La crisis del agua en el mundo y la Antártica… ¿Chilena?

Por Roberto Hernández Maturana

Chile posee un territorio continental que abarca desde Arica a tierra del fuego 756.950 km²

Sin embargo Chile reclama un territorio muchísimo mayor en la antártica o Territorio Chileno Antártico o Antártica Chilena, entre los meridianos 53° O y 90° O. interponiéndose  parcialmente con las áreas reclamadas por Argentina (Antártida Argentina, entre los meridianos 53° O y 74° O al sur del paralelo 60° S) y por el Reino Unido (Territorio Antártico Británico, entre los meridianos 53° O y 80° O al sur del mismo paralelo.

Nuestro país reclama para sí un territorio de  1.250. 257 Kms cuadrados, definido por el decreto 1747, promulgado el 6 de noviembre de 1940  y publicado el 21 de Junio de 1955, del Ministerio de Relaciones Exteriores de  Chile que abarca las islas Shetland del Sur, la península Antártica  (llamada Tierra de O’Higgins en Chile) e islas adyacentes, la isla Alejandro I, la isla Charcot y parte de la Tierra de Ellsworth , entre otras.

Hoy que sabemos que el mundo está sufriendo escasez de agua entendida como la falta de suficientes  recursos hídricos  para satisfacer las demandas de consumo de agua  en una región, nuestra reclamación territorial sobre la Antártica reviste especial importancia.

El 97% del agua del mundo es salada. El 3% restante es agua dulce y se puede encontrar en forma de agua subterránea, lagos, ríos, humedad de suelo, siendo los glaciares y casquetes polares la mayor reserva de agua dulce.

A pesar de que la precipitación de la Antártica es comparable con las zonas más secas del mundo, el continente es un generador de hielo natural, contando con aproximadamente el 80% del agua dulce de todo el planeta almacenada en forma de nieve, enormes glaciares y extensos casquetes polares.

La crisis climática amenaza este reservorio natural de agua dulce, ya que aumentan el nivel de deshielo y desprendimiento de grandes bloques de hielo. El 31 de octubre de 2016 se descubrió una grieta, bautizada como “Halloween”, que en cinco meses ha crecido 22 kilómetros. La brecha ya mide 130 kilómetros de longitud y podría causar el mayor desprendimiento en la Antártida registrado en la historia. ¡Sería un témpano casi del porte de la Isla de Chiloé!

La escasez de agua afecta hoy a mas de 2.800 millones de personas en todos los continentes del mundo durante al menos un mes cada año y más de 1.300 millones de personas no tienen acceso a agua potable salubre.​

Gran parte del mundo sufre hoy estrés hídrico, entendido como la dificultad de obtener fuentes de agua dulce durante un cierto período, una situación que puede culminar en un mayor deterioro y agotamiento de los recursos hídricos disponibles. ​ Por otra parte el déficit hídrico  causado por cambios climáticos, tales como sequías o inundaciones, así como el aumento de la contaminación  y el aumento de la demanda humana de agua, incluso su uso excesivo es una realidad que puede llegar a convertirse en una crisis hídrica en que la disponibilidad de agua no contaminada dentro de una región es inferior a la demanda de agua en esta región. ​ Hoy la escasez de agua está siendo impulsada por dos fenómenos convergentes: el creciente uso de agua dulce y el agotamiento de los recursos de agua dulce disponibles. ​

Lo anterior ha provocado que lejos de considerar al petróleo como el recurso que podría desencadenar futuros conflictos, los estragos de la crisis climática (el cambio climático es permanente), la falta de prioridad política, las incapacidades gubernamentales, las desigualdades y los conflictos armados han hecho que ahora el punto de mira esté en el agua. Esto, junto con el eterno debate sobre si el agua debe ser un bien de lujo o un bien social accesible para todos, podría convertir al agua en el foco del mayor conflicto geopolítico del siglo XXI.

Según Naciones Unidas, el consumo de agua se ha duplicado en los últimos 50 años, 2.600 millones de personas carecen de acceso a un saneamiento básico, lo que supone el 40% de la población mundial, y 497 millones de personas en las ciudades dependen de un saneamiento compartido, cifra que se ha multiplicado por dos desde 1990. Partiendo de esto, casi un décimo de la carga global de enfermedades podría ser contenida a través del mejoramiento del abastecimiento de agua, saneamiento, higiene y la gestión de los recursos hídricos en general

Pero la cosa no se queda ahí. La OMS afirma que la fuente de agua debe situarse a no más de 1.000 metros del hogar y, sin embargo, millones de personas en el mundo deben caminar diariamente hasta seis horas para obtener agua para uso doméstico.  Además, según el El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo  (PNUD), el coste del agua no debería superar el 3% de los ingresos de la unidad familiar, pero la realidad es que los países pobres pagan hasta 50 veces más por un litro de agua que sus vecinos más ricos (ONU) , debido a que tienen que comprar el agua a vendedores privados.

Dentro de la situación actual del agua y su posible proyección futura, la ONU confirmó que existen aproximadamente 300 zonas en el mundo en las que se presagia un conflicto a causa del agua en 2025. Bien sea porque su control centre la lucha, o bien porque sea utilizada como arma para ganar, el agua está teniendo cada vez más un papel protagonista.

Los conflictos se agrupan en varias regiones del mundo, de los que cabe destacar: el conflicto entre Israel y Palestina; la guerra civil en Siria; la disputa entre Bolivia y Chile por las aguas del Silala; el conflicto del Tigris y Eúfrates entre Turquía, Siria e Irak; la cuenca del río Zambeze entre Mozambique y Zimbabwe; el conflicto del Nilo; y la Guerra del Agua Cochabamba.

El 1 de diciembre de 1959,  12 países entre los que se encontraba Chile, firmaron  el Tratado Antártico , que definió  a la Antártida como todas las tierras y barreras de hielo ubicadas al sur de la latitud 60°S sin afectar derechos sobre el alta mar allí existente. El tratado fue firmado en Washington DC, Estados Unidos   y entró en vigor el 23 de junio de 1961 .

Los firmantes originales fueron: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, EE.UU., Francia Japón, Noruega; Nueva Zelanda, Reino Unido, Sud Africa y La entonces Unión Soviética,  pero el tratado dejó la puerta abierta a cualquier miembro de la Organzación de las Naciones Unidas, u otro estado invitado por la totalidad de los signatarios consultivos. Desde su firma el número de signatarios creció hasta un total de 54 en abril de 2019

El tratado tiene vigencia indefinida y no ha sufrido enmiendas. Puede ser modificado por la unanimidad de los miembros consultivos o -luego de los 30 años de vigencia- por la mayoría de miembros presentes en una conferencia convocada al efecto en la que pueden participar los miembros no consultivos.

El tratado concluyo entre sus puntos mas importantes, que el uso exclusivo de la Antártida sería para fines pacíficos, prohibe toda medida de carácter militar, excepto para colaborar con las investigaciones científicas, prohibiéndose los ensayos de cualquier clase de armas.

Decretó también la libertad de investigación científica en la Antártida y continuidad de la cooperación como en el Año Geofísico Internacional de 1957 y el Compromiso de intercambio de información sobre los proyectos de programas científicos en la Antártida, personal científico y libre disponibilidad de las observaciones y resultados científicos.

Respecto a la soberanía territorial sobre la Antártida, el tratado salvaguarda las opiniones de los 3 grupos de los 12 estados signatarios originales: 1) aquellos que previamente declararon su soberanía sobre parte del Antártida (Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y el Reino Unido); 2) aquellos que se consideraron como teniendo una base para reclamar soberanía territorial en la Antártida (Estados Unidos y la Unión Soviética); 3) aquellos que no reconocieron a ningún estado el derecho a reclamar o a tener una base de reclamo de soberanía en la Antártida (Bélgica, Japón y Sudáfrica).

En cuanto a las reclamaciones territoriales proclamadas previamente a la firma del tratado por 7 de los signatarios originales, éste estipula que ninguna disposición del mismo se interpretará como una renuncia o menoscabo de los derechos o fundamentos de soberanía territorial en la Antártida esgrimidos por ellos.

