinochet.

Entonces, el símbolo del traspaso de la piocha es real…

Totalmente. Ahora, tengo la opinión, y creo que Pinochet coincidía, que su poder estaba en las fuerzas armadas, en ser Comandante del Ejército y no en gobernar el país. Y por eso cuando cede la presidencia se queda con lo que es esencial.

Has dicho que la transición termina cuando Pinochet deja las fuerzas armadas, cuando deja de ser la cabeza de la institución que tenía la fuerza…

Visto desde la historia es muy rápido el proceso. En su momento uno decía que fue lento, que por qué esperamos tanto, como la visión frenteamplista de por qué todo es tan lento, pero es extremadamente rápido. Pienso en el ejército alemán después de los nazis, en el español después de la transición, todos esos fueron procesos muchísimo más lentos, que tomaron décadas. Hay una leyenda, que no sé si es leyenda o no, de que hay un general que todavía asegura que Pinochet anunció cuáles serían los tres próximos comandantes en jefes, y que fueron. Esa cuestión es controlar más allá de la muerte.

¿Crees que Allende sea la figura más compleja de la historia política reciente?

Es la más difícil de procesar para el mundo de la izquierda, porque fue una figura sumamente ambigua en sus posiciones políticas y sumamente orgullosa, y a la vez complaciente. Frei tenía una muy mala opinión de Allende, siempre creyó que era frívolo y deducía su frivolidad por el escaso interés que Allende mostraba por la economía. Para los comunistas que lo apoyaron es muy complicado, porque no era comunista y carecía de la disciplina de los comunistas.

¿Hoy se logran ver sus complejidades o hay más mitificación?

Ha habido un enorme entontecimiento. Tuvimos a un juez de la República estudiando dos años si Allende se había matado o lo habían matado, conclusión que no nos habría arrojado ninguna luz nueva sobre nada. El suicidio no cambia nada, pero se desenterró el cuerpo, se hicieron exámenes de ADN y la muerte de Allende siguió siendo un trauma para la izquierda difícil de aceptar. Quien no aceptó que fuera un suicidio fue Fidel Castro. Nosotros tenemos suicidas ilustres y es un gesto de heroísmo. Pero en Cuba, por lo visto, es lo contrario

¿Será que el símbolo Salvador Allende necesita corroborar su condición de víctima?

Pero si es víctima igual. Es víctima de sus aliados y de los partidos que lo apoyaban. Además, es una gran víctima de Fidel Castro. Creo que a Fidel nunca le gustó Chile. No le gustaba Allende, porque era burgués y no creía en la vía chilena al socialismo. Es más, si tenía éxito para él era un problema. Fidel siempre quiso el fracaso de Allende. Nadie se te viene a meter 24 días al país agitándote la política interna, yendo a sindicatos, hablando del poder popular, que eso era inaceptable para Allende, porque significaba sustituir las instituciones. Eso no se ha estudiado. El problema del poder popular era el traspaso del poder de las instituciones republicanas, a las que Allende adhería fervientemente, a una especie de soviet, que funcionaban en las periferias del sistema. Esa era una cuestión inaceptable para un político republicano. Para un revolucionario, en cambio, era perfecto, y lo que vino a hacer Castro fue reunirse con esto.

Es curiosa la historia posterior, de cómo se ha leído a Allende de manera mucho más uniforme y canonizada…

Hoy es un monolito. Todavía no estoy seguro de entender qué cresta era el Partido Socialista de entonces. Por qué Carlos Altamirano, que era amigo de Allende, un burgués de clase alta (y así se había comportado siempre) se deja dominar por las tendencias más jacobinas del partido y abandona a Allende. ¿Cómo puede pasar? ¿Hay un momento en que el discurso se separa de lo que de verdad piensan?

Allende tampoco tomó decisiones radicales…

Con Altamirano tampoco. Dicen que el 11 le dijo a Altamirano: “Yo me voy a quedar aquí. Anda tú a dónde tú escojas. Y se escondió en un parrón. Es evidente que Allende tampoco tenía el control de su vida familiar, que para él era un problemazo. La familia militaba en el MIR, incluyendo su hija, que además se casó con el principal agente de inteligencia cubano que tenemos en Chile. Estás entregado en tu casa a una fuerza que no es la tuya, que no está contigo.

La transición corta reunió los esfuerzos políticos de lado y lado. ¿Ves hoy alguna épica equivalente?

El Frente Amplio está tratando de construir una, pero lo está haciendo pensando que si destruye la anterior puede sustituirla, y ese es un camino que va al fracaso. En otras fuerzas políticas hay poco ánimo. Donde veo más efervescencia intelectual, que es la que precede a los movimientos políticos, es en la derecha. No hay centros de estudios significativos en la centro izquierda. El único que está funcionando es CIEPLAN, que ya es de la tercera edad.

¿Y cómo la derecha está mostrando esa “efervescencia intelectual”?

Escribiendo y publicando. Hay centros que te tienes que tomar en serio, que no son de aficionados. Lo que han hecho Daniel Mansuy o Pablo Ortúzar es notable, porque han repuesto en el panorama intelectual una discusión que la derecha no tenía. Si uno lo mide por eso, las perspectivas de quedarse en el gobierno son muy largas. El punto es que el gobierno lo puede hacer mal.

¿Qué tradición de derecha es más vital hoy, la liberal, la conservadora o la progresista?

Veo con más fuerza la reflexión liberal. Ahora, el liberalismo chileno tiene una singularidad y es que siempre tuvo un cierto sesgo autoritario, siempre le gustaron los gobiernos fuertes, nunca le gustó el parlamentarismo, así que tiene una especie de contradicción con respecto al liberalismo en el mundo. Pero es la mayor fuerza intelectual. Hoy un partido conservador de derecha carece de sentido. Desde luego, porque ya perdió al referente principal que era la Iglesia.

¿Ves a Piñera dispuesto a escuchar a estos referentes intelectuales?

Piñera es un problemazo, porque es muy él, todo es muy personal. No creo que lo haga mal, en general lo hace bien, pero no dejó crecer ningún árbol en los cuatro años anteriores. Ahora, supongo, entenderá que tiene que dar espacio y que se está poniendo viejo. Piñera es un problema, porque no es un buen árbitro en la derecha. Para empezar, porque no es de derecha. Lo veo como un problema difícil de superar. ¿Cómo se va a arbitrar el proceso que viene, teniendo a unos campeones bien desafiantes, tipo Ossandón y Kast, que son bravos?

¿Y el problema de no ser buen árbitro es porque genera rechazo o porque quiere ganar?

Porque le gusta ganar. Pero además no tiene credibilidad. ¿Crees que Ossandón le cree algo? Lo trató de delincuente. Y Kast no llegó tan lejos, porque es más prudente.

Piñera habla de una segunda transición, ¿crees que la política de los acuerdos, como era en los 90, tiene sentido hoy?

Como ocurrió en los años 90 no tiene viabilidad. Es imposible que se reproduzca, y lo estamos viendo. Piñera podría tener razón si lo que quiere decir es que necesitamos mover el eje en el que ha estado la discusión política. Me suena coherente cerrar algunas puertas, porque la verdad es que las tenemos todas abiertas: seguimos discutiendo si a Allende lo mataron o no, si La Moneda debía ser bombardeada, sobre el contexto del Museo de la Memoria… ¡mira lo que estamos discutiendo! Todo nos hace volver al 11 de septiembre y queda la embarrada en las poblaciones. Habría que cerrar algunas de esas puertas, eso sería lo lógico.

¿La segunda transición podría retomar el discurso de la reconciliación o de una memoria menos enfrentada?

Y posiblemente uno sobre cómo lo hacemos con el crecimiento del país, para que se recupere y sea redistributivo. Lo que la Concertación hizo en materia de pobreza sus primeros dos gobiernos es absolutamente extraordinario. Teníamos un porcentaje de extrema pobreza elevadísimo y los bajaron con mucha velocidad. Hoy la pobreza sigue siendo grande, pero ahí hay un objetivo. Estamos entrampados en el discurso de si tendría que haber o no una Constitución de derechos. Hay un conjunto de trampas retóricas que una buena política tendría que despejar. La lástima, para Piñera, es que se le fue la gente buena del Congreso. Los buenos adversarios, tipo Andrade, que te quieren derrotar, pero te pueden conversar.

Dentro de la derecha tampoco se ve que la pobreza sea un eje que logre articularla…

 

Y es un problema, porque a medida que pasen los meses cada potencial candidato irá planteando sus propios temas.

La sociedad chilena, desde el plesbicito en adelante, ¿está más o menos politizada?

Creo que hay un vaivén. Electoralmente, no se ha movido nada, son los mismos números de votantes con un padrón que está al doble. La conclusión que se saca es que estamos menos politizados. Pero no creo que sea así. Hay un voto duro que no es pequeño y tiene capacidad de movilización. Esta vez la derecha mostró muy claramente en la segunda vuelta que tiene capacidad de entusiasmarse. Pero está todo desordenado. Hay una sensación de desarticulación, el gobierno no ha enviado sus proyectos clave, las discusiones de fondo no se han iniciado, como qué vamos a hacer con las Isapres o la reforma tributaria. Estamos en una etapa de expectativas.

Este 5 de octubre de 1988 se conmemorarán los 30 años del plebiscito y hay una lucha interina en la izquierda. ¿Por qué el Partido Comunista quiere ser parte de esto?

Eso es una frescura. El PC quiere interpretar otra realidad. La que hace Gabriel Salazar, la de que los movimientos sociales y populares terminaron imponiéndose, porque la fuerza de la historia iría en esa dirección. Salazar sostiene que el régimen estaba acorralado. Esa es una ficción política, nunca estuvo acorralado el régimen. No es verdad que las protestas tuvieran éxito. Se fueron desmembrando cada vez más. La relectura de que el “No” es producto del acorralamiento del régimen es inaceptable. A partir del 84 hay dos caminos: el institucional y uno insurreccional. Y este camino fracasa y hay que aceptarlo. Y fracasa, precisamente, por el intento de agudizarlo, como el atentado a Pinochet. Todo esto no tiene en cuenta el anhelo de tranquilidad que sentía la gente.

¿El comienzo de Aylwin se puede leer como un deseo de paz?

