Por Roberto Hernández Maturana
La batalla imaginaria salida de la ágil mente de Evo Morales y sus asesores de la que “hasta ahora” no se tenía ningún registro, ni fuentes, ni partes militares, ni informes, ni habían testimonios, y que ni siquiera consignaban los libros de historia e investigación de ambos países, mágica y asombrosamente fue “descubierta” por el Ministerio de Defensa de Bolivia que recientemente publicó “Memorias del Coronel Ezequiel Apodaca. Potosí-Cotagaita-Camino a Canchas Blancas 1879-1880”, documento oficial e inédito cuyo lanzamiento coincidió con la conmemoración del día del Mar en ese país, donde tanto Evo Morales como su vicepresidente Álvaro García Linera en conferencias de prensa hicieron apologías y loas a la gesta del ahora famoso coronel Apodaca.
Según el presidente Evo Morales, esta “gran victoria” del pueblo boliviano sobre el invasor chileno, fue una de las más grandes gestas de Bolivia durante la guerra. Morales nos dice que Chile deseaba apoderarse del sur del país altiplano, pero “el pueblo bajo, el ejército y las comunidades indígenas se unieron para realizar tal epopeya”.
Cuando los periodistas le consultaron porque no se sabía nada de esta grandiosa victoria, Morales dio la explicación más peregrina que se pudiera dar, dijo: «la gesta fue (maliciosamente) escondida por las élites de ambos vecinos, aún más Chile viola el derecho a la información. Por su parte el vicepresidente García Linera aseguraba que existía una gran conspiración de las élites para acallar un hecho que hubiera traído consecuencias graves para Chile, como era involucrar al Paraguay a una lucha contra Argentina “…que los chilenos no solo querían “quitar” el mar a Bolivia, sino todo su territorio sureño y llegar hasta Paraguay para supuestamente promover desde allá una guerra contra Argentina”, en esta misma línea el , jefe del departamento de Historia del Ejército Boliviano, Coronel Edmundo Sanabria señaló que “esa documentación era comprometedora contra Chile” ,y por tanto, hubo un pacto de silencio entre grupos de la élite boliviana y chilena para recuperar los panfletos y negar la batalla de Canchas Blancas.
Las explicaciones dadas por las autoridades bolivianas sobre el desconocimiento oficial hasta la fecha de estos hechos son verdaderamente ridículas: La prensa chilena durante todo el conflicto tuvo una extrema libertad de información, tanto así que el almirante peruano Miguel Grau en su bitácora nos expone que gran parte de las acciones chilenas las leía en los diarios que incautaba.
Otro punto que es difícil de entender es por qué las élites tanto de Chile como de Bolivia guardaron silencio. Se podría comprender que la oligarquía chilena deseara un silencio encubridor, pero ¿Por qué las élites bolivianas iban a defender los intereses de Chile, aún más permitir un encubrimiento?, ¿qué ganaban los empresarios bolivianos en concreto ayudando a la oligarquía chilena?. Morales y sus imaginativos ministros inventores de victorias aún no han podido establecer las causas concretas de esta supuesta ayuda, solo se han quedado en sus básicas y simplonas, pero altisonantes declaraciones.
El muy celebrado documento “recién encontrado” nos relata una batalla ocurrida el 12 de noviembre de 1879, en que se describe como el ejército de Bolivia propinó una durísima derrota a las tropas chilenas en la zona conocida como Canchas Blancas, en la región de Potosí, causando centenares de bajas y evitando una invasión a todo el sur de Bolivia. Según esta versión, el hasta ahora desconocido Coronel Apodaca relata que el ejército tenía reportes sobre la presencia en la zona de Canchas Blancas de unos 1.400 soldados chilenos principalmente de infantería con apoyo de caballería y artillería con la misión de apoderarse de la ciudad de Potosí y de los ricos yacimientos minerales existentes en el lugar, además de conectarse con la frontera Paraguaya y realizar una alianza a través del llamado a su nacionalismo recientemente humillado en la guerra de la Triple Alianza.
La versión boliviana indica que después de una intensa batalla el Coronel boliviano Mariano Lino Morales,reportó 300 chilenos muertos y 400 heridos, muchos de gravedad “que a cada rato mueren por heridas recibidas en combate con bayoneta”. Del mismo modo se afirma que se capturó gran cantidad de armamento y caballos, además de (curiosamente) miles de panfletos que mostrarían una supuesta intención de Chile de atravesar Bolivia para llegar a la frontera con Paraguay.
El problema de esta fuente es que no se puede contrastar con ninguna otra, por lo que deberíamos “suponer” su realidad y no una alucinación del supuesto coronel Apodaca, o de Lino Morales quien firma el reporte y no el supuesto Apodaca, o finalmente… una falsificación burda falsificación del gobierno de Evo Morales.