Ante la situación descrita y una necesidad evidente que a corto plazo vivirá la humanidad cabe preguntarse…

¿Está Chile en condiciones de hacer valer sus reclamaciones territoriales sobre la Antártica?, especialmente considerando a la soberanía chilena como el poder político supremo chileno sobre la antártica, considerando que la soberanía es un derecho fundamental de cualquier Estado de la comunidad internacional

No sé si el gobierno actual y aquellos por venir han adoptado medidas para la crisis que viene, pero sin duda en algún momento la crisis vendrá, y nuestro gobierno, el que sea, deberá ejercer una diplomacia hábil y firme y sin duda debería desde ya ejercer una presencia más activa en lo que se reclama como “nuestro territorio antártico, y sin duda nuestras Fuerzas Armadas deberían ejercer un rol fundamental en ejercer dicha presencia y en respaldar a nuestra diplomacia en la hora del conflicto… que sin duda vendrá.

Septiembre…. Ay Septiembre

Por Roberto Hernández Maturana

Ha quedado atrás el período septembrino de fechas trascendentales para nuestra historia patria y comienzan a quedar atrás este verdadero tsunami de celebraciones, recordaciones, conmemoraciones, megafiestas, fiestas y ceremonias que conlleva el “ser nacional”, en una cantidad de días sin duda inconvenientes para la economía del país.

Por alguna razón aún no aclarada por los estudiosos en la materia, el mes de Septiembre reúne una gran cantidad de fechas que han marcado la historia nacional, solo por nombrar los más importantes podríamos mencionar:

1 de septiembre de 1939  Se da inicio a la Segunda Guerra Mundial.

4 Septiembre de 1821 José Miguel Carrera es fusilado en Mendoza .

4 de septiembre de 1970 La Unidad Popular llega al poder en Chile.

5 Septiembre de 1938 Masacre del Seguro Obrero

9 de septiembre de 1888 Anexión de la Isla de Pascua o Rapa Nui al territorio chileno.

11 de septiembre de 1541. Destrucción de Santiago por el cacique Michimalonco ataca y destruye la ciudad de Santiago. En esta acción se destacó en la defensa de la ciudad la primera mujer europea que llegó a Chile, Inés Suarez.

11 de septiembre de 1973, pronunciamiento militar en Chile encabezado por el General Pinochet. Salvador Allende se suicida.

11 de septiembre de 1980 Se aprueba una nueva Constitución de Chile.

13 de septiembre de 1932 El general Bartolomé Blanche es designado Presidente provisional poniendo fin a los 100 días de la República Socialista de Carlos Dávila.

18 de septiembre de 1810 Primera Junta de Gobierno en Chile.

19 Septiembre      Día de la Glorias del Ejército decretado En 1915, bajo el mandato de Ramón Barros Luco

21 Septiembre de 1843 Toma Posesión del Estrecho de Magallanes.

Como podemos ver son bastantes fechas; algunas de ellas nos recuerdan hechos bastante trágicos de nuestra historia reciente.

Se hizo evidente la intención del gobierno de bajarle el perfil en la mayor forma posible, a la conmemoración del 11 de Septiembre de 1973. En este sentido las autoridades mostraron  especial interés en omitir cualquier referencia tanto a favor como en contra a los hechos ocurridos.

Esta vez no se realizó ningún acto conmemorativo en La Moneda que tradicionalmente se venía haciendo con un claro sesgo de homenaje a Salvador Allende y quienes murieron ese día defendiendo su régimen.

En su breve discurso para conmemorar esa fecha, el presidente Piñera, reconoció el desastre político económico y social provocado por el régimen de Salvador Allende, absteniéndose sí de reconocer que al país no le quedaba otra salida que la intervención militar (como si lo hicieron pocos días después del 11 Sep 1973 Eduardo Frei y Patricio Aylwin, aunque después ellos y la Democracia Cristiana posteriormente lo omitieran), como así también calló todo lo relacionado con la obra fundacional del gobierno militar, como si el progreso del país hubiera comenzado recién en 1989 con el advenimiento de los gobiernos civiles.

Como era natural esta actitud no dejó contentos a moros ni a cristianos. Para la izquierda fue un oprobio no recordar a quienes para ellos hoy son verdaderos mártires; y para quienes recuerdan con gratitud al gobierno militar, una cobardía no reconocer la obra del gobierno militar ni darse por enterado de los cientos de presos políticos militares que hoy cumplen condenas por los hechos acaecidos en 1973 y posteriormente y no recordar a los caídos a través delos años como los 5 muertos en la fallida emboscada de Cuesta Achupallas, ejecutada por el Frente Terrorista Manuel Rodríguez que terminó con 5 integrantes de las FF.AA. y policías muertos y otros 11 heridos.

Sin embargo, a mi juicio, esta vez se le debe reconocer cierto valor al Presidente Piñera por atreverse a no jugar el juego que habitualmente juega la izquierda en esta fecha, victimizándose y no reconociendo su papel y responsabilidad histórica en los hechos, permitiendo disminuir notoriamente  la repetición del vandalismo que en esta fecha desata en las calles el lumpen, elementos de izquierda radicalizados y  anarquistas.

Algo semejante ocurrió con el tedeum del 18 de Septiembre donde la homilía del Administrador Apostólico Celestino Aós dejó con gusto a poco a muchos que esperaban un mea culpa o alguna expresión de pedir perdón, por los escándalos de corrupción y abusos sexuales cometidos por personeros de la Iglesia Católica y donde el discurso estuvo centrado en dar gracias por el país que tenemos y pedir por su futuro.

El día de las Glorias del Ejercito, volvió a mostrar la comunión entre los chilenos y sus las Fuerzas Armadas.

Así, aún cuando una persistente campaña proveniente de la izquierda ha hecho parecer “políticamente incorrecto” reconocer a las Instituciones de la Defensa, cuestionando la intervención militar de 1973 y el posterior gobierno militar, a los que se han sumado hoy los escándalos por defraudaciones y procesos judiciales contra algunos de sus oficiales, parece claro a todos que sin el concurso del Ejército, no tendríamos la institucionalidad y democracia de la que hoy nos enorgullecemos, evidenciándose en esta fecha que el Ejército de Chile sigue contando con la confianza y la gratitud de la ciudadanía, a la que se le hace evidente, más allá de cualquier interés político, de la necesidad de toda democracia de contar con Fuerzas Armadas profesionales y preparadas para la defensa del país y la convivencia republicana y a las que la Constitución declara como esencial para la defensa de la patria.

Y para cerrar este período septembrino, recientemente se ha destapado un hecho que hoy es “una noticia en desarrollo”, que ha puesto a la expresidenta Michelle Bachelet de vuelta en el centro de la arena política nacional, cuando el presidente de la constructora OAS, Leo Pinheiro, sostuvo que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, habría pedido plata a la empresa para la campaña presidencial de Bachelet en el 2013, una revelación que repone en el tapete hechos de corrupción y platas políticas, que involucra a Chile con uno de los casos de irregularidades políticas y financieras más importante del último tiempo en Latinoamérica

Hasta el momento Bachelet ha manifestado que ella (no se refirió a sus asesores), no tuvo relación alguna con OAS., lo que de ser cierto, a lo menos refleja que una vez más la ex Presidenta hace política sin saber exactamente lo que hace su entorno más cercano, lo que refleja una liviandad difícil de explicar y de excusar en alguien que ha ostentado tan altos cargos en Chile y en el extranjero.

La historia continuará…

¡Dejen en paz al Ejército!

Por Patricio Quilhot Palma

La desgraciada situación por la que cruza nuestro Ejército de Chile ya no da para más. A una bullada campaña de prensa, desatada por una camada de fieras de todos los colores políticos, se suma el irresponsable descabezamiento de su alto mando, provocado por una porfiada persecución judicial, lo que ha generado una grave vulnerabilidad para la seguridad de nuestra nación.

Una cosa son las causas por desfalco, en las que debe haber claros responsables que paguen por ello. Otra cosa es la persecución sin fin, desatada por una forma de justicia arcaica, en contra de todo aquel que ꟷingenuamenteꟷ siguió una norma informal, impuesta por la tradición y comunicada, normalmente, por los mismos que entregaban el beneficio. No puede ser delito aquello que se comete sin saber que lo es. Así ocurría con el tema de los pasajes y fletes, donde se recibía un decreto con la designación, incluyendo derechos económicos que se señalaban como de carácter personal. Devolver el dinero no era aceptable ni posible, puesto que ya había salido del registro contable y su destino no era otro que beneficiar al funcionario designado en comisión al extranjero.