Absolutamente. Y el triunfo del “No”, también. En el “No” se discutió si la estrategia correcta era hablar de paz, la alegría ya viene, o si lo mejor era mostrar la represión, a los detenidos desaparecidos, y ganó la paz. Extrañamente, la DC intentó intervenir la franja para endurecerla. No era evidente que iba a ganar la estrategia más alegre.

¿Esa visión habrá quedado instalada después de la película “No”?

Es que la película demuestra una cosa cínica: que la campaña del “No” se gana porque traen a un publicista mexicano. Creo que es la visión de ultraderecha, esa que pretende banalizar y frivolizar, despolitizarlo y convertirlo en un acto de farándula.

La franja del “Sí”, en cambio, se lee más desde la aplanadora…

La franja del “Sí” está demonizada. No era tan mala. El centro de la franja del “Sí” también era alegría, hablar de un país ganador. El centro conceptual era el libro de Joaquín Lavín (“Chile: revolución silenciosa”), que era jodido, porque te mostraba los triunfos de Pinochet, los cambios sociales que había producido, con datos. Y era tan jodido que un grupo de sociólogos se preocupó de hacer el libro contrario (“Los silencios de la revolución”), cuyo énfasis eran los 4 millones de pobres. Cuando encontraron esa frase, lograron desmontar el de Lavín, pero antes de eso el libro de Lavín era una amenaza tremenda. Después empezaron a meterle conceptos de violencia, miedo y el caos. Toda esa parte es tontería. Pero el centro conceptual era bueno y difícil de atacar.

¿Ves a la derecha mejor parada para enfrentar su pasado?

Ha tenido una evolución, pero viene de los cambios de generaciones. No veo que se haya producido por la acción de sus dirigentes políticos. Personas como Novoa, Longueira o Sergio Romero trataron de parar los cambios y estos fueron pasando a medida que llegaban las nuevas generaciones, los Bellolio, los Kast, en fin, la gente nueva. La derecha de hoy tiene muy poco que ver con la que había en los 90.¿Y la ves mejor articulada?

Más articulada e informada. Parte importante del pensamiento de derecha en los años 90 consistió en la negación de lo ocurrido, y eso era inútil. La carga de la dictadura a la derecha le tiene que haber durado por lo menos unos diez años, hasta que Lavín trató de romperla en el 99.

¿Pesa también una visión monolítica de la derecha, donde es imposible establecer distinciones entre duros y blandos?

Le pesa, pero en eso también ha avanzado. Daniel Mansuy en su libro “Nos fuimos quedando en silencio” percibe muy bien el papel de Jaime Guzmán. Hoy hay un mejor análisis del pasado inmediato del que se tuvo en los 90. El discurso clásico de la derecha en los 90 frente a la dictadura era decir que Jaime Guzmán había salvado a algunas personas. Eso es irrelevante. Todos salvaron a alguien, el problema es qué se hizo de verdad. Por eso el concepto “cómplices pasivos” es tan duro, porque describe la situación de cerrar los ojos frente a lo que está pasando. Creo que no fue tan así, que hubo gente de derecha que estuvo en posiciones complicadas con el propio régimen. Pocas, pero las hubo.

“Uno tiene que aceptar que el paréntesis que iba a significar el régimen militar no podía ser muy corto. Es probable que en un período más corto hubiera retornado más rápido la polarización”.

“Los gallos del Frente Patriótico andaban buscando víctimas, un magnicidio que los hiciera estar presentes en el escenario nacional de una manera que infundiera temor”.

“(Allende) es víctima de sus aliados y de los partidos que lo apoyaban. Es una gran víctima de Fidel Castro. No le gustaba Allende, porque era burgués y no creía en la vía chilena al socialismo. Fidel siempre quiso el fracaso de Allende”.

“Piñera es un problema, porque no es un buen árbitro en la derecha. Para empezar, porque no es de derecha. Lo veo como un problema difícil de superar”.

El plebiscito del 5 de octubre de 1988

Por Roberto Hernández Maturana

Hace 30 años, conforme lo establecía la Constitución de 1980, en su artículo transitorio, después de un itinerario de normalización institucional respecto a normas electorales y legalización de partidos políticos,  los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y el General Director de Carabineros propusieron al país, por la unanimidad de ellos,  al Presidente en ejercicio, General Augusto Pinochet Ugarte, para ser ratificado por la ciudadanía  un nuevo mandato por un período de ocho años más, como de presidente de la República en el período presidencial siguiente.

En el plebiscito, la ciudadanía debía, por mayoría absoluta de votos, aprobar o reprobar esta propuesta.  Si se aprobaba, se entendía que el general Pinochet ejercería como presidente de la República por un período de ocho años. En caso contrario, continuaría en el cargo por un año más, debiendo realizarse, al cabo de ese período, elecciones parlamentarias y presidencial.

La opción Sí fue respaldada por los partidos Renovación Nacional, la Unión Demócrata Independiente, Avanzada Nacional, Democracia Radical, Partido Nacional, Partido Liberal, Social Democracia, Partido del Sur y diversos grupos pro gobierno militar.

El gobierno militar reconoció como legales los partidos políticos en 1987 -excepto aquellos de ideología «marxista»- y a principios de 1988 se formó la «Concertación de partidos por el No»,  una coalición de centroizquierda con un solo objetivo: derrotar a Pinochet. Estaba compuesta por 16 colectividades, que reunía a la casi totalidad de la oposición al régimen militar. Este conglomerado pasó a llamarse luego Concertación de Partidos por la Democracia que en su primera conformación estaba integrado por la Democracia Cristiana (DC), Partido Socialista (PS), Partido Por la Democracia (PPD), Unión Socialista Popular (USOPO), Partido Radical (PR), Social Democracia Chilena (SDCH), Democrático Nacional (PADENA), Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), MAPU Obrero Campesino (MAPU-OC), Izquierda Cristiana (IC), Partido Humanista (PH), Partido Los Verdes (PLV) y Alianza de Centro (PAC).

El plebiscito contó con una altísima participación ciudadana. El resultado arrojó que 56% votó por el No y 44% apoyó la opción Sí.

Como consecuencia de la derrota plebiscitaria, el gobierno militar estuvo dispuesto a realizar reformas a la Constitución de 1980 y al modelo de democracia protegida que contenía.

Después de una serie de negociaciones, tanto con la oposición como con Renovación Nacional, se llegó a acuerdos básicos para reducir las disposiciones protectoras del autoritarismo presidencial impuestas por el gobierno militar.

En lo sustancial se acordó:

– Flexibilizar el sistema de reformas constitucionales.

– Reducir a cuatro años el primer período presidencial.

– Modificar el artículo octavo de la Constitución, referente a la proscripción política.

– Aumentar el número de senadores elegidos democráticamente.

– Modificar la composición del Consejo de Seguridad Nacional.

Estas reformas fueron plebiscitadas el 30 de julio de 1989, siendo aprobadas por el 85,7% de los votantes y rechazadas por el 8,2% .

De esta forma, la democracia se instaló sin alterar radicalmente la vida de la gente. La alegría dio paso a un sentimiento confuso de complacencia con el progreso material y con el orden democrático, de inseguridad frente a una nueva forma de modernidad marcada por la falta de certezas en lo personal y lo colectivo, y de inquietud frente a desigualdades sociales que la izquierda había atribuido a la dictadura, pero que siguieron enraizadas bajo sus gobiernos en la sociedad nacional

Chile continuó su camino rumbo al posmodernismo global, donde la democracia y el mercado son las bases simbólicas y materiales, y la globalización se alza por sobre los países, incluso por sobre la soberanía de ellos.

Se instauró la “racionalización” de la vida política, el pragmatismo, el institucionalismo y el consenso (oportunista y pragmático) y las vueltas de carnero, especialmente en la derecha que alentó y participó del gobierno militar y después los abandonó a su suerte cargándole todos las culpas y cargos que hoy enfrentan los que entonces eran jóvenes subalternos, ni siquiera autoridades.

Gracias a las políticas macroeconómicas implementadas por el Gobierno Militar y que la Concertación mantuvo y perfeccionó, Chile gozó de un dinamismo económico sin precedentes durante casi toda la nueva década democrática, lo que permitió un importante margen de movilidad social y mayores gratificaciones en la vida de la gente.

Así, la vida cotidiana fue cambiando en el día a día a medida que se difundía un modelo exitoso de desarrollo centrado en el ciudadano-consumidor y en la apertura mediática al mundo.

Hoy 30 años después, como el 11 de septiembre de 1973, el 5 de octubre de 1988, forma parte de nuestra historia, una historia que aún permanece viva y con heridas abiertas, en que los últimos patos de la boda, son los entonces jóvenes subalternos de entonces, hoy viejos ex militares y policías que continúan siendo perseguidos, procesados y encarcelados ante la general indiferencia de los chilenos

Los Caminos de la reconciliación

Por Roberto Hernández Maturana

Nos enteramos en las noticias recientes que Marcela Irene Rodríguez Valdivieso, la «»mujer metralleta», terrorista perteneciente al Frente Lautaro, responsable a finales de los 80 y principios de los 90 de la muerte a mansalva de más de 15 Carabineros  no pertenecientes a organismos de seguridad, recibe pensión de gracia otorgada el año pasado por el gobierno de Michelle Bachelet.

Ella resultó parapléjica el 14 de noviembre de 1990, al recibir un disparo en la columna en el asalto al hospital Sótero del Río, para rescatar al líder del Frente Lautaro Marco Antonioletti, hecho en el que fueron asesinados un Carabinero y cuatro Gendarmes.

Marcela Rodríguez fue condenada por la justicia militar a 20 años de presidio, pena que fue conmutada en 2002 por 10 años de extrañamiento en Italia y el Subsecretario del Interior Rodrigo Ubilla ha criticado el otorgamiento de este beneficio a la “mujer metralleta”.

Las pensiones de gracia datan del año 1836, cuando fueron creadas para sostener a “viudas, hijos, nietas y hermanas de autoridades públicas civiles y militares fallecidos”. Pronto pasaron a ser administradas por partidos políticos para entregar a sus militantes. Recién en 1970 se establece mediante una reforma a la Constitución que su entrega es una atribución exclusiva del Presidente de la República, y a partir de 1981 se crea un comité asesor para este efecto.