Un simple análisis lógico de esta absurda creación histórica nos permite afirmar que 1.400 soldados chilenos era una fuerza de gran magnitud para la época, siendo la población de Chile en 1.879 inferior a los dos y medio millones de personas. El historiador chileno Gonzalo Bulnes nos dice que en la campaña de Tarapacá que se realizaba en forma paralela a los supuestos hechos descritos las fuerzas chilenas totalizaban 9.500 hombres. Por tanto, la perdida de tal cantidad de soldados y un desastre de esa envergadura habría sido imposible de encubrir, más aún, con una prensa chilena bastante irresponsable que informaba libremente acerca del conflicto y realizaba ácidas críticas al gobierno cada vez que las fuerzas del país sufrían un revés, recordemos el caso de la pérdida del barco de trasporte Rimac, o el desastre sufrido por Chile en Tarapacá, única derrota reconocida por los historiadores, y que no fuera aprovechada por las fuerzas peruano – bolivianas que se retiraron al norte dejando Tarapacá en manos chilenas.
Según el supuesto parte del supuesto Coronel Apodaca en la supuesta “Batalla de Canchas Blancas” 300 soldados murieron, cifra que equivale a los muertos chilenos en la ya mencionada batalla de Tarapacá, mientras otros cuatrocientos cayeron prisioneros, si sumamos a los prisioneros y los que habría logrado huir, mil cien soldados chilenos debieron guardar silencio toda su vida, además de sus familias. A esto debemos agregar que difícilmente la élite chilena en que gran parte de sus jóvenes formaban parte de la oficialidad, difícilmente hubiera permanecido callada sin haber hecho sentir su influencia política, cultural y económica, ante los prisioneros o muertos ea batalla.
Por otra parte, la logística requerida para abastecer en campaña a un contingente muy numeroso de hombres y animales que debieron cruzar el desierto y luego avanzar por el altiplano en zonas pobres en forraje, alimentación, agua y vituallas en zonas pobres agrícolamente como Calama, San Pedro y Chiu –Chiu hubiera requerido de un gran esfuerzo logístico para trasportar medios desde la zona central de Chile, cuestión que fue el mismo problema logístico que mencionan los presidentes bolivianos de la época Hilarión Daza y Narciso Campero para desistir en organizar una contra ofensiva hacia el litoral. No existe ningún registro, evidencia o testimonio acerca de adquisiciones trasporte o movimientos de unidades en la zona interior de Calama.
Finalmente, la supuesta batalla se dio el 12 de noviembre de 1879, fecha en que el ejército que ocupaba la zona de Antofagasta se componía de un batallón del regimiento de infantería “Lautaro” que tomo posición en la ciudad de Tocopilla y parte del regimiento de caballería “Cazados del Desierto” que fue destinado a guarnecer Calama. Las tropas chilenas no ascendían a más de 600 hombres aproximadamente, el resto del ejército o sea 9.500 soldados se encontraban en plena campaña de Tarapacá, después de haber conquistado el puerto de Pisagua a fines del mes octubre de 1879. Como se puede apreciar, Chile no tenía las tropas que el Coronel Apodaca dice haber batido en la zona de Canchas Blancas.
En los partes oficiales del ejército de Chile no se hace ninguna alusión, no hay cartas, ni diarios. Tampoco se tiene ninguna noticia sobre los prisioneros, y no aparecen en los registros oficiales cuando se firmó el armisticio de 1884; ni existen antecedentes en las listas de intercambio de prisioneros seguido con cierta regularidad por los tres países, siguiendo la convención de Ginebra.
Por el lado boliviano es exactamente lo mismo, no hay cartas, ni diarios, no se menciona en el “Diario de la Campaña de la Quinta División” texto muy exhaustivo, que si menciona otras escaramuzas con tropas chilenas. Nunca Narciso Campero, comandante de la División, menciona lo de Canchas Blancas en sus cartas, ampliamente difundidas, sobre todo la del 23 de noviembre firmada en Tomave, 11 días después del supuesto hecho de armas, teniendo en consideración que, según el relato de Evo, una delegación de tres oficiales entre los que habría estado el supuesto Coronel Apodaca fueron a informar personalmente a Campero sobre la “victoria”. Necesario es indicar también que ningún oficial boliviano que habría participado en el encuentro bélico, a excepción del citado Apodaca habla de la batalla, en cartas, memorias o texto de alguna clase, tampoco sus familiares escribieron a título de memorias o relatos sobre tal “gesta”.