Lo anterior, fue sistemáticamente utilizado por todo funcionario público del estado, sin excepciones. Sin embargo, los únicos que hoy son perseguidos judicialmente son los miembros del ejército. Si ello no es injusto, al menos constituye una discriminación flagrante, amparada en el conveniente silencio de un mundillo político que cada día se parece más a aquel que nos llevó al caos y al conflicto.

Lo que jamás debió haber sucedido es que el gobierno, responsable último por la Defensa Nacional, se haya hecho a un lado, permaneciendo como simple espectador, mientras le descabezaban a su arma más valiosa para la protección de la integridad territorial de Chile. La pusilánime justificación de “que hay que dejar que las instituciones funcionen”, propia de un tiempo de inmorales, hace cuna en un gobierno de derecha, supuestamente patriótico y práctico, por considerarse menos ideologizado que sus adversarios históricos.

Por desgracia, nos encontramos frente a una situación de desmantelamiento de una institución donde la experiencia es un elemento esencial para la calidad de sus mandos. Un oficial general no surge de la simple promoción de un oficial más joven, por muchos títulos que éste posea. Lo que marca la diferencia es precisamente su permanencia previa en diversos cargos subalternos, por el tiempo necesario para dominar la mayor parte de los temas profesionales que le permitirán asumir la conducción de grandes unidades.

Increíblemente, esto que parece tan simple, es muchísimo mejor comprendido por la izquierda política, tal vez por profesar una ideología en la que el uso de la fuerza les ha sido clave, ya sea para imponerla o para mantenerse en el poder. La derecha, por desgracia, muestra una ignorancia supina respecto de la orgánica militar y su funcionamiento. Es cosa de observar actitudes y medidas provenientes de sus próceres más representativos, para comprender que las FF.AA. nunca han estado mejor que con los gobiernos de izquierda.

Incluso Allende lo comprendió y trató, hasta el último momento, de congraciarse con ellas, atrayendo a sus comandantes en jefe a su ministerio y enviando a sus cuarteles a los camiones de las JAP, cargados de productos inaccesibles para quienes no eran sus partidarios. Aunque su ideología sea profundamente antagónica con los principios militares de nacionalidad, patriotismo y fidelidad a la bandera, los marxistas chilenos parecen haber comprendido que la frase de Eduardo Frei Montalva era correcta, cuando señaló que “el poder verdadero está en los fusiles”. Si no lo cree, por favor mire lo que sucede en Venezuela…

Por el contrario, cada vez que la derecha ha gobernado, la piedra de tope para sus desahogos populistas ha sido el ejército y sus instituciones hermanas. En lo particular de este caso, da la impresión que para ellos un general es lo mismo que un gerente, el cual puede ser cambiado cada vez que se desea dar un nuevo ritmo o un giro a su negocio. El problema es que éste no es “su” negocio, sino el de “todos”, para lo cual el gobierno debe razonar estrategias y preservar los medios requeridos para su logro.

Tal debilidad de la derecha, es inteligentemente aprovechada por la izquierda, estimulando la brecha con las instituciones armadas a través de un ataque hacia los generales y las tradiciones del ejército, lo cual ꟷcombinado con el frente judicialꟷ terminará pasando la cuenta al gobierno de derecha y no a ellos. En una brutal paradoja, no debería sorprendernos que en la próxima campaña electoral, los candidatos de izquierda busquen capitalizar el rechazo de los militares hacia una derecha que permitió o avaló su desastre.

Un ejército sin generales o con generales sin experiencia, será siempre un incentivo para el enemigo, estimulando amenazas donde la disuasión ya no funciona. Sean ellas de origen externo o interno, el tema supera al concepto de “Defensa Nacional” y cae dentro del ámbito de lo que el complejo antimilitar de los políticos ni siquiera se atreve a nombrar: la “Seguridad Nacional”. Si no es así, ¿cómo explicar la irresponsabilidad de no contar con un servicio de inteligencia que alerte oportunamente de las intenciones hostiles? ¿O es acaso posible no prever el eventual empleo del ejército en un conflicto interno, como puede ocurrir en La Araucanía?

Sin un Inteligencia de verdad y sin generales o con generales inexpertos, nuestro país se encuentra gravemente limitado para la preservación de sus intereses nacionales permanentes. La responsabilidad por ello recae exclusivamente en un gobierno incapaz de comprender los verdaderos alcances de su rol, empañada su visión por la neblina del poder y de la popularidad, a costa de la historia. Una muestra fatal de su irresponsabilidad y falta de coraje para enfrentar los verdaderos desafíos de la conducción de un país, muy distinto de lo que significa dirigir una empresa o un grupo de ellas, por grande que sea. Dejen en paz al Ejército de Chile, porque sin él “no hay fusiles para ejercer el poder”, tanto hacia afuera como hacia adentro. Si no lo entienden, por favor lean la historia del mundo y de Chile, donde lo comprobarán. Un verdadero “estadista” es quien es capaz de pensar y actuar en procura de los grandes objetivos nacionales, haciendo lo que sea necesario para impedir que ellos sean amenazados o conculcados. Por más Razón que haya, sin la Fuerza ésta de nada vale.

Fuerzas Armadas Polivalentes

Por Christian Slater Escanilla

Es fácil jactarse del triunfo de una Ley que por años estaba en discusión. Es fácil auto proclamarse como el gran líder del cambio, sobre todo cuando la sociedad nunca supo cuál fue la opinión de los Comandantes en Jefes Institucionales. Muchos salieron a hablar por lo que ellos no pudieron comentar.Opiniones de ex oficiales institucionales, algunas de ellas, notoriamente cargadas de conveniencias o ambiciones personales y eso, es lo que más molesta.Es fácil adueñarse de los Medios de Comunicación, cuando –salvo honrosas excepciones– hay una abismante sequía de opiniones sobre temas castrenses, de los que realmente conocen y han vivido una experiencia en la Fuerzas Armadas (FAs).

Usted señor Ministro de Defensa y aquellos comentaristas, hicieron muy bien el trabajo. Tan bien como el tema del Decreto que dispone o autoriza el empleo de las Fuerzas Armadas en el combate del narcotráfico. Tenemos una de las mejores fuerzas de orden del mundo, tanto de Carabineros como de la Policía de Investigaciones. Bastaba tan solo con empoderarlas y equiparlas adecuadamente. Pero se usó como justificación que los medios los tenía el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada y que además, estos medios eran de muy alto costo.

No fue la misma reflexión que se utilizó para traspasar, en tan solo unos pocos días, los Carros MOWAG del Ejército a la unidad de carabineros que operó en la IX Región de la Araucanía. Esa, que desde el mismo día de su inauguración adelanté su triste y fatal final. No por culpa de carabineros sino por culpa de una antojadiza y parafernálica decisión del Gobierno. Me temo, que nuevamente, en el mediano y largo plazo, ocurrirá algo parecido.

Cuando un Presidente de Chile cree que tener Fuerzas Armadas Polivalentes, significa que un Comando, Jefe de Salto, paracaidista y buzo táctico, que está entrenado para actuar en las espaldas del dispositivo adversario también lo puede utilizar para apagar incendios, sacar el barro o detener narcotraficantes, quiere decir que algo está fallando. Peor aún, cuando su Ministro de Defensa lo justifica, señalando: ¿Quién se puede negar a que colaboren las FAs en un país donde entra una cantidad enorme de droga…? (Diario El Mercurio, 28 de julio de 2019). ¡Usted Señor ministro!, justamente es usted el que se tiene que negar. Usted es el que las debe cuidar y no permitir su desnaturalización. Son hombres y mujeres que ingresaron al Ejército para ser soldados. Es lo mismo que ocurrió durante el Gobierno Militar cuando muchos Oficiales, Suboficiales y civiles, fueron obligados a integrarse a los Organismos de Inteligencia del Estado. Muchos eran jóvenes, creyeron ver una oportunidad de ser un agente secreto o algo así. Otros, sabiendo la responsabilidad que asumían, de mala gana cumplieron la orden. Sepa también que otros, desde el primer día hicieron todo lo posible por no ser parte de esas unidades. Usted y el Gobierno están cometiendo el mismo error. Abusan de la obediencia de los integrantes de las FAs y posteriormente no se harán responsables de los problemas que deberán enfrentar. Eso ya lo sabemos.