Para la entrega de pensiones de gracia el Estado Chileno cuenta dispone de un presupuesto anual de $ 50.312 millones. Para acceder a ella se debe cumplir una de las tres causales que fija el Artículo 2° de la Ley 18.056, que beneficia a quienes prestaron servicios destacados al país, a personas afectadas por accidentes o catástrofes en circunstancias extraordinarias, y a personas incapacitadas o con graves e insalvables dificultades para ejercer labores remuneradas.

Lejos de objetar la pensión concedida, creo que Michelle Bachelet podría haber marcado el inicio de lo que podría considerarse el largo camino hacia una autentica reconciliación nacional, y le deja tarea al actual gobierno de Sebastián Piñera, cuyo comando electoral se comprometió con el mundo militar en retiro durante su campaña, para buscar caminos de reconciliación  y justicia “justa” para los casi 1.500 ex uniformados procesados y/o encarcelados bajo un sistema procesal penal derogado hace años en nuestro país, pero que continúa aplicándose a los ex militares que son condenados con pruebas febles y testimonios vagos e imprecisos, sin garantías procesales.

Se requieren gestos de grandeza de todos los sectores de la sociedad para alcanzar la paz socia. Ejemplo de ello nos dieron nuestros abuelos, que 4 años después de la sangrienta revolución de 1891, decretaron una amnistía que permitió al país encaminarse hacia la paz interna. Si ello parece demasiado, un buen comienzo sería que a los ex uniformados se les aplique la justicia imperante en Chile para todos los chilenos… excepto para los uniformados en retiro

“Perros de Paja”

Por Cristián Labbé Galilea

Con quien he conversado en estos días me reafirma la máxima de que todo viaje -por sencillo que parezca-demanda “la mitad de la ropa y el doble de plata…”, más aun tratándose de un largo “feriado dieciochero”.

Además de los gastos, las fiestas patrias tienen componentes especiales: muchas banderas, huasos y chinas, desfiles, “ecuménicas acciones de gracias”…; todos aspectos de gran tradición e historia.

Como un paréntesis de la contingencia, da la impresión de que en este período se privilegian más los aspectos que unen a la sociedad, que aquellos que la dividen… Por lo mismo, se notan demasiado las minorías políticas que muestran su intolerancia y su odiosidad…

Esta reflexión fue recurrente en mis conversaciones de esta semana con varios jóvenes: unos universitarios, otros emprendedores, unos más radicales, otros más indiferentes, unos conservadores y otros más bien liberales… pero todos con opinión propia.


A pesar de las obvias diferencias etarias y de algunas divergencias políticas, coincidimos en el sentido que tenían estas fiestas y en la intolerancia con que estaban actuado ciertos sectores políticos, especialmente las minorías que no aceptaban que alguien pensara diferente a ellas.

Así mismo, estuvimos de acuerdo en el necesario reconocimiento que merecían las minorías en una sociedad moderna, sean estas sexuales, políticas, étnicas, religiosas…

Concordamos también en que nuestra “identidad y dignidad nacional” se ha forjado -fronteras adentro- después de más de 500 años de la fusión de pueblos originarios con europeos, generando los basamentos políticos, culturales y sociales propios de nuestro sentido republicano, donde los militares han jugado un rol fundamental.

Mis noveles interlocutores reconocieron que no es lo mismo, el respeto y la tolerancia política, que el aceptar “impávidamente” a grupos exaltados queriendo imponer sus ideas, alterando el orden y la paz social para instalar una verdadera “dictadura de minorías”.

Después de largas conversaciones estuvimos de acuerdo en que: este septiembre ha sido una buena oportunidad para comprobar que gran parte del país está concentrada en progresar social y económicamente y en que tanto conservadores como liberales reconocían la necesidad de abordar los problemas que afectaban a las minorías pero… respetando el deseo de las mayorías.

Por último, pude comprobar que ninguno de mis jóvenes interlocutores, por más progresistas que fueran, estaban de acuerdo de que después de más de 45 años sectores políticos quisieran mantener, odiosa y artificialmente, a los militares como “los chivos expiatorios” para purgar su ineptitud y para encubrir la intolerancia de grupos minoritarios e ideologizados.

De vuelta de este “patriótico feriado” (con más ropa y menos plata) vuelvo optimista pues -después de escuchar a los jóvenes- pienso que la gran mayoría no está dispuesta a hipotecar su futuro y el bienestar de su familia en favor de una jauría de “perros de paja…” concepto que, según la tradición china, define a quienes buscan aparentar fuerza y poder para ocultar su naturaleza… hueca y falsa.

Cuidar la convivencia

Por Jorge Burgos Varela

Aunque ha pasado mucho tiempo desde el golpe de estado de 1973, y algunas personas consideran que es mejor dar vuelta la página, creo que el debate producido en torno a los 45 años ha servido para avanzar un poco más en el examen de las circunstancias que condujeron al derrumbe institucional y la dictadura. Estoy convencido de que podemos aprender de la historia. Nuestras diferencias no pueden ser un obstáculo para reforzar un consenso elemental: el compromiso con los principios y procedimientos de la democracia, por la vigencia irrestricta de los derechos humanos.

¿Cómo evitar debilitar nuestra convivencia ? En primer lugar, asegurando que las disputas y debates políticos no se salgan del cauce democrático. Esto quiere decir que no podemos actuar de un modo que ponga en peligro el ejercicio de las libertades, lo cual solo es posible en el marco de la Constitución y las leyes. No puede haber ambigüedades frente a la violencia política. Por lo tanto, todos tenemos la obligación de reconocer al Estado el monopolio de las armas, representado por las FF.AA. y las instituciones policiales. Ningún partido o movimiento tiene derecho a organizar milicias o grupos paramilitares en democracia. Parece obvio decirlo hoy, pero no lo era para algunos en el pasado.

Cualquier proyecto de transformación social que pase por alto que somos una nación y pretenda atizar la hostilidad de un sector contra otro, solo puede provocar males peores que los que pretende resolver. Necesitamos una patria para todos, en la que los empresarios y los trabajadores aporten al bien común, y rechazar la idea de que el enfrentamiento entre ellos hará surgir una sociedad más justa.

En lo que respecta a la economía, ninguna alternativa verdaderamente progresista puede sostenerse en la idea de que el Estado debe ser el gran propietario. Está demostrado, además, que cuando la economía se convierte en campo de batalla, lo que viene enseguida es la improductividad, el desabastecimiento, la inflación, el mercado negro y la anarquía, con efectos devastadores para la población.

Los adversarios políticos no pueden convertirse en enemigos y las disputas no pueden derivar en odios. Deberíamos tener claro que las agresiones verbales suelen preparar el terreno para las agresiones físicas. Esa es una de las dramáticas lecciones del pasado: los enfrentamientos en las calles, las fábricas, las poblaciones, las universidades, etc., terminaron envenenando nuestra convivencia. En el actual Congreso, hay parlamentarios que tienen edad suficiente como para recordarlo, y deberían relatarlo a los parlamentarios que no lo vivieron.

Cuando se debilitan la estabilidad y la gobernabilidad, se abre espacio al golpismo. Las dictaduras surgen cuando los líderes políticos dejan de cumplir su papel, cuando las diversas corrientes pierden la capacidad de dialogar y pactar, cuando se extienden la división y la polarización, cuando la población ve el mañana con angustia.
Es cierto que nuestra sociedad está muy lejos de volver a tropezar con la misma piedra, pero nuestra democracia hay que cuidarla todos los días, con hechos y particularmente con las palabras. Preocupación causa oír de la más alta autoridad la calificación de antipatriota para quien considera un opositor acérrimo; preocupa también que en sectores de la oposición parezca imponerse la tesis del “cuanto peor mejor”. Aquello en nada contribuye al buen camino que el país transita desde el 5 de octubre del 88.

Discrecionalidad en pensiones de gracia

Editorial diario La Tercera, Sábado 22 de Septiembre de 2018

Una investigación periodística de este medio reveló la amplia discrecionalidad con que la Presidencia de la República ha ejercido su facultad para otorgar pensiones de gracia, un beneficio que por su naturaleza debería estar destinado únicamente para casos excepcionales, algo que en los hechos no parece haber ocurrido a la luz de la variada gama de personas y organizaciones gremiales que aparecen recibiendo dicha pensión.

Las pensiones de gracia constituyen un beneficio de antigua data en nuestra legislación -cuyo otorgamiento corresponde al Presidente de la República-, y su sentido es reconocer a personas que han prestado distinguidos servicios a la patria, a quienes han sido afectadas por accidentes o catástrofes naturales -respecto de las cuales existan circunstancias extraordinarias que justifiquen el otorgamiento de una pensión- o quienes se encuentren incapacitados o con graves dificultades para ejercer labores remuneradas que les permitan su subsistencia y la del grupo familiar que vive a sus expensas. La misma ley establece que el mandatario podrá otorgar pensiones de gracia, aunque no se reúnan los requisitos establecidos en la ley respectiva, “en casos calificados y por decreto supremo fundado”.

Es evidente que el propio marco legal es el que abre la puerta para la discrecionalidad, lo que ha permitido que junto con casos de alta vulneración social o afectados por graves desgracias personales, también aparezcan beneficiados una serie de artistas o dirigentes políticos; incluso figura la “mujer metralleta”, quien integró un comando terrorista y en esa condición resultó herida, al protagonizar un sangriento rescate.

Situaciones evidentemente escandalosas como este último caso, o de discutible pertinencia, justifican que esta facultad presidencial sea objeto de una reformulación, a fin de acotar los criterios con que actualmente se otorgan las pensiones de gracia, y recuperar el espíritu de excepcionalidad que debería caracterizar a estos beneficios, cerrando espacio para la tentación de conceder “regalos” o “prebendas” a grupos de interés.

Cabe tener presente que el mandatario tiene la facultad de decretar del orden de 1.500 pensiones de gracia por año, y el monto total ya comprometido en el pago de dichos beneficios supera los US$ 70 millones; se trata de una partida significativa de recursos públicos, cuyo buen uso no está suficientemente asegurado bajo el actual marco normativo. Aun cuando éste contempla que para efectos de las pensiones de gracia el Presidente debe nombrar una comisión especial que lo asesore en el estudio de las solicitudes, en la práctica ésta se encuentra integrada por funcionarios de directa confianza de la Presidencia, lo que no asegura objetividad ni suficiente contrapeso a la facultad presidencial.