A lo anterior se agrega que ningún gobierno anterior al de Evo Morales, incluso los más nacionalistas, habían celebrado este triunfo. Pensemos que Bolivia siempre ha exaltado sus derrotas heroicas frente a Chile, como la batalla de la toma de Calama (Topater), Germania, Pisagua, San Francisco, Tacna (Campo de la Alianza), entre otras, sin duda hubiera celebrado muchos años antes una batalla victoriosa de las proporciones citadas en el diario de Apodaca y no esconderla por más de cien años, cuando ningún daño podría causar a las “élites de poder de los dos países”.
La realidad era que la V División boliviana al mando de Narciso Campero no estaba preparada para ningún encuentro, carecía de suficientes tropas bien entrenadas, mal equipados con armamento muy antiguo, incluso fusiles de chispa, sin suficientes animales tanto de carga como monturas, y sin dinero, incluso para pagar los sueldos de la tropa, como el Coronel Rufino Carrasco, quien si es un personaje histórico qie aparece en textos y partes de ambos bandos, hace notar en carta al General Narciso Campero y a su Estado Mayor.
Los únicos hechos documentados en fuentes tanto chilenas, como bolivianas y que habrían podido servir para la febril imaginación de Evo y sus asesores, se produjeron el 6 de diciembre de 1879, en el poblado de Tambillo al Norte de san Pedro de Atacama, donde una guarnición chilena de 20 granaderos a caballo, al mando del teniente Emilio Ferreira, fue sorprendida por 150 hombres pertenecientes a una montonera boliviana, al mando del Coronel Rufino Carrasco…
El teniente Ferreira en carta escrita el 25 de febrero de 1880, al historiador y político Benjamín Vicuña Mackenna desde el puerto de Antofagasta relata: “Yo i la tropa, estábamos resguardados por una muralla de un poco más de metro de altura. El motivo porque eché pie a tierra fué porque solo tenía 52 tiros por plaza, la jente mui recluta para apuntar, i a caballo no habría podido hacer el menor daño a una masa de más de 160 hombres…”
Lo anterior fue ratificado por el Coronel Hilario Bouquet, comandante del Regimiento Cazadores del Desierto, quien en carta posteriormente publicada en el “Boletín de la guerra del Pacífico 1879-1881”, informó al General en Jefe del Ejército Erasmo Escala Arriagada, que la cantidad de soldados de Ferreira no sobrepasaba los veinte. La mencionada carta fue uno de los principales argumentos utilizados por la defensa del teniente Ferreira, a quien se le formó una corte marcial por haber perdido a la casi totalidad de sus hombres. La defensa del oficial se apoyó en la abrumadora superioridad numérica boliviana ratificada en el ya mencionado documento.
La evidencia entonces es demasiado contundente para creer que alguna vez existió una batalla de Canchas Blancas. El gobierno boliviano ni siquiera ha ordenado un estudio arqueológico de la zona para tener más pruebas de la susodicha “epopeya”, o ha permitido a peritos de su país o extranjero revisar el documento “recientemente encontrado”, para verificar su autenticidad a través de pruebas científicas. Por tanto, solo, cabe en este caso dos hipótesis, una que la tan bullada batalla solo haya sido una escaramuza entre una patrulla chilena y fuerzas regulares de la V división, cosa que fue común en esos días, luego claro está exagerada en los textos como la de Tambillo. La segunda que esta sea solo una triste y perversa manipulación del gobierno de Evo Morales para inventar un triunfo y luego sacar provecho político de esto en forma inescrupulosa.
El presidente Morales viene ya hace algún tiempo construyendo un nuevo mito sobre la guerra del Salitre o del Pacifico, con una clara intención de sacar provecho político a largo y corto plazo, buscando dar un golpe efectista a la sociedad entera de su país, para que el país altiplánico que ahora tiene el apellido de plurinacional, logre la tan ansiada salida soberana al mar, a través del litoral legítimamente chileno.
Bolivia a pesar de que el gobierno de Morales ha logrado subir las cifras de educación, analfabetismo, producción, exportación, etc., sigue siendo uno de los países más pobre y subdesarrollados de la región, lejos de sus vecinos Brasil, Argentina, Colombia, Perú o Chile. Sus doce años de gobierno han sufrido un desgaste evidente y ello fue evidenciado el año pasado, cuando el pueblo boliviano negó a Evo en un referéndum realizar algunas enmiendas a la constitución, entre las que se encontraba permitirle nueva reelección.
De allí entonces que en un deseo de mantener su gobierno a toda costa, Morales juega a encender la llama de un patriotismo nacionalista que raya en lo ridículo, con marchas chauvinistas que cada año organiza su gobierno en el día que conmemora la pérdida del litoral, alimentando viejos rencores bajo el slogan “Mar Para Bolivia”, queriendo indicar al pueblo boliviano que Chile es el responsable de su pobreza y subdesarrollo y que aquí sigue estando el enemigo.