Peor aún, cuando usted como Ministro de Defensa, sacando pecho frente a los Medios de Comunicación, señala que “todos ganaron”, incluso la oposición. Obvio Señor ministro, hace mucho tiempo que es la oposición la única que está ganando y ustedes como gobierno están perdiendo y siguen a la baja, con tan solo un 29% de aprobación (Encuesta CADEM del 21 de julio).  Chambonada tras chambonada, apagando incendios y levantando otros temas para desviar la atención pública. Una añeja y poco novedosa estrategia comunicacional que abusivamente fue utilizada en el Gobierno de la presidenta Bachelet.

Pero usted va más lejos aún, al presentar esa nueva Ley de Financiamiento de las Fuerzas Armadas, “como un ejemplo de acuerdo en Defensa para sacar adelante las reformas tributarias y de pensiones”. Prefiero pensar que la periodista se equivocó en transcribir su declaración. De lo contrario, bajo esa lógica, el resto de los ministros son unos ineptos. Se imagina usted al ministro del Interior imponiendo su idea de cómo debe ser Gendarmería. Imposible, ellos tienen sindicato y, como ya lo dicho otras veces, asustan más (al Gobierno) que un tanque Leopard, una lancha misilera o un avión F16. Ni hablar del conflicto con los profesores. Por lo mismo señor ministro, los mejores no están en su Ministerio, ese es el más fácil de liderar. Ahí existe la disciplina, la verticalidad del mando y la obediencia al poder político. Supongo que eso lo sabe, pero no está de más recordárselo a la Opinión Pública.

Señores políticos y congresistas, los Patriotas pueden ser engañados una, dos o tres veces, pero no toda la vida. Precisamente, para no olvidarnos, estamos tomando nota de cómo han destruido y desmantelado la institucionalidad del Estado de Chile. De cómo se han adecuado a las exigencias de la izquierda y de cómo, a través de una indescriptible deslealtad (para no decir traición), han negado sus orígenes y el exitoso Gobierno de las Fuerzas Armadas, encabezado por su presidente el General Augusto Pinochet Ugarte.  Les recuerdo que ese Gobierno, después de 15 años, en el Plebiscito del 5 de octubre de 1988, obtuvo un 44,01% de aprobación. Un Gobierno que entregó el poder democráticamente y elaboró una Constitución que aún está vigente.

¿FF.AA. combatiendo al narcotráfico?

Por Roberto Hernández Maturana

En Enero de 2017, el diario “el País” de México dio a conocer una carta de 20 militares presos acusados de excesos en el combate al narcotráfico

“Fuimos usados por el Estado mexicano. Se nos capacitó para una función y se nos ordenó hacer otra muy diferente (…) El señor Felipe Calderón, excomandante supremo de las Fuerzas Armadas, declaró la guerra al narcotráfico y fue un término muy desafortunado”. Así protestaban entonces los militares, ante el presidente de la República, la Cámara de Diputados y el Poder Judicial de la Federación. Todos estaban procesados o condenados por delitos cometidos durante los años duros de la Guerra contra el Narco, en el sexenio del ex presidente Calderón. Algunos cumpliendo penas de hasta 31 años.

Tras la llegada de Calderón al poder en diciembre de 2006, los militares por orden del gobierno, salieron de sus cuarteles y asumieron el papel de la policía en varios estados del país, en lo que se entendía como una situación extraordinaria…

En todo este tiempo, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México denunció en torturas, abusos y asesinatos cometidos por militares. La presión se sintió al interior del Ejército, hasta el punto de que el secretario de la Defensa, el general Salvador Cienfuegos, había declarado el 9 de diciembre de 2016 que el Ejército no se siente a gusto persiguiendo delincuentes. “Nuestros soldados”, dijo, “ya le están pensando si le entran a seguir enfrentando a estos grupos, con el riesgo de ser procesados por un delito que tenga que ver con derechos humanos”. Cienfuegos pedía un “marco jurídico” para el actuar de la tropa, una ley que regulara su presencia en las calles.

La discusión versaba no tanto sobre la capacitación de los militares sino más bien sobre el marco jurídico, la necesidad de dar “seguridad” al Ejército cuando actuara en funciones policiales.

Para los críticos de Calderón y su Partido de Acción Nacioanal  (PAN) , fue su gobierno el verdadero responsable :  “quien los sacó a las calles sin preparación, quien los instruyó a hacer algo que produjo muertes colaterales”.

En su carta a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, los militares mexicanos condenados decían: “Fuimos usados por el Estado mexicano en un fallido experimento donde resultó una cantidad enorme de víctimas colaterales y decenas de militares de poca graduación en prisión”.

Casi al final de la carta, los 20 militares concluyen: “¿Qué opina el Secretario de la Defensa Nacional? [Que] ‘Estamos haciendo una función para la que no estamos preparados’, [que] ‘ninguno de nosotros vino a las FFAA para hacer esto’. Si esto opina el titular de las Fuerzas Armadas, ¿dónde quedamos nosotros?”.

Traigo a colación esta carta a propósito de la firma por parte del Presidente Sebastián Piñera, el pasado 9 de julio, de un decreto que autoriza la participación de las FF.AA. en tareas de vigilancia, apoyo logístico, transporte y tecnología en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado en las fronteras del país, cosa que hasta el día de hoy estaba limitado a Carabineros y la Policía de Investigaciones. La firma de este decreto ha generado una amplia discusión entre partidarios y críticos de la medida.

Si bien es cierto que la lucha contra el narcotráfico es uno de los principales desafíos en materia de seguridad que deben enfrentar los gobiernos, que se enfrentan al riesgo de que ese tipo de estructuras criminales se extiendan con los males asociados que arrastran: corrupción y violencia en distintos ámbitos y niveles al interior de la sociedad, y que el debate sobre cómo hacerle frente ha sido intenso, no se ha establecido un consenso sobre cómo lograr el objetivo. Por su parte el ministro de Defensa ha dicho que la medida solo se aplicará “en zonas fronterizas, y no en poblaciones”. ¿Quién asegura que en un par de meses más no sea precisamente ese el paso siguiente? Si, como ha dicho el Presidente, se trata de una guerra “sin tregua y sin cuartel”, ¿por qué no llevarlaa todos los ámbitos? Solo en mayo recién pasado, el Presidente Piñera fue explícito en reconocer que las Fuerzas Armadas “no están preparadas ni entrenadas para este tipo de materias”… y tenía razón. En la misma línea, su ministro del Interior aseguró en junio que “son las policías las que tienen las competencias, la preparación y el trabajo profesional para combatir el narcotráfico”. ¿Qué explica este cambio de parecer?

Existe no sólo un conflicto en materia de los objetivos definidos en la Constitución para cada institución involucrada, sino también serios riesgos para las mismas FF.AA. y para la sociedad involucra a las FF.AA. en materias que no les corresponden institucionalmente.

Las FF.AA. por la naturaleza de sus funciones distintas a las policiales, carecen de la capacitación para enfrentar procesos resguardados por garantías procesales y constitucionales. La detención y procesamiento de personas, la entrega de evidencia al Ministerio Público son procedimientos que no conocen los integrantes de las FF.AA., no tienen contacto con una investigación policial, no conocen los estándares establecidos ni los derechos de los detenidos, y esta formación no se entrega en una inducción de un par de horas, sino que son elementos que están en la base de la formación en las academias policiales.

A las FF.AA. se le está traspasando cierto nivel de responsabilidades que hasta ahora ha tenido Carabineros; eso significa cambiar de manera radical la forma como pensamos la labor de las policías, y también modificar el objetivo de las FF.AA. en el sentido de la protección de la soberanía.