Cabría pensar entonces en un órgano que no dependa de la Presidencia, al cual se deberían canalizar las peticiones de pensiones de gracia y sea dicha instancia la que proponga al mandatario la nómina de beneficiados, para que éste resuelva. El reciente anuncio del Ministerio del Interior en cuanto a reducir en un tercio dichas pensiones -ello motivado por esta investigación periodística- aun cuando es un paso valioso, sigue siendo insuficiente para asegurar que no exista un uso discrecional de los fondos públicos.

La Corte, después de la acusación

Por Hernán Corral Talciani

A siete días de la votación que terminó rechazando la acusación a tres ministros de la Corte Suprema, es oportuno reflexionar con un poco más de distancia sobre lo que ella implicó y las consecuencias que podría tener para el futuro.

La historia de la República nos enseña que estas acusaciones no son inocuas. La acusación contra la Corte presidida por Manuel Montt, en 1868, incendió la vida política por más de un año y estuvo a punto de poner fin a las gestiones de reconciliación auspiciadas por el Presidente José Joaquín Pérez, tras las guerras civiles de 1851 y 1859. Casi un siglo después, en 1967, los ministros de la Corte Suprema  fueron acusados por diputados socialistas por haber desaforado al senador Carlos Altamirano. Si bien fue desestimada por el Senado, la acusación constituyó un hito en el acoso que los partidarios de la «vía chilena al socialismo» y el gobierno de la Unidad Popular sometieron a la Corte Suprema, a la que tachaban de representante de una justicia de clase y defensora del «derecho burgués». Esa campaña de amedrentamiento fue un factor relevante en el quiebre de la institucionalidad democrática de septiembre de 1973.

La gravedad de la acusación actual reside en que, sin disimulo alguno, se pretendía desconocer la facultad exclusiva de los tribunales de justicia para fallar y juzgar las causas que son de su competencia. Se impugnaban resoluciones, todas ellas debidamente fundadas, que concedieron, con estricto apego a la ley vigente, libertades condicionales a personas condenadas por crímenes atentatorios contra los derechos humanos.

La acusación era inadmisible porque la causal de «notable abandono de deberes» -la única por la cual procede el juicio político contra ministros de Corte- debe entenderse restringida al incumplimiento de deberes diversos de la interpretación y aplicación de las leyes en sentencias dictadas dentro de la esfera de sus atribuciones. La Constitución dispone que «en caso alguno» el Congreso puede «revisar los fundamentos o contenido de sus resoluciones». Si los ministros de la Corte Suprema incurren en denegación de justicia u otras conductas constitutivas de prevaricación, la Constitución ordena que ello sea materia de un proceso criminal ante jueces letrados. Esta obvia distinción la hizo ya para la acusación de la Corte presidida por Manuel Montt, el entonces diputado Domingo Santa María: la Constitución -apuntó-, «tratándose de estimar la buena o mala aplicación que haya podido hacerse de una ley no ha querido ni creído que tal investigación pudiera hacerse por personas legas, desnudas de conocimientos jurídicos e incapaces, por consiguiente, de establecer la falsa o recta aplicación de esa ley».

Siendo la acusación inadmisible correspondía que se acogiera la cuestión previa y se evitara que la Cámara entrara a debatir si los acusados habían interpretado correctamente o no las leyes en las resoluciones impugnadas. Lamentablemente, la cuestión previa fue rechazada con votos de diputados que argumentaron que no querían aparecer como impidiendo que se debatiera el fondo de la acusación. Solo una ignorancia inexcusable pudo haberlos llevado a pensar que la prohibición de revisar el contenido de los fallos judiciales por parte del Congreso era algo meramente formal.

Al rechazar la cuestión previa, la Cámara envía un mensaje a todos los ministros de Cortes, Suprema y de Apelaciones: que en lo sucesivo, al dictar sentencia, estarán arriesgando su destitución si lo resuelto disgusta a las mayorías políticas del Congreso. Difícil imaginar precedente más atentatorio contra la independencia de los tribunales de justicia.

La Corte Suprema debe defender sus prerrogativas constitucionales, porque de su ejercicio depende el Estado democrático de Derecho. Lo ha de hacer, más que con palabras, con gestos. El más elocuente será que los ministros mantengan su criterio de conceder beneficios penitenciarios a todos los que cumplan los requisitos legales, sin amoldar sus fallos a las abusivas exigencias de los diputados acusadores.

 

La victoria de las imágenes, el triunfo de la izquierda

Por Roberto Hernández Maturana

El próximo martes se cumplirán 45 años del derrocamiento de Salvador Allende y la instauración de un gobierno militar

Los ecos de ese trágico momento aún se escuchan entre los chilenos. La polémica generada por el Ministro por pocas horas Mauricio rojas sobre el Museo de la Memoria o la polémica relacionadas con las acusaciones de asesinato del Presidente Eduardo Frei Montalva dispuesto por el régimen militar dan cuenta de estos hechos.

El 11 de septiembre de 1973 marcó la historia, la cultura y en fin toda la sociedad chilena de forma tan potente que permanecen hasta la actualidad, dividiéndonos e impidiendo cualquier gesto de reconciliación, persiguiendo hasta hoy ánimos de venganza.

Leyendo un artículo del año 2013 publicado por BBC Mundo titulado “Por qué el golpe de Estado en Chile es tan emblemático”, podemos encontrar entre otras muchas parte de las causas de la verdadera derrota política del régimen militar.

En dicho artículo Kristian Gustafson, director del Master en Inteligencia y Seguridad de la Universidad de Brunel en Londres, fue el primer golpe latinoamericano que desde sus orígenes, pasando por su ejecución hasta sus consecuencias fue cubierto por la prensa occidental», Gustafson, le atribuye la transmisión del principio del proyecto socialista a los «poderes extranjeros -los soviéticos y los cubanos- que hicieron propaganda para aumentar el nivel de atención que se le prestaba a Allende y su destino a nivel global, pues les ayudaba a sentar su punto de vista».

Según el especialista en inteligencia, ese 11 de septiembre «recibió mucha atención de los medios debido a la que había recibido Allende antes del golpe».

«Allende era un héroe, como el Che Guevara, para la izquierda, particularmente sus amigos en Francia… ¡pensaban que era un santo!», le dice a BBC Mundo el historiador británico Horne, autor de «Pequeño terremoto en Chile».

«Uno podría describirlo como el primer golpe latinoamericano que desde sus orígenes, pasando por su ejecución hasta sus consecuencias fue cubierto por la prensa occidental», señala Kristian Gustafson, quien le atribuye la transmisión del principio del proyecto socialista a los «poderes extranjeros -los soviéticos y los cubanos- que hicieron propaganda para aumentar el nivel de atención que se le prestaba a Allende y su destino a nivel global, pues les ayudaba a sentar su punto de vista».

La prensa internacional hizo lo suyo, las solas imágenes mostradas en medios de comunicación social extranjeros hablaron con elocuencia.

«Esas fotos icónicas del bombardeo de La Moneda, los libros quemados en las calles -que le recordaban a la gente de las atrocidades de los nazis-, esa horrible fotografía de Pinochet sentado con sus gafas oscuras -casi una parodia de la imagen de los dictadores-, y todas esas fotografías de los prisioneros esperando en el estadio… con esas imágenes uno podía seguir con claridad lo que estaba pasando y eso tenía un impacto enorme en la gente», recuerda el especialista en política internacional Alan Angell.

James Reynolds, quien fue corresponsal de la BBC en Latinoamérica antes de ir a cubrir Medio Oriente, afirma que «Fue un momento tan icónico», y no sólo por las imágenes. Salvador Allende pasó de ser hombre a símbolo y su nombre no ha sido olvidado.

En un artículo que escribió poco después del golpe de Estado en Egipto en julio de 2013, se refirió a Augusto Pinochet y los miembros de la junta como «los pioneros del arte del comunicado del golpe de Estado».

El diplomático palestino Fadi Elhusseini, declaró al respecto a BBC Mundo «Desde el punto de vista global, le dio un carácter distinto a Chile que aún perdura: es una entidad diferente a muchos otros países, incluso a aquellos que están en su vecindad».

En lo económico, internacionalmente se informaba que si bien Allende estaba ensayando algo que no se había hecho antes, los que se tomaron el poder también tenían un proyecto nuevo: los llamados «Chicago boys» llevaron los principios del economista estadounidense Milton Friedman a Chile antes de las experiencias neoliberales o neoconservadoras de las naciones de Occidente.

Los que se tomaron el poder, «tenían un profundo sentido de misión: eliminar el comunismo y crear un nuevo orden, un nuevo Chile», recuerda Alan Angell.

«Pinochet llegó con un plan económico que era casi diametralmente opuesto al de Allende», le dice a BBC Mundo el canadiense Kristian Gustafson.

Alan Angell, señala que la acción de los exiliados políticos fue persistente y eficaz «tenían muchos fondos y eran muy efectivos a la hora de movilizar a la opinión pública desde el exterior”.

«Muchos de estos exiliados eran líderes políticos: militantes, exministros…». Y músicos.

«La Nueva Canción Chilena -con música de raíces latinoamericanas pero letra política- estaba muy ligada al programa del gobierno de la Unidad Popular», le explica a BBC Mundo Marisol García.

La santificación de Allende por los poderosos movimientos intelectuales de la izquierda europea con la imagen transmitida de el bombardeo de La Moneda con un «Allende muriendo, sin darse por vencido»… logró transmitir al mundo una imagen muy dramática cargada de  simbólismo.  Al contrario,  la demonización de Pinochet fue un precioso regalo de la izquierda internacional a la izquierda chilena para concientizar a nuestra sociedad nacional con una versión unilateral de la historia. En opinión de Gustafson, «es una versión sencilla de la historia, es irresistible: un líder democráticamente electo derrocado por fuerzas reaccionarias. La realidad es más compleja».

Lo sucedido ese martes de septiembre hace cuarenta y cinco año, catalizó toda la fuerza de la guerra fría cuando las dos ideologías de la época chocaron violentamente, como lo habían hecho y volverían a hacerlo otras veces.

Un drama que, según escribió Gabriel García Marquez después, «ocurrió en Chile, para mal de los chilenos (Nota del Autor: Para muchos otros chilenos fue para bien), pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo y que se quedó en nuestras vidas para siempre».

El producto de estas imágenes, hoy aceptadas como única realidad, desgraciadamente para quienes integraron las Fuerzas Armadas y policiales chilenas en esos aciagos días, ha significado una venganza que lejos de la justicia, persiste hasta nuestros días.