No hay funciones específicas para las FF.AA. que puedan relacionarse con estas funciones, y en el decreto no queda claro tampoco cómo se coordinarán con la PDI, Carabineros y el Ministerio Público. ¿Cómo se resguardarán los principios y garantías de las personas que entrarán en contacto con el personal militar?, ¿quién responderá por la seguridad de los mismos medios militares en caso de emplearse coercitivamente contra narcotraficantes que se resistan violentamente a un control y que posteriormente sean perseguidos por organizaciones preocupadas de los derechos humanos de los delincuentes, por sobre la de las obligaciones que el estado le impone a las FF.AA. en esa delgada línea crítica, cuando un comandante deba resolver en la soledad del altiplano rechazar con fuerza letal una ataque también letal?

El decreto en comento presenta evidentes problemas de constitucionalidad: A las FF.AA. se les confía la “defensa de la patria y seguridad nacional”, mientras que a las policías se reserva el resguardo del “orden público y la seguridad pública interior”. El llamado “combate al narcotráfico” —un eslogan, no un concepto técnico— no está dentro de las funciones que la Constitución y la ley orgánica de las Fuerzas Armadas no contempla este tipo de misiones, y no se puede borrar esta diferenciación constitucional por vía de un reglamento.

Siempre es posible que una parte de la población demande medidas de este tipo y mañana pueden pedir “mano dura”… incluso “muy dura”; pero el Estado tiene que velar por el cumplimiento del bien común y resguardar un debido proceso, para eso justamente hemos elegido nuestros gobernantes: para que protejan los valores fundamentales, caer en estos populismos penales porque la población hipotéticamente lo ha solicitado es abrir la puerta a situaciones de las que en el futuro solo responderán los integrantes FF.AA. , normalmente los subalternos que se emplearán en estas misiones y no lo políticos que las han improvisado, quienes una vez mas  lavarán sus manos como Pilatos y condenarán unánimemente los «excesos cometidos»

Resguardar las fronteras, prevenir y controlar el narcotráfico son tareas fundamentales para este y cualquier gobierno. Es su obligación tomar medidas efectivas para ello; pero ellas deben sujetarse a la Constitución y las leyes. Es de esperar que antes de adoptarse cualquier decisión populista, se deje claramente establecida las facultades y obligaciones que deberían cumplir las instituciones armadas, previa una amplia discusión en el congreso, y el Estado, a través de sus autoridades, se haga efectivamente responsable de sus resoluciones que sin duda afectarán en el futuro a sus ciudadanos e instituciones.

Mala Espina….

Por Cristián Labbé Galilea

Esta semana nuestra tertulia se centró en el anuncio presidencial que involucraba a las Fuerzas Armadas en el combate al narcotráfico.

Mayoritariamente, las opiniones apuntaron: en primer lugar, a que no se veía muy claro cómo operaría esta medida y, en segundo lugar, a la duda de si se habían evaluado bien los riesgos que esta disposición podría acarrear. Como alguien dijo: “no les vaya a salir más malo el remedio que la enfermedad”.

Los comentarios apuntaron a las múltiples aclaraciones que, sobre la materia, han tenido que dar las autoridades, y a las disimiles reacciones de los diferentes sectores políticos. El “gatuperio” que generó la iniciativa fue tremendo, lo que permite suponer que surgió entre cuatro paredes, y que hay muchas cosas que no están suficientemente claras. Según se comenta, la medida fue “prematuramente gatillada” por los resultados en las encuestas de aceptación presidencial. (Vaya uno a saber….).

Al respecto, las opiniones coincidieron en que una decisión de esta naturaleza, que involucra áreas tan sensibles como la seguridad nacional y tan peligrosas como el narcotráfico, no se puede improvisar; que es necesario el desarrollo de planes estratégicos de largo y corto plazo; que hay que afinar temas logísticos, tecnológicos, de comunicación… (suma y sigue); pero además y, de forma prioritaria, es imprescindible revisar las experiencias que se han vivido en otros países (México, Colombia, Venezuela, la experiencia Europea), etcétera.

No es llegar y decretar, en un simple acto comunicacional, que las FF.AA. “apoyarán el combate al narcotráfico”. Una misión de esa naturaleza requiere entrenamiento, preparación, coordinación inter e intra instituciones; ni qué decir de los problemas que se pueden generar producto de una eventual superposición de funciones con las fuerzas policiales, e incluso con el poder judicial.

Uno de los presentes que había estudiado el tema señaló: “hay estudios que indican que, si bien estas misiones parten como algo provisorio, de carácter restringido y colaborativo, con el tiempo generan un nivel de involucramiento del cual resulta casi imposible desprenderse”. Luego de otras referencias acotó: “Es muy probable que gradualmente se vaya debilitando el Poder Nacional, en su componente militar, al dedicarlo a labores que no le son propias y que además son de naturaleza doméstica”.

No faltó quien consideró que la “militarización del combate al narcotráfico” expondría a las FF.AA. a múltiples acusaciones de parte de activistas y organizaciones de derechos humanos, lo que a la larga terminaría por afectar su relación con la comunidad civil. Otro de los presentes, con más agudeza, advirtió que si a eso se le sumaba la conducta garantista de la justicia actual, el delincuente -como suele ocurrir- quedará en la impunidad y los soldados complicados.

En resumen, son muchas las dudas que esta iniciativa genera en el ambiente, pero como la idea no es oponerse por oponerse, ni mucho menos, que la autoridad se quede con los brazos cruzados, lo que hasta aquí se ha dicho permite concluir que….  ¡esta iniciativa da mala Espina!, porque el tema es demasiado complejo y no se soluciona con un mero decreto dictado “entre gallos y medianoche».

¿Honor Militar?

Por Richard Kouyoumdjian Inglis

En los tiempos de las órdenes de caballería los militares incorporaron en su cultura y forma de ser la práctica de las virtudes cardinales, y de conductas que refuerzan su disciplina, valor, entrega y unidad. Lo anterior está perfecto y es deseable considerando las características y exigencias de la profesión militar que incluye entre otras cosas dar la vida en combate en defensa de los intereses de su patria. El ser militar exige una entrega que otras profesiones no tienen y es por ello que se les prepara de otra manera.

Esa preparación pasa por llevarlos de ser un civil a un combatiente, que en su extremo estará facultado para matar o bien se le puede exigir morir peleando contra el enemigo. Ambas conductas no son las típicas para las cuales un ser humano se prepara y, por ende, se transforma y equipa física y mentalmente a los ciudadanos para esa función, incluyendo en su formación las cualidades éticas y morales que son necesarias para matar al enemigo o morir por su patria. De lo contrario y si es que no quiero hacer lo anterior, salgo a contratar tropas mercenarias como fue la práctica de muchas naciones europeas antes de la transformación que introdujo Napoleón cuando creó el concepto de la nación en armas, o me coloco al alero de un país que me de protección si es que no quiero enfrentar la realidad de tener que hacerme cargo de la defensa y la protección de la soberanía, territorio e intereses nacionales.

En todo caso ya existían referentes en la historia de la humanidad que los países usaron para modelar a los soldados de sus ejércitos y las tripulaciones de sus marinas. No sólo estaban los caballeros de las cruzadas de la edad media, sino también héroes griegos que alimentaban nuestra cultura occidental con modelos a seguir. La Ilíada y la Odisea nos proveen ejemplos como los de Ulises, Aquiles y Hércules, los que eran fantásticos ejemplos de las conductas marciales, pero débiles en muchos aspectos de lo humano.

Desde que tenemos nuestro Ejército y la Marina, y después la Fuerza Aérea, fuimos modelando a soldados, tripulantes y aviadores con las conductas y ética necesarias para sus funciones, y también usamos los ejemplos de aquellos que se destacaron en combate o dieron su vida por Chile para darle más fuerza a la labor formativa – transformacional. Los ejemplos de O’Higgins, Carrera, Bueras, Blanco, Cochrane, Prat y Aldea fueron claves para darle forma al ejército siempre vencedor jamás vencido, o a la Marina del vencer o morir. La FACH, que nace del Ejército y la Armada toma lo que ellas le entregan en términos de cultura y tradiciones, y agrega el ejemplo y la impronta del Comodoro Merino Benitez que aún los guía 90 años después.

El ejemplo heroico de los 77 de la Concepción se transformó en el juramento de la bandera que todos los chilenos que pasan a ser parte de las fuerzas armadas realizan y en donde juran dar la vida por la patria si fuese necesario, pero en donde además se promete ser un soldado honrado, valiente y amante de la patria. Porque les exigimos a los integrantes de las fuerzas armadas en su juramento prometer ser honradas es algo que desconozco, pero suena a que les incorporamos y exigimos otras virtudes aparte de las propias necesarias para la guerra, y eso abre la pregunta de que, si los problemas recientemente informados son relativos a un incumplimiento del honor militar, o simples faltas de probidad y de cumplimiento de normas legales y administrativas. Yo me inclino por lo segundo.

Las posibles faltas administrativas y legales que se han hecho públicas respecto del Ejército no tienen nada que ver con el honor militar. Serian faltas de otro orden y que impactan la confianza que la opinión pública pueda tener respecto de la probidad de administraciones pasadas, pero no hay nada que me pueda indicar que esté afectado el honor militar o por otro lado la capacidad del Ejercito de defender la soberanía e intereses de Chile.

Los hechos develados recientemente y que deben ser probados, se asemejan más a problemas que hemos conocido en otras empresas públicas y privadas que no han sido capaces de estar a la altura de las exigencias actuales que unos y otros, privados y públicos debemos cumplir en términos de reglamentos y leyes. Los tiempos cambiaron y con ellos los niveles de exigencia que el pueblo de Chile demanda de todas sus instituciones, sean estas, militares o civiles.

En resumen, necesitamos fuerzas armadas eficientes y efectivas en lo militar, sumamente respetuosas de los derechos humanos por tener el monopolio de la fuerza, y correctas e impecables en la ejecución de las leyes y reglamentos administrativos que les afectan, lo que no difiere de la exigencia que debemos pedir al resto de los organismos públicos y privados en el desarrollo de sus tareas. Conociendo al Ejército, estoy seguro de que están golpeados, pero son muy resilientes y que bajo el liderazgo del GDE Ricardo Martínez sabrán salir adelante con una institución mejor de la que conocemos, querida y conectada con su pueblo, siempre vencedora, jamás vencida

¿Tiempo de terminar con el Servicio Militar Obligatorio?

Por Roberto Hernández Maturana

El robo de dos fusiles de guerra a dos soldados conscriptos que cuando hacían guardia en el Regimiento Chacabuco de Concepción, y que finalmente de víctimas pasaron a cómplices, es un tema que no debería dejarnos indiferentes, al menos a quienes vestimos alguna vez el uniforme militar y lógicamente a quienes aún lo visten y mucho… mucho menos a las autoridades del gobierno.

Una de las armas sustraídas  un fusil SIG 542 calibre 7.62mm, fue encontrada por Carabineros al interior de una vivienda de Concepción, habitada por otro soldado conscripto denunciado como desertor.

Los dos centinelas quedaron a disposición de la Fiscalía Militar, mientras que el tercero pasará a manos del Ministerio Público.

El Servicio Militar Obligatorio (SMO) en Chile fue reformado el año 2005, se implementó la inscripción automática en los registros militares, estableciendo la voluntariedad como la modalidad primaria en el proceso de selección y la obligatoriedad, sólo en subsidio, cuando el contingente requerido por las Fuerzas Armadas no alcanzara a ser completado con los reclutas voluntarios. Se creó así la figura del sorteo inspirado en el modelo español, según este modelo los cupos se llenaría voluntariamente y en caso que quedasen cupos sin llenar estos se completarían mediante un sorteo público y en igualdad de condiciones de manera de evitar discriminación por origen social, se pretendía con ello garantizar un procedimiento de reclutamiento y “selección transparente e igualitario”. Además, los “avances” incluían un conjunto de medidas de incentivo y compensación a los jóvenes que realizarían el SMO., para aumentar el número de quienes se presentaran como voluntarios. Por ejemplo, se incrementó la asignación mensual de los soldados conscriptos y se les abrió la posibilidad de completar sus estudios básicos y medios. También podrían seguir programas de capacitación a través del SENCE, además de cursos de idiomas.

Sin embargo, aun cuando se esbozó, nunca se discutió lo mas importante para las definiciones acerca del tipo de defensa que el país necesitaba… ¿profesional?… ¿mixta?… ¿milicia voluntaria?

Una vez más se quitó el bulto a lo esencial, como hoy se sigue haciendo…, se optó por algo típicamente chileno… ni fú, ni fá…  La idea de reducir la conscripción era “aumentar la voluntariedad” y tender a la profesionalización con un “mejor entrenamiento”.

El primer objetivo “aumentar la voluntariedad” se ha ido desdibujando en el tiempo, siendo cada vez más difícil completar las “cuotas” necesarias y requeridas por las instituciones de la defensa, especialmente el Ejército. El segundo objetivo “mejor entrenamiento” queremos creer que se está cumpliendo… esperemos que así sea.

Pero el Escalón político nuevamente demuestra su torpeza e inoperancia frente a su relación con el mundo militar. Así, buscando aprovechar las capacidades de las instituciones armadas le asigna tareas cada vez más ajenas a su función de defensa como por ejemplo vacunación ciudadana, combate a mosquitos… etc.

En cuanto al SMO, el tema es profundo… Siempre se buscó la “compensación social” para que el SMO fuera funcional a las necesidades especialmente de las clases sociales más vulnerables que era desde donde mayoritariamente provenían quienes finalmente eran llamados a cumplir con esta ley…, el resto sencillamente “se lo sacaba”, no por una discriminación hecha por las instituciones armadas, si no por las presiones de todo tipo de políticos y autoridades que aparecían para influir en “sacarle el servicio” a alguno de sus conocidos o recomendados, amén de todo tipo de excepciones que se fueron agregando en el camino, para que estudiantes de educación superior, o en último año de enseñanza media, o quienes mantenían su hogar, o hijos de madres viudas no fueran llamadas a cumplir con esta ley.

El Ejército hasta finales década 80 además de sus misiones constitucionales, realizaba una labor social. El conscripto completaba estudios, aprendía a leer, lograba un oficio, y muchas veces el capote (abrigo) o las botas que se ponían era el único que habían tenido en su vida y tenía asegurada cuatro comidas al día.

De esta forma, las instituciones de la defensa cumplieron un “rol social” en campañas de alfabetización hoy superadas por la modernidad, en capacitaciones laborales, y en formación cívica… Sin embargo hoy cada vez la voluntariedad es menor y cada vez es mayor el número de jóvenes con graves carencias, o provenientes de poblaciones donde impera el narcotráfico y la delincuencia que constituyen la base del SMO, donde los instituciones que los reciben den hacerse cargo de sus problemas además de apoyarlos en las “obligaciones cívicas” que les imponen, y en donde en muchos casos los conscriptos acuartelados por “obligatoriedad en subsidio”, “no están ni ahí” y solo esperan el tiempo (y a veces no lo esperan) para salir de esa obligación.

Todo eso hoy no se justifica; ya no se puede tener a un joven dos años acuartelado contra su voluntad. El estado debe asumir decisiones al respecto… no las FF.AA.

Las FF.AA. no pueden continuar recibiendo en sus filas personas con graves problemas sociales y cargados de problemas de convivencia social, familiar y personales, con familias disfuncionales, etc. Ayer por cada 100 Conscriptos que ingresaban al SMO 10 traían graves problemas sociales, mentales y/o derechamente vinculados con la delincuencia.

Hoy, la evidencia empírica nos dice que por cada 100 Conscriptos que ingresan al SMO, más del 25% (y quizás me quedo bastante corto) presentan problemas tales que no deberían integrar el SMO, pero que se han presentado como voluntarios, o ha sido “sorteados” para hacer el servicio en forma obligatoria.

Esas personas finalmente vuelven a su entorno violento o carenciado, con instrucción en el uso de armas y preparación militar básica que ciertamente interesará a las bandas organizadas en las poblaciones para delinquir, incluso ahora proveyéndose de armas.

Es tiempo de que el Estado termine con esta carga que le impone a las FF.AA. El deber de estas es la defensa y el Estado debería hacerse cargo (si puede…, de entregar “civilización”), aunque  en  estos días parece superado e incapaz de adoptar las medidas pertinentes para combatir la delincuencia y el terrorismo que asoma en el horizonte.