Negocio redondo

Por Carlos Peña González

¿Tiene derecho la ciudadanía a conocer los actos eventualmente ilegales que el Presidente, antes de ser tal, ejecutó?

La pregunta adquiere relevancia luego de que, por estos mismos días, se supo que existía un registro grabado en audio de la compra de acciones de LAN que Sebastián Piñera, que entonces no era Presidente, habría ordenado estando en conocimiento de información privilegiada. De ser cierto, hablaría mal del carácter presidencial. Cicerón, examinando un caso análogo (el de un comerciante que ocultó información en beneficio propio) lo explica con su habitual elocuencia:

«¿Quién no advierte la índole de este comportamiento y de quién es propia? No lo es ciertamente de un hombre abierto, sencillo, ingenuo, justo y bueno, sino de un hombre taimado, misterioso, astuto, falaz, malicioso, sagaz, hábil, bellaco…» (Sobre los deberes).

¿Merecerá esos nombres infamantes la conducta que consta de esos audios?

No se sabe, porque la información está oculta.

La operación de las acciones de LAN fue, como debe ocurrir en estos casos, grabada. Y en medio del bullicio mercantil, según quienes la conocen, se escucha la voz hoy presidencial. La cinta fue trasladada a un CD y guardada con esmero y nunca se ha dado a conocer públicamente. El hasta ahora custodio de la información, Francisco Armanet, entonces gerente de la corredora que hizo la operación, arguyó (con una malignidad que la reflexión que ensayó no pudo ocultar) que la privacidad de la figura presidencial y su prestigio debían ser protegidos y que, por eso, él mantendría a buen recaudo la grabación.

¿Es correcto eso?, ¿será verdad que la privacidad presidencial y su prestigio protegen al Presidente Piñera frente a una información que podría revelar cierta debilidad moral suya?

Un caso permite examinar el problema.

François Mitterrand ocultó que padecía un cáncer desde 1981. Su médico de cabecera reveló el secreto en un libro que los jueces franceses consideraron atentatorio a la intimidad de un presidente muerto. El Presidente, decía el libro, no estuvo en condiciones de ejercer la presidencia desde 1994 (Mitterrand murió el año 1996). Pero el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró el año 2004 que Francia, al ordenar requisar los libros, atentó contra el derecho de los ciudadanos de conocer las enfermedades de un jefe de Estado y su aptitud para conducir los asuntos públicos.

Parece obvio que si una enfermedad no es un asunto que debe escapar a los ojos y oídos de la ciudadanía, menos deben serlo los actos potencialmente ilegales que ejecutó quien ejerce la presidencia. La razón es tan evidente que no parece necesario subrayarla: las aptitudes para conducir los asuntos públicos, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que supone la jefatura del Estado, requieren cierto carácter moral, una cierta disposición a cumplir la ley incluso en perjuicio propio, algo que no resulta consistente con el empleo ilegal de información privilegiada. Cicerón, considerando un caso semejante, lo explica con claridad. No se trata de moralizar la presidencia en el sentido de exigirle virtudes excesivas a quien la ejerce, se trata simplemente de repetir lo que el Tribunal Europeo dijo del caso Mitterrand: la ciudadanía tiene derecho a conocer todos los actos que revelan las aptitudes y el carácter de quien conduce el Estado.

Por lo demás, incluso si el asunto se examina desde el punto de vista del prestigio presidencial (que es lo que quien posee las cintas dijo cuidar) se concluye que las cintas deben ser dadas a conocer.

Un simple análisis lo muestra.

Si las cintas hasta ahora en custodia revelan una actitud inadecuada del ahora Presidente, si al oírlas se advierte, por ejemplo, que él desoye las advertencias de la corredora que le hacen ver que existía el peligro de estar empleando información privilegiada y así y todo ordena la operación, si se observa en esa cinta que el Presidente actuó desaprensivamente en sus deberes públicos (cumplir la ley es un deber público), es obvio que le conviene a la ciudadanía saberlo, porque de ahí en adelante podrá estar alerta frente a ese tipo de conductas, algo que ayudará al propio ejecutor de ella a que controle la pulsión que le llevó entonces a ejecutarla. Y como castigo podría obligársele a leer a Cicerón:

«¿No es inútil el hacerse merecedor de tantos y de otros muchos nombres infamantes?».

Y si, en cambio, las cintas son más o menos inocentes y en ellas se escucha al ahora Presidente de la República, esgrimiendo un simple algoritmo, el resultado de un impersonal programa computacional como razón de sus instrucciones, si queda claro que no era la información a la que tenía acceso privilegiado la que lo llevó a comprar esas acciones, entonces la autoridad del Presidente saldrá fortalecida, su carácter moral reafirmado y no habrá motivos para ninguna maledicencia de esas que el cuidado escrupuloso que declaró el custodio de las cintas teme.

En otras palabras, en el primer caso (si las cintas revelan conducta inadecuada) gana la ciudadanía; en el segundo caso (si las cintas revelan una operación de buena fe) gana el Presidente.

En cualquier caso, el interés público sale fortalecido.

Negocio redondo.

¿Quién restableció la democracia en Chile?

Por Christian Slater Escanilla

Chile, a partir de los años 60 entró en Guerra con el Comunismo. Una guerra que -con todas sus tragedias- finalmente, ganó el poder militar.

El éxito en ese conflicto armado es el que hoy nos permite vivir en democracia y -entre muchas otras cosas- escribir y opinar libremente en los grandes espacios que les dan los principales Medios de Comunicación a algunos como, Agustín Squella o Ignacio Walker, que nada saben de guerras pero que cada cierto tiempo se adueñan de la verdad, tratando como siempre, de mantener las heridas abiertas.

El primero con su eterno y agotador odio a las Fuerzas Armadas y el Gobierno Militar (El Mercurio A 3 viernes 7 de septiembre de 2018) y, el segundo, haciéndonos creer que el regreso a la democracia en 1990, fue producto de una derrota de la “dictadura de Pinochet”. (El Mercurio A 2 del 06 de septiembre de 2018).

Del primero mejor ni hablar, se quedó pegado en “libertad, igualdad y fraternidad”, el lema de Francia que tiene uno de los Ejércitos más poderoso del mundo (y con poder atómico). República, que entre los años 1959 y 1969 estuvo gobernada por el General Charles de Gaulle, quien llegó a la presidencia con el 78% de los votos, venciendo al comunista Gorges Marrane, que obtuvo un 13% de los votos.

En lo que respecta a Walker, él se olvida que fue el Gobierno de las Fuerzas Armadas el que recuperó la democracia en Chile. Esa que perdieron los políticos y que vendió su partido, la Democracia Cristiana.

También se olvida que ese Gobierno Militar nunca pretendió perpetuarse en el poder. Al contrario, promulgó la Constitución de 1980, llamó a un plebiscito y a elecciones presidenciales, aseguró y respetó la decisión popular, levantó el Congreso Nacional en Valparaíso, fijó los plazos para la entrega del poder y, en un acto totalmente democrático, “el dictador”, le entregó la banda presidencial a Patricio Aylwin y, junto con ello, el Gobierno más exitoso que ha tenido la historia política de Chile.

Hombres y mujeres, que gracias a la democracia que ellos mismos restituyeron y la Constitución de 1980 que ellos mismos redactaron -que aún se mantiene vigente- hoy son elogiados, perseguidos o encarcelados.Si entregar el poder en esas condiciones, es una derrota o una dictadura, quiere decir que este señor sigue pensando como los peores políticos y no entiende nada de democracia ni de amor a la Patria.

Escorpión

Por Pedro Gandolfo Diaz

La «nación» es una categoría normativa que elimina diferencias, crea estereotipos, fija lo escurridizo, tiende a promover lo uniforme y evita lo complejo.

El diario El País de España ilustró un artículo en el cual el escritor y Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa comentaba la forzada renuncia del ex ministro de las Culturas Mauricio Rojas, con un mapa de América del Sur, en el cual el territorio chileno se enroscaba como un escorpión a punto de clavar un oscuro aguijón sobre su propio cuerpo. La estupenda ilustración de Fernando Vicente me hizo pensar, de entrada, en lo importante que siguen siendo los caricaturistas y dibujantes para la prensa (saludos, Don Jimmy), por la capacidad de atinar con la esencia de un texto como en este caso, ya que, más allá de la defensa del ex ministro, la acusación de fondo del escritor peruano es que seríamos un país tan venenoso que pierde buenas oportunidades históricas por su irresistible tendencia a emponzoñarse.

Me cuesta deliberar si es lúcido o falaz compararnos con un animal tan delicado y encantador como el escorpión -mi signo zodiacal, por lo demás-, porque considero que los países son aglomeraciones circunstanciales de personas cuya identidad es una conveniente construcción cultural, una ensoñación fraguada por ciertos políticos, militares o poetas o elaborada convenientemente por la élite que captura el Estado, cuya arqueología puede rastrearse y someterse a crítica. Sé que, al igual que a los individuos, no halaga demasiado a la vanidad de los países aceptar que solo existen, pero no consisten, son un fluido, una secuencia precaria de peripecias, nada más.

Cuando nos constituimos como Estado -a principios del siglo XIX-, se hallaba vigente la ideología nacionalista según la cual a cada Estado le correspondía una nación, entendida esta como una entidad espiritual, dotada de una identidad mágica -el alma colectiva- que se prolongaba en el tiempo, otorgaba un sello a todo «lo nuestro» y que compartían las generaciones pasadas, presentes y futuras. Esta conjetura, de dudosa racionalidad, sin embargo es una idea política poderosa que sigue permeando nuestras políticas públicas.

Uno de los rasgos más notorios, sin ir más lejos, del diseño del Ministerio de las Culturas y las Artes, concebido bajo el gobierno de la ex Presidenta Bachelet, es el esfuerzo de percibir a Chile como un Estado «plurinacional» y no «mononacional», lo cual, bajo la apariencia de abolir la ideología nacionalista, la confirma y refuerza, convirtiendo en «naciones» una serie de «pueblos», una noción esta con mucha más prosapia, riqueza de significados y concreción que aquella. La «nación», aunque sea múltiple y no una, es una categoría normativa que elimina diferencias, crea estereotipos, fija lo escurridizo, tiende a promover lo uniforme y evita lo complejo. De ella surgen «los ingleses de América», los jaguares, los escorpiones y esa pegajosa y edulcorada chilenidad que contamina estos días de septiembre.