Venezuela, continúa la crisis…. Chile, el ejemplo de un verdadero soldado

Por Roberto Hernández Maturana

Las noticias de la semana nos han dejado un amargo sabor en la boca…

En la frontera colombo venezolana

La preocupación por la situación en Venezuela está alcanzando una situación crítica, en que quienes esperaban optimistamente un desenlace este fin de semana, se vieron defraudados.

Las Fuerzas Armadas venezolanas, cuyo quiebre parecía ser una de las grandes apuestas de las fuerzas democráticas contrarias a Maduro, por el momento – salvo poco más de medio centenar de efectivos que desertaron del régimen – permanecen leales a Maduro.

La internación de ayuda humanitaria promovida por el Presidente encargado Juan Guaidó fracasó y es probable que deba pagar costos políticos internos y externos por la jornada del fin de semana, más aún cuando habiendo salido del país se encontraba con arraigo nacional.

La operación sirvió para medir la lealtad de las FF.AA. y el accionar de los milicianos armados, ideologizados y entrenados por militares leales al dictador y para evidenciar que Maduro, cuenta aún con el respaldo mayoritario de las FFAA cooptadas por su gobierno y Altos Mandos. Los intentos de introducir ayuda humanitaria “pacíficamente” hacia un estado que se defendió violentamente, llevan a pensar que la situación continuará en una espiral de violencia sin retorno.

Por otra parte, hay otros actores en el conflicto que hasta el momento permanecen en las sombras, pero que sin duda ya se encuentran desarrollando acciones para sostener al régimen en este momento en el poder; entre otros

– Se habla de   22.000 asesores cubanos militares, profesionales e instructores y adoctrinadores políticos…, como vivimos en Chile en tiempos de Salvador Allende.

– Se dice que permanecen en Venezuela aproximadamente 20.000 guerrilleros entre miembros de las FARC que no colgaron las armas  y otros del ELN colombiano que evidentemente no pueden retornar a su país sin enfrentar a la justicia y a las Fuerzas Armadas Colombianas.

– Existe una importante presencia del narcotráfico en que se involucra a líderes chavistas

Esta es la situación que nos deja, por el momento, los últimos intentos de la oposición por enfrentarse al régimen de Maduro.

Habrá que ver si la comunidad internacional y los propios venezolanos mantienen la presión sobre el régimen para seguir debilitándolo.

También será vital la reacción al interior de las FFAA.

Por el momento, Maduro aparece fortalecido, pero es mi parecer que el tiempo corre en su contra… la rueda de la historia ya comenzó a girar

En Chile

Por otra parte, en nuestro país, el procesamiento de un ex Comandante en jefe del Ejército por mal uso de recursos fiscales, me ha producido una profunda pena desazón…, y porque no decirlo, rabia.

Soy militar en retiro y más de la mitad de mi vida serví a esa querida institución a la que ingresé a los 17 años. En ella aprendí de mis instructores los más altos valores acerca del amor a la patria, el honor, el patriotismo, el compañerismo, la honradez y por sobre todo, el aprender a vivir con la modestia propia de una profesión en la que como decían mis instructores “nunca te ibas a ser rico en lo material, pero si muy rico  en lo espiritual”, todo ello en algo que más que una profesión era una “forma de vida” en que debías estar listo a “entregar la vida si fuera necesario”, como debíamos jurar ante nuestra bandera al ser investidos como soldados.

Nunca fue fácil, mi generación ha vivido quizás una de las épocas más difíciles en la vida de nuestro país ocurrida en los últimos 100 años, desde la revolución de 1891.

Así, siendo muy jóvenes, nos correspondió vivir la crisis político social que desembocó en el 11 de Septiembre de 1973, cuyas consecuencias aún dividen a los chilenos; y dos crisis con países vecinos; en 1974 con Perú, y 1978 con Argentina. También vivimos y nos desplegamos a lo largo y ancho del país, para ayudar a miles de compatriotas en terremotos, incendios y temporales… y siempre vi abnegación y espíritu de sacrificio en todos mis camaradas, superiores y subalternos… Los ideales que aprendimos no nos permitían pensar en otra cosa que querer servir a Chile, como tampoco dudar de nuestros superiores. No podría decir que nunca hubo alguien que faltara a la probidad, pero cuando ello ocurrió, siempre estuvo la justicia para sancionar a los responsables…

Pero eran ínfimas excepciones que confirmaron la regla, de que en realidad queríamos vivir aquello que el gran poeta y escritor español Pedro Calderón de La Barca cantara hace ya tres siglos acerca de la profesión militar cuando escribió:

“Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría;
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son,
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna,
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.”

Eso es lo que me enseñaron, eso es lo que vi entre mis superiores, camaradas y subalternos, eso es lo que enseñé y lo que  traté de vivir.

Es difícil para alguien que no ha vivido la vida militar, entender, y porque no… creer estas palabras.

Hoy, ante esta triste noticia que enloda a un ex Comandante en Jefe, en que finalmente la justicia deberá decir su última palabra, prefiero quedarme con una información que solo estuvo en nuestras

redes sociales, pero que creo ha servido para templar el alma de muchos viejos soldados: Cerca de la frontera con Argentina, en Magallanes, a pocos kilómetros, al norte de Sección Ciayque, en medio de las pampas magallánicas, en presencia de su viuda e hijo y compañeros de promoción de la Escuela Militar y de ex camaradas y subalternos, fueron esparcidas las cenizas del Mayor de Ejército en Retiro Rafael Cruz O. (QEPD),  conforme a su deseo,  en el mismo lugar en que, siendo un joven Capitán el año 1978, permaneció junto a su Compañía, defendiendo la integridad territorial de la Patria, ante la inminete invasión de las FF.AA. argentinas.

El Mayor Cruz nos deja una lección y un legado que está más allá de las ambiciones humanas.

No estaba escrito que entregara su vida aquel lejano 1978 en el Hito 22 de la frontera chileno-argentina en Sección Ciayque, en ese frió y agreste paisaje, pero él sí quiso escribir que sus cenizas permanecieran para siempre en ese lugar como mudo testigo de que un día…, él y muchos otros estuvieron allí hasta rendir la vida si era necesario

Patriótico retorno a la tierra

Por Patricio Quilhot Palma, Teniente Coronel (R)

 Frente a dos líneas de alambradas, el Hito 22 de la frontera chileno-argentina se ha cubierto este día con la gloria de un verdadero Soldado del Ejército de Chile, quien, antes de abandonar esta vida terrenal, ha pedido que sus cenizas sean esparcidas en el escenario en que la Patria le demandó el sagrado juramento de dar la vida si era necesario. Ello no ocurrió,  por decisión en contrario de un enemigo muy superior en número y medios de combate, cuya retromarcha solo ocurriera a minutos de que las fuerzas de primera línea entraran en contacto.

Fue allí, pocos kilómetros al norte de Sección Ciayque, en medio de las pampas magallánicas, donde el entonces Capitán de Ejército, hoy Mayor en Retiro,  Rafael Cruz Orellana, decidió descansar sus restos para siempre. Allí, donde su vocación de soldado y de chileno le hiciera esperar el ataque, sin dudar un instante en que su vida era solo un accesorio insignificante, frente la amenaza que se erguía ante la Patria.

En una época en que los militares en retiro nos debatimos entre la vergüenza por el robo evidente y la indignación ante la cobardía y la traición, constituye un momento de legítimo orgullo el comprobar que la moral y el espíritu de cuerpo de los verdaderos soldados, sigue en pié. El ejemplo de patriotismo y honor, proveniente de un militar de corazón, sencillo, humilde y leal, nos hace inevitablemente volcar la mirada hacia los actos imperdonables que hoy oscurecen el prestigio de una institución que nos acogió por una vida y a la que amamos como nuestra segunda familia.

Al exponer la historia nuestro recordado camarada, Mayor “Tacitas” Cruz, como con cariño lo llamaban sus amigos, hay una evidencia que demuestra que la figuración ganada por los actos personales, siempre será más sólida que la de aquellos a quienes la ambición nubla la vista, ya sea por querer ser lo que nunca fueron o porque la arrogancia infame los embriaga con un impropio sentimiento de superioridad.