 

11/09/1973: Ejército es la única rama de FF.AA. que aborda tema en aulas

Por Sergio Rodríguez G., Diario La Tercera,  8 SEP 2018

A 45 años del hito, las tres áreas de la Defensa explican cómo se enseña este capítulo histórico a su personal. Tanto la Armada como la Fach indicaron que el episodio no forma parte de sus mallas académicas.

¿Pronunciamiento militar o golpe de Estado? ¿Quiebre de la democracia, régimen militar o dictadura? Lo ocurrido en Chile, el 11 de septiembre de 1973, tiene aún muchos nombres, apellidos y acepciones. Todos, obviamente, dependientes del lado político e ideológico desde donde se lo mire. Porque no hay sinonimia en cuestiones históricas, se suele decir. Cada palabra representa algo diferente. Una visión, una opinión, un énfasis.

Este martes 11 se cumplen 45 años de lo ocurrido con el gobierno de Salvador Allende. Y ante ese escenario, La Tercera consultó con las tres ramas de las Fuerzas Armadas, actores centrales de aquel hito, cómo se lo denomina hoy en día, si se lo aborda como materia de estudio en las aulas de sus cadetes y aspirantes, si hay alguna “norma de estilo” para referirse al “11”.

Las respuestas tienden a ser evasivas. La fecha, claramente, continúa siendo compleja. En la Fach, por ejemplo, se dijo que “ el tema planteado no es parte de la malla curricular de las escuelas y academias de la Fuerza Aérea de Chile”.

En la Armada, a través de su dirección de comunicaciones, se manifestó que “los episodios de nuestra historia, ocurridos el 11 de septiembre de 1973, no forman parte de las temáticas y asignaturas establecidas en las mallas académicas que se imparten en las escuelas matrices institucionales, tanto en la Escuela Naval como en la Escuela de Grumetes”.

La Marina agregó que “el énfasis está en las materias relacionadas con la formación profesional naval propias de la institución, y que requieren las futuras dotaciones para enfrentar los desafíos de su tercer siglo de existencia”.

También se destacó que, dado que no existe un libro orientado a esta temática, ni se enseña lo sucedido el 11 de septiembre de 1973, tampoco “se cuenta con una denominación específica”.

En el Ejército, en cambio, sí se dio cuenta de otro tipo de acercamiento al tema.

“Las escuelas formadoras del personal militar enseñan este hecho, tomando como base los conocimientos elementales de los procesos históricos más relevantes del siglo XX, relativos al acontecer nacional e internacional, y que permitan a los alumnos comprender hechos políticos, económicos, sociales y militares ocurridos en ese período en nuestro país. En este marco, y a través de la asignatura Historia Contemporánea de Chile y el mundo, se da a conocer la evolución histórica nacional y mundial”, se indicó en esta rama castrense.

La institución añadió que “dicha asignatura considera, primeramente, un marco global histórico respecto de las grandes transformaciones políticas, sociales, económicas y militares en Chile y el mundo, en la primera mitad del siglo XX (…) Posteriormente, se desarrollan temáticas sobre la situación de nuestro país y los efectos de la II Guerra Mundial, en un contexto nuclear y de Guerra Fría. Lo anterior permite comprender la situación histórica nacional, marcada por los hechos que desembocaron en el 11 de septiembre de 1973. Se finaliza el estudio histórico con las relaciones político-militares a partir de 1990, que permite al alumno comprender la relación de la sociedad y el Ejército en los años de transición a la democracia y el impacto de la globalización en la Defensa, frente al siglo XXI”.

 ¿Y dentro de la sala?

Eso, en lo formal. Lo institucional. Un poco diferente, sin embargo, reconocen en “off” algunos uniformados activos, es la forma como se aborda el 11 de septiembre en la privacidad y confianza del “pasillo” y del aula de clases. Esto, incluso, más allá de signos más “visibles”, como por ejemplo el monumento y la sala del Museo Naval que honran al fallecido almirante José Toribio Merino, integrante de la Junta Militar de Gobierno, en 1973.

“Hay de todo, tal como en el espectro social. Ante alguna pregunta específica, hay profesores para quienes el 11 es una gesta y otros que lo califican como una equivocación. Sin embargo, son los alumnos, el personal más joven, los que realmente no se ven interesados en esto. Para la mayoría, la verdad es que ya no es tema”, dice un oficial de Ejército, quien pidió reserva de su identidad.

Actualmente, una eventual celebración formal, ya sea con un acto, una entonación de himno o cualquier otra manifestación, es derechamente motivo de sanción administrativa.

La Constitución Política de Chile establece, en su artículo 90, que las FF.AA. y Carabineros, “como cuerpos armados, son esencialmente obedientes y no deliberantes. Dependientes del Ministerio encargado de la Defensa Nacional, son además profesionales, jerarquizadas y disciplinadas”.

Bajo ese orden lógico, son también entidades públicas, compuestas por funcionarios para quienes, a través de diferentes fallos de la Contraloría, se ha establecido la imposibilidad de participar en actividades proselitistas en horarios de trabajo. Sus actividades conmemorativas son determinadas a través de reglamentos e instructivos de mandos. Y todo comportamiento no autorizado supone sanciones, incluyendo arresto y sumario.

De hecho, en la actualidad no existe ningún reglamento ni decreto respecto de la conmemoración del 11 de septiembre, como sí lo hay para el “Juramento a la bandera”, el “21 de Mayo”, el “Día del reservista” y otros.

 Los caminos

Francisco Vidal (PPD), profesor, ex ministro de Defensa y quien hizo clases en la Academia de Guerra dijo que “con Augusto Pinochet se hacía una reivindicación del 11, y ahora se ha llegado a un punto institucional muy distante de aquella fecha. Por cierto que es algo que genera tensión en la familia militar. Sin embargo, el hecho de que las FF.AA. no lo conmemoren, es un paso en el camino correcto, como instituciones obedientes, no deliberantes y subordinadas al poder civil”.

Para el diputado UDI Osvaldo Urrutia, miembro de la Comisión de Defensa de la Cámara, “es muy difícil y complejo que las ramas de las FF.AA. expresen sobre el 11 de septiembre lo que en su fuero interno deben sentir. Sería políticamente incorrecto, imprudente. Fue un golpe de estado bien dado, que debía darse, pero aún históricamente demasiado cercano en el tiempo”.

 

El Valor de la Palabra Empeñada

Por Cristián Labbé Galilea

Los temas dieron para “un barrido y un fregado”; una animada conversación junto a una moderna parrilla sustituyó a nuestra habitual tertulia; un improvisado quincho remplazó a la tradicional ramada; el otrora cordero al palo cedió al choripán y al asado tira; como siempre las discusiones giraron en torno a cuestiones políticas, entre ellas cómo los diferentes actores se estaban aprovechando de septiembre para llevar agua a sus molinos.

Entre los presentes fue recurrente el malestar por la forma en que se corrompía la memoria y se falseaba la historia…: “el 11 se pudo haber evitado…; Allende iba a llamar a un plebiscito…; nunca se estuvo al borde de una guerra civil…; la violencia terrorista era solo un tema retórico…; la Democracia Cristiana nunca estuvo de acuerdo con la intervención militar…” ¡Suma y sigue…!

Lo que más concitó molestia en los presentes fue el que se dijera que nadie había llamado a los militares y mucho menos que los habían apoyado, y que ahora todos se arrogan el haber sido los artífices de la recuperación de la democracia y los virtuosos proyectistas del progreso del país.

Comentamos que a 30 años del plebiscito de 1988 se  programaban eventos con bombos y platillos, y se repetía la falaz versión de que “se derrotó a la “dictadura” sólo con papel y lápiz…” (Cuando el propio Teillier reconoce que no fue sólo con papel y lápiz, en una clara alusión al fusil terrorista).

En estos días, afectados por una “amnesia consciente”, unos parecieran no recordar los hechos y otros, aun habiendo sido parte de ellos, prefieren hacer “la vista gorda” de lo que sucedió en aquellos años y en los siguientes.

Hoy el mundo de la política no recuerda que los militares -desde el primer día- fijaron formalmente el itinerario que seguiría el curso de la reconstrucción de nuestra democracia; tampoco se acuerdan de quienes ejercieron la oposición al gobierno militar con una virulencia y una violencia no antes vista; mucho menos reconocen que fueron los militares quienes convocaron al plebiscito, los que lo garantizaron y los que respetaron dignamente los resultados…

En estas fechas son escasos los que reconocen el curso de la historia y que fueron los militares los que recuperaron nuestra democracia cumpliendo -como siempre lo han hecho- con la palabra empeñada…

Ante los ojos del mundo no existe otro caso donde los militares hayan entregado el poder a sus más enconados opositores, con tanta formalidad y transparencia como se hizo en nuestro país, y donde la historia se haya tergiversado tan mañosamente.

Al terminar nuestra parrillera tertulia señalé que había que tener la fuerza que daba el orgullo de haber cumplido con la palabra empeñada porque, si bien en estos días había una obsesión por vestirse con el triunfo en el plebiscito del 88, debíamos considerar que la historia -siempre más justa que los hombres- reconocerá que fueron los soldados los verdaderos vencedores de aquella gesta, porque siempre… ¡una noble derrota, tiene la dignidad que una ocasional victoria… no conoce! (J.L.Borges)

 

¡Yo pido… yo demando!

  • Por Roberto Hernández Maturana

Escribo estas líneas con un profundo sentimiento de frustración. Ello porque constato que vivimos atados a un pasado que nos impide mirar hacia el futuro, especialmente por la acción de organismos de izquierda empeñados en buscar venganza más que justicia, e incentivados por mecanismos perversos de compensaciones económicas que día a día salen a la caza de ex uniformados, con denuncias a troche y moche, bajo un sistema judicial derogado en Chile pero que se continúa aplicando a los ex uniformados, donde el Juez del Crimen (quien a su vez emite sentencia) emite órdenes de investigar a la Policía de Investigaciones; donde el procedimiento es escrito, secreto en la etapa de sumario y mediado a través de actuarios; donde la víctima, el imputado y los testigos declaran al tenor de las preguntas del actuario, y sin asistencia de abogado; donde el Juez tiene la facultad de dictar auto de procesamiento en contra de un inculpado, esto es, formalizar en su contra e iniciar un proceso de persecución penal; donde la acusación es dictada por el mismo Juez que investigó; donde la mayor parte de la prueba (la mayoría solo testimonios imprecisos) se recibe en el Sumario, que es secreto.

Pero todo esto es sabido…, los viejos soldados no piden misericordia… piden Justicia…, la misma que se da a todo ciudadano de este país y no aquella que se ejercía bajo un sistema que precisamente fue derogado por sus graves imperfecciones.

Por ello los militares retirados confiaron (aunque con reticencia) a la oferta que en 2009 les hizo el entonces candidato presidencial Sebastián Piñera de “aplicar la ley” y el “estado de derecho” así como aquella de “terminar con el incesante desfile de ex militares por tribunales” que él candidato llevado por un irrefrenable entusiasmo expresó ante una nutrida concurrencia que creyéndole, le aplaudió de pie… y el mundo militar en retiro mayoritariamente le apoyó porque no había otro y “por el bien superior del país» para sacarlo del retroceso que estaba significando el gobierno de izquierda saliente.

Pronto llegó el desengaño, bajo el gobierno de Piñera aumentaron los procesos, los encarcelamientos y la inequidad judicial continúo…, lejos de eso, el propio Piñera aumento los agravios al cerrar el penal Cordillera y hacinar viejos militares en el penal de Punta Peuco;   criticó a los pocos partidarios civiles que aún reivindicaban la obra del gobierno militar tratándolos de “cómplices pasivos”, todo ello buscando en vano atraer simpatías de los sectores de izquierda proclives a la Concertación opositora, convirtiéndose en esta materia en un continuador y perfeccionador de la  política de “Derechos Humanos” de la coalición de centro izquierda.

El gobierno de Michelle Bachelet no fue sorpresa para los ex uniformados en materia de persecución político judicial…, pero era algo que no les sorprendió era esperable…

La derecha consciente de que con el apoyo del “mundo militar en retiro” podría recuperar terreno, desplegó sus primeras redes y se acercó nuevamente a las organizaciones de ex uniformados para pedir su apoyo en las elecciones municipales de 2016. Fui testigo de alguna de esas reuniones con gente que hoy integra el actual gobierno, donde dichas personas, entre las que se encontraba el actual ministro del interior, y otros personeros, manifestaron sus simpatías a los militares con los que se reunieron y apelaron nuevamente al patriotismo de los ex uniformados para obtener apoyo para sus candidatos a alcaldes y concejales… pero la persecución continuó inalterable.

Y llegó 2017, donde Sebastián Piñera nuevamente aspiraba a la primera magistratura. Pero esta vez los ex militares y policías no estaban dispuestos a pisar nuevamente el palito. Por su parte José Antonio Kast encarnaba y hacía suyas las demandas de justicia “justa” de los ex uniformados.

De todas maneras, los candidatos a Senadores y diputados de derecha iniciaron un intenso acercamiento las organizaciones de esos viejos militares, apelando a respaldar sus aspiraciones de lograr una justicia»justa» y al tan manido «Interés superior de Chile», que sabian está en el ADN de los ex uniformados.

El colmo de esto fueron los abiertos llamados del Comando de Sebastián Piñera, liderado entonces por el ahora Ministro del Interior Andrés Chadwick, poco antes de la primera vuelta electoral del 19 de Noviembre de 2017, para sostener reuniones de acercamiento, “no importando lo que pasara ese 19 de Noviembre” si no para que conociéramos su programa respecto  a los temas que nos afectaban y a la búsqueda de soluciones a la problemática que afectaba y sigue afectando a cientos de viejos militares en retiro… fui testigo.

Después del 19 de noviembre los cantos de sirena se redoblaron… El propio José Antonio Kast llamó a sus votantes a apoyar a Piñera para evitar el desastre que significaría otro gobierno de la “Nueva Mayoría”. El Jefe de Campaña del candidato Piñera, Andrés Chadwick se reunió con los dirigentes de varias organizaciones de militares en retiro y junto con solicitar su apoyo se comprometió a buscar soluciones administrativas, a la presentación de proyectos de ley y a emplear la facultad de los indultos. Ante la desconfianza de los ex uniformados manifestó que el candidato había cambiado, que su intención era dejar un Chile reconciliado, y que no repetiría los errores de su primer gobierno… y apeló a eso que les resultó siempre con los militares… “el bien superior del país” … fui testigo.

Pasada la elección y habiendo pasado 6 meses de la asunción del actual gobierno, las puertas de los “señores políticos” se cerraron herméticamente para los ex uniformados… los senadores y diputados volvieron a sus quehaceres y disputas…, el “estoy ocupado”, “estamos preocupados de Uds.” …, “no es el momento” …, “tienen que entender” …, “quédense callados”, etc. Fueron las respuestas más comunes a las solicitudes de los dirigentes de organizaciones de ex uniformados. Soy testigo

¿Y el gobierno?… nada…, nada, ni siquiera una respuesta a cualquier solicitud de audiencia, ni siquiera una señal, al revés, las señales son inquietantes. Día a día cede ante los requerimientos de una oposición cada día más obstruccionista y dispuesta arrasar la historia y los valores, y cobrar venganza de una generación de militares y policías que vivieron como subalternos los aciagos tiempos anteriores y posteriores a 1973, donde fueron ellos, los políticos, no los militarem, los que descalabraron el país, y donde la gran mayoría de esos jóvenes uniformados vivió su profesión militar con abnegación y estoicidad las crisis de 1974 con Perú, la cuasi guerra con Argentina de 1978 (el año que marchamos a la guerra)y sus “replicas” como la de 1981, todas vividas en la ignorancia de la mayoría de la población civil para no alarmarla (cosa que en la actualidad ha significado una ignorancia histórica total), para no hablar de la participación que a esa generación le correspondió en ayuda a sus compatriotas en variadas catástrofes naturales  tan frecuentes en nuestro país.

Así, el gobierno de Sebastián Piñera y sus parlamentarios de “Chile Vamos” cada día se alejan más del “mundo militar en retiro” (quizás esperando que los viejos militares se mueran pronto), permitiendo que la persecución político judicial continúe y que viejos militares continúen muriendo en prisión.

Volverán a acercarse a las organizaciones de ex militares para las elecciones de Gobernadores alcaldes y concejales en 2020. Volverán a hablarnos del “bien superior de Chile”.

Para los ex uniformados este debe ser un “reconocimiento en fuerza” … Será tiempo de hacerle saber al gobierno y a Chile Vamos que se puede ser imbécil muchas veces…, ¡pero no para siempre!

Yo pido… YO DEMANDO desde ya a los dirigentes de organizaciones ex miembros de las FF.AA., Policías, Gendarmería, Jubilados y Montepiadas, a unirnos a partir de este momento, y expresar nuestra intención de no votar en 2020 por este gobierno y los candidatos que presente. Si el gobierno y sus parlamentarios nos muestran con hechos concretos el cumplimiento de los compromisos adquiridos, habrá tiempo para decidir en consecuencia el día de las elecciones. Y LO MISMO VALE PARA 2021 cuando se realicen las elecciones presidencial y parlamentarias.

La persecución político judicial que afecta a un número creciente de viejos soldados solo puede ser solucionada políticamente.

Aún somos muchos, pero atomizados. Sin embargo hay un objetivo que nos puede unir desde ya sin afectar la identidad de cada organización de ex uniformados… la unidad del voto y esto es unirnos desde este momento para no votar por Chile Vamos… a no ser que antes veamos un cambio.

Amar a la Patria

Hace unos días, en Temuco, tuve el honor de ser invitado a la casa de un ex soldado. Ambos servimos en la misma unidad militar, el Regimiento de Infantería de Montaña N* 20 “La Concepción” de la ciudad de Lautaro. Unidad que posteriormente se fusionó con el actual Destacamento “Tucapel” de Temuco.

Me acompañó un muy buen amigo, hoy Reservista del Ejército de Chile. ¡Qué velada más emocionante! Junto a una buena taza de té, unos panes amasados con mantequilla y palta, una salamandra que hacía más cálido y emocionante ese momento y la familia de mi ex soldado. Todos, haciendo recuerdos de lo que sucedió hace 40 años.

Mi amigo, de la antigua arma de Caballería, defendiendo el territorio de Chile en Galletué e Icalma. Una sección de ametralladoras Rheinmetall, transportada a lomo de caballos, como parte de una unidad mayor para impedir un inminente ataque Argentino.

Por mi parte, junto al dueño de casa que hoy tiene 58 años, adelantados en una húmeda trinchera a metros del Paso Internacional Pino Hachado. Una sección de “Cazadores” con algunas armas anti tanque. Un subteniente, tres Suboficiales y treinta soldados reclutas, ese año 1978, tenían que impedir que por ahí no pasara ningún tanque Argentino.

Una amenaza blindada, que en tan solo 48 horas pretendía arrasar con cualquier chileno que se le cruzara en su avance hacia Lonquimay, Victoria y Temuco, con la intención de dividir en dos a Chile. Ahí, en esa misma trinchera, nuestro hogar, por días, semanas y meses, junto a los soldados Troncoso, Huenupán, Ñiripil, Cofré, Hauri, Colipí, Molina, Catrileo, Cayuqueo, Parra, Palma, Krumel, Alarcón y tantos otros que no logro recordar, nos hicimos soldados de verdad. Soldados de guerra. Ese grupo de jóvenes soldados, que el mayor de ellos no tendría más de 21 años, pertenecía al Regimiento “La Concepcion”, un fundamento más para dar la vida -si fuese necesario- en la defensa de este suelo patrio.

En ese lugar escribí mi última carta de amor y me despedí de la familia. También firmé mi testamento. Así lo exigía la institución. Aferrados a un fusil y un corvo pasamos frío y hambre pero jamás dudamos de nuestra misión.

Los soldados bajo mi mando -uno de los cuales ahora me invitó a su casa- en esas trincheras, aprendieron a disparar, a mimetizarse, a marchar y entonar vibrantes himnos militares pero, más que todo, supieron y practicaron la camaradería, la disciplina, el deber y el honor.