Las cenizas de este gran soldado, fueron despedidas en terreno por quienes, en 1978, fueran sus subalternos, lo que confirma sus condiciones humanas, de líder y de comandante, cuando siendo un joven Capitán, demandara de su gente la entrega que él mismo estaba dispuesto a brindar a sus compatriotas. Es ese heroísmo simple, sin aspavientos, sincero y leal, el que hoy me hace emocionar pensando en la grandeza de un hombre que no necesitó de honores ni gloria que jamás pidió ni buscó, el que, desde esta tribuna y para testimonio de los buenos soldados que vivimos en la reserva, lleno del mayor respeto y admiración, me atrevo a expresar.

Gracias Mayor Rafael Cruz Orellana, por tu ejemplo de honorabilidad, patriotismo y lealtad, confirmando que tu paso por la Escuela Militar aseguró el porvenir del Ejército y que sobre este Ejército puede descansar el futuro de Chile. Descansa en Paz, sabiendo que tus camaradas no te dejan atrás, reconociendo en tu imagen y en tu actuar, las verdaderas raíces de nuestra vocación militar.

¡VIVA CHILE!

El síndrome de Shylock

Por Orlando Sáenz Rojas
En una reflexión anterior (“Destruyendo a Chile”) alcanzamos importantes conclusiones: a) la temprana consolidación de una poderosa e impersonal institucionalidad republicana hizo de Chile un ejemplo de estabilidad democrática casi sin parangones; b) esa institucionalidad republicana no solo hizo a Chile, si no que se podría decir que es Chile; c) destruir esa institucionalidad es el único camino que permitiría un cambio revolucionario de la estructura social de Chile; d) hoy somos testigos de una coordinada y sistemática campaña para desprestigiar y alterar el funcionamiento de todas las instituciones que sustentar el accionar democrático de Chile.
De todas las demoliciones institucionales en marcha, hay dos especialmente graves, y son las de Carabineros y la de las otras ramas de las Fuerzas Armadas. Ello porque son las instituciones fundamentales para asegurar el imperio de la ley, que es el ejercicio esencial de todo gobierno, y porque fueron determinantes en el aborto del más grave intento para transformar al país en una dictadura marxista. 

Es probable que la corrosión sistemática de estos bastiones republicanos haya comenzado desde el momento mismo de la recuperación democrática, pero lo que no se puede dudar, es que, a estas alturas, ha alcanzado niveles inéditos y muy alarmantes. No hay tampoco duda que para alcanzar ese novel de erosión se ha contado con la poderosa colaboración de esas propias instituciones, reos de una corrupción que ha dejado atónita a la ciudadanía por su volumen y amplitud, pero es necesario reconocer que el caldo de cultivo de esa cizaña fue largamente preparado por el estado civil chileno y a lo largo de prolongados períodos.
La corrupción y el abuso administrativo son siempre la consecuencia de una degradación ética. Para que se propague en instituciones tan vocacionales como son las de Carabineros y Fuerzas Armadas se requiere un proceso de desmoralización que, en nuestro caso, está muy a la vista desde la propia restauración del régimen democrático. Todos hemos visto como, pretextando el castigo a la violación de derechos hum anos bajo la dictadura, se ha humillado brutalmente a esas instituciones arrastrando durante casi tres décadas al oprobio y a la cárcel a muchísimos oficiales que eran subalternos cuando ocurrieron los hechos que se les imputan.

Basta imaginarse lo que sería la historia de Alemania si al terminar la Segunda Guerra Mundial se hubieran prolongado por treinta años los juicios de Nüremberg con los criterios jurídicos con que la justicia chilena se ha hecho cómplice de esa campaña de destrucción desmoralizante de la relación cívico-militar, para apreciar el destructivo efecto de esa insana práctica.
A diferencia del ataque más difuso a otras instituciones republicanas, en el caso de la sistemática destrucción del prestigio y del respeto a las Fuerzas Armadas, la mano del Partido Comunista ha sido explícita. Este partido, cuya siniestra historia internacional como genocida descarta cualquier motivación ética, se ha dedicado concienzudamente a la tarea de infiltrar, castigar y desprestigiar a las Fuerzas Armadas con el transparente propósito de eliminarlas como garantes de la estabilidad del sistema republicano y para ello no ha dudado en dedicar parlamentarios a tiempo completo a esta tarea.
Con todo, donde más se evidencia el propósito deliberado de desprestigiar a esas instituciones es en el destape, con escándalo público, del abuso en la asignación de los llamados “gastos reservados”. Durante décadas, el estado chileno contrarrestó la protesta por las bajísimas remuneraciones del personal militar con el otorgamiento de prebendas tales como los bonos, gastos reservados, privilegios previsionales y retiros prematuros. Cuando, dándose por sorprendido, denuncia con estridencia y lleva a la justicia los abusos cometidos en esas vías irregulares de compensación, no solo incurre en repugnante hipocresía si no que erosiona a una institución básica en la que debería corregir antes que castigar. 

Pero peor aún es el tratamiento del enorme desfalco “descubierto” en Carabineros y que ya tiene a decenas de oficiales con su carrera y su honor destruidos antes de ser siquiera sentenciados. ¿Hay alguien tan ingenuo como para creer que un desfalco de ese monto puede pasar inadvertido por años para el más elemental control presupuestario que pudiera concebirse? La única posible explicación es que los aspavientos de sorpresa e indignación tras el “descubrimiento” no son otra cosa que búsqueda de oscuros intereses políticos en el momento que se creyó más oportuno.
Y donde la demolición alcanza niveles de “comedia del absurdo” es en La Araucanía, donde se obliga a actuar a Carabineros con un diagnóstico equivocado, con medios y facultades insuficientes, por años de años, y se les despide o enjuicia por cualquier pelo que se salga de su lugar en la cabeza de un mapuche. El resultado de esta absurda política está a la vista si se compara el número de Carabineros exonerados o enjuiciados con el de terroristas mapuches detenidos.
Esa estrategia política de exigir resultados con ningún margen para el daño colateral podría llamarse “el síndrome de Shylock” porque lo inventó Shakespeare en “El Mercader de Venecia”, cuando muestra a la justicia veneciana exigiéndole al usurero judío sacar una libra de carne del cuerpo del deudor sin derramar una gota de sangre. En La Araucanía, los Carabineros actúan afectados por el síndrome de Shylock y eso los está destruyendo, tal como destruyó al personaje de la comedia. Y el efecto es un cuerpo desmoralizado, frustrado, traicionado que pierde su eficiencia allí y consecuencialmente en todas partes. En tales condiciones, no solo se perderá en el conflicto mapuche sino que también se perderá la lucha contra la delincuencia.
No hay nada más urgente ni más necesario que restaurar la relación entre el estado civil y sus órganos de imperio. No es tarea que pueda emprender solo un gobierno con minoría parlamentaria, sino que es tarea de una política nacional que debe ser consensuada para que sea eficaz. De lograrlo depende el destino de la democracia chilena.

Un veterano de guerra que ganó la paz

Por Humberto Oviedo Arriagada, General  de Ejército  (R)

Reforma de humo

Por Axel Buchheister Rosas, Abogado

El Presidente Sebastián Piñera anunció una reforma constitucional para terminar con el decreto fundado y la comunicación previa al Congreso, para que un primer mandatario pueda llamar a retiro a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y el general director de Carabineros, ya que éstos “tienen que estar subordinados al poder civil y cuando el Presidente les pide la renuncia tienen que renunciar en el acto”.

Un argumento que es dudoso que justifique la reforma que se plantea. Desde luego, las FF.AA. y Carabineros están sometidas al poder civil, cuando la Constitución las define como esencialmente obedientes y no deliberantes. Además, lo están por el hecho que el Presidente puede llamar a sus jefes máximos a retiro según su criterio y en cualquier momento. Así es: que deba dictar un decreto fundado y comunicar la decisión a las cámaras no limita jurídicamente la atribución, ya que sólo él califica los fundamentos -el contralor únicamente verifica que se expresen en el decreto, pero no los puede calificar- y los cuerpos legislativos no están llamados a prestar su aprobación, sólo se les informa.

Entonces, ¿para qué se hacen esas exigencias si al final no constituyen mayor restricción? Porque considerando la Constitución a las FF.AA. y Carabineros como instituciones fundamentales de