Unos kilómetros más atrás, cientos de reservistas se habían movilizado. Los trenes día y noche desde el ramal de Púa, entre Victoria y Lautaro, habían hecho su trabajo llevando a los Reservistas hasta el Vado de Tucapel. La segunda y última línea defensiva que ponía por delante un obstáculo natural: el río Bío Bío. Si la ofensiva blindada Argentina llegaba hasta ahí, quería decir que nosotros ya éramos leyenda.

Reservistas que en su aniversario en este mes de septiembre, desde Arica a Porvenir y, de cordillera a mar y aire, celebrarán su vocación de servicio a la Patria. Miles de ciudadanos, con y sin instrucción militar que año a año se suman a las Fuerzas Armadas para completar unidades en caso de guerra, conflicto o catástrofe.

Finalmente, estimó, se podrá ser chileno sin amar a la Patria, pero no se puede ser soldado ni Reservista, sin amar al Ejército de Chile.

El Estatuto de Roma y los beneficios carcelarios

Por Lilian Olivares, extractado de El Mercurio, 3 de Septiembre de 2018

Los abogados especialistas Álvaro Paúl y Edgardo Riveros responden dos preguntas clave.
 

El tema de los beneficios a condenados por Derechos Humanos sigue en controversia.

Tanto para los parlamentarios que acusan a los ministros de la Corte Suprema por haber otorgado libertades condicionales a 6 condenados, 5 de Punta Peuco y uno de Colina 1, así como para algunos que defienden beneficios y apelan al Estatuto de Roma.

Dicho estatuto se hizo en Roma en 2002, con el objeto de crear una Corte Penal Internacional de carácter permanente, independiente y vinculada con el sistema de las Naciones Unidas, que tenga competencia sobre los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto. Corte que, precisa el documento, «será complementaria» de las jurisdicciones penales nacionales de cada Estado firmante.

Álvaro Paúl, máster en Derecho de la Universidad de Oxford, profesor de Derecho Internacional Público e Introducción a los Derechos Humanos en la Universidad Católica; y Edgardo Riveros, ex subsecretario de Relaciones Exteriores, abogado UC, magíster en Ciencias Políticas y Derecho Internacional Público en la Universidad de Bonn, profesor de Derecho Internacional y Constitucional en la Universidad Central, abordan el contenido del Estatuto, al que se alude como «la última verdad» en medio de esta polémica.

-¿En alguna parte del Estatuto de Roma se señala expresamente que estos condenados no pueden recibir beneficios carcelarios?

Álvaro Paúl: -No, en ninguna parte del Estatuto se señala que ellos no pueden recibir beneficios carcelarios. Lo único que hace el Estatuto es decir cuándo se aplicarán beneficios carcelarios a las personas que han sido juzgadas por el Tribunal Penal Internacional. Como ve, no se refiere a lo que hagan los tribunales nacionales. Lo que ocurre es que algunas personas consideran que lo que se establece en el Estatuto de Roma para el Tribunal Penal Internacional es un modelo a seguir (lo llaman un «estándar internacional»), pero no es nada que obligue a Chile. Así, queda al debate interno cómo es que se deben establecer los beneficios carcelarios dentro del país.

Edgardo Riveros: -La norma específica que se refiere a la materia en consulta es el art. 110 del Estatuto, que por naturaleza de especial gravedad que poseen los crímenes internacionales que conoce la Corte Penal Internacional (crímenes de guerra, de lesa humanidad y genocidio), establecen requisitos especiales para eventuales beneficios carcelarios, y más exigentes que los que pudieran establecerse para delitos comunes.

-¿Estima que sería bueno para Chile que se legislara o reglamentara en qué casos se otorgarán beneficios carcelarios a presos por delitos de lesa humanidad?

Álvaro Paúl: -Esto es algo prudencial. Lo importante es que al decidir sobre esto se tenga presente que las sanciones por estos delitos no son bajas (como dicen algunos); que los condenadas por delitos de lesa humanidad pueden tener niveles muy distintos de participación (y por lo tanto, de responsabilidad); que el recurso a la prisión es generalmente considerada como la ultima ratio (es decir, como un recurso para cuando no hay mejores opciones), y que las personas condenadas por estos delitos son juzgados según el procedimiento penal antiguo, lo que constituye una discriminación respecto del resto de la población nacional. A mí me parece que es más urgente legislar para que los acusados por estos delitos sean juzgados según el procedimiento penal nuevo, pues a ellos se les está aplicando el procedimiento penal antiguo, que es uno que no reconoce el principio de inocencia, que institucionaliza la parcialidad del juzgador y desconoce las garantías mínimas de los procesados. En efecto, en palabras del entonces Presidente Frei, dicho proceso «posee una estructura inquisitiva, absolutista y secreta, que despersonaliza al inculpado y que no se corresponde con la noción de ciudadanía propia de un Estado Democrático». El mantenimiento de este procedimiento puede afectar el prestigio de los procesos por las violaciones de la dictadura.

Edgardo Riveros: -A mi juicio, basta con lo establecido por el artículo 110 de Estatuto de la Corte Penal Internacional, cuyo contenido debiera ser aplicado sin necesidad de ley interna por nuestros tribunales de justicia. Sin embargo, para mayores precisiones pudiera establecerse una ley interpretativa a este respecto.

«Basta con lo establecido por el art. 110, que establece requisitos especiales para eventuales beneficios carcelarios».
EDGARDO RIVEROS

«A mí me parece que es más urgente legislar para que los acusados por estos delitos sean juzgados según el procedimiento penal nuevo».
ÁLVARO PAÚL

EL ESTATUTO DETALLA CONDICIONES PARA REDUCIR LA PENA

IRRETROACTIVIDAD
Nadie será penalmente responsable de conformidad con el presente estatuto, por una conducta anterior a su entrada en vigor.
De modificarse el derecho aplicable a una causa antes de que se dicte la sentencia definitiva, se aplicarán las disposiciones más favorables a la persona objeto de investigación, enjuiciamiento o condena.
ESTADO TIENE PRIORIDAD
En su artículo 17, el Estatuto señala que una de las razones por las que la Corte penal Internacional no admitirá un caso será cuando «el asunto sea objeto de una investigación o el enjuiciamiento o no pueda realmente hacerlo». O «cuando «el asunto haya sido objeto de una investigación por un estado que tenga jurisdicción sobre él y este haya decidido no incoar acción penal.
LO QUE DICE EL ARTÍCULO 110 DEL ESTATUTO DE ROMA:
«Cuando el recluso haya cumplido las dos terceras partes de la  pena o 25 años de prisión, en caso de cadena perpetua, la Corte examinará la pena para determinar si esta puede reducirse. El examen no se llevará a cabo antes de cumplidos esos plazos». Y acota «Al proceder al examen la Corte podrá reducir la pena si considera que concurren uno o mas de los siguientes factores:
a) Si el recluso ha manifestado desde el principio, y de manera continua su voluntad de cooperar con la corte en sus investigaciones y enjuiciamientos.
b) Si el recluso ha facilitado de manera espontanea la ejecución de las decisiones y órdenes de la corte en otros casos, en particular ayudando a esta en la localización de los bienes sobre los que recaigan las multas, las ordenes de decomiso o de reparación que puedan usarse en beneficio de las víctimas; o
c) Otros factores que permitan determinar un cambio en las circunstancias suficientemente claro e importante como para justificar la reducción de la pena»

Termitas de la Historia

Por Cristián Labbé Galilea

¡Por fin llegó septiembre…  con toda su carga emocional y política!  Para unos, los más antiguos… “qué alegría haber pasado agosto”; para otros, los más activos y laboriosos… “llegó un nuevo el periodo de vacaciones”; para los optimistas y románticos… “llegó el buen tiempo y la primavera”; un pesimista feligrés advirtió… “ojo, agosto los menea y septiembre se los lleva…” y por último, los ideologizados de siempre para quienes lo único que interesa es… “mantener viva la llama del odio y la división”.

Pero lo que está claro es que cada día son menos los que relacionan este mes con la patria y sus tradicionales costumbres: el circo, la parada militar, las ramadas… las empanadas con vino tinto, la cueca y la “chicha baya”… muchos menos son los que se dan “el trabajo” de poner la bandera en su casa…

Por lo mismo, a riesgo de ser tildado de fetichista, idólatra, pagano o ultra, reclamé sobre el poco sentido que se le daba en estos tiempos a nuestros símbolos patrios, a nuestras costumbres, a nuestras tradiciones y a nuestra independiente vida republicana.

Señalé con preocupación a mis parroquianos lo que pasaba en otras latitudes que suelen ir unos pasos al frente de nuestro andar, donde todo lo que tenía que ver con los símbolos, los ritos y las tradiciones, había sido degradado en beneficio de una sociedad sin identidad, donde todo se transa y donde lo único que importa es… el presente episódico.

Puse como ejemplo a la “madre patria” donde para muchos: la bandera española era un símbolo nacionalista, propio del franquismo; donde el español era un idioma que había que abandonar para recuperar las lenguas de las autonomías; es decir, lo que prevalecía eran los separatismos…

Un optimista contertulio me interrumpió: “Eso no va a pasar nunca en nuestro país…”.

Lo anterior me dio pábulo para sostener que: “para muchos… ya no somos una nación mestizada, fundida y hermanada a través del tiempo y de la historia, sino que, debíamos ser entendidos sólo como “un colectivo”  compuesto por diferentes culturas y realidades…”

Antes de que alguien reaccionara recordé que hoy hablamos del “Ministerio de las culturas”

(subrayé… de las culturas); hice ver  de que en concentraciones, marchas y protestas, así como en el frontis de casas particulares y de edificios públicos, “ya no flamea solo la tricolor, sino que destacan las banderas de todo tipo de minoría…

Cuando la discusión derivó en el tema de las minorías interrumpí para indicar que el tópico de esta semana no era ese sino que el mes de la patria y la poca gente que embanderaba sus casas (porque no estaban ni ahí), de que ya nadie leía al historiador Eyzaguirre (porque prefieren la “Historia Secreta” de Baradit), de que nadie vibraba con las costumbres y las tradiciones (porque preferían el regatón, el “terremoto” y la cumbia)…

Al final, coincidimos en que “los símbolos, las tradiciones y la historia que con el tiempo nos habían unido… ahora nos estaban dividiendo producto de una política de odio y de intolerancia” y en que “las termitas de una nueva historia… nos estaban carcomiendo peligrosamente” por lo que este mes debíamos embanderar como nunca nuestras casas… (¡Yo ya puse la mía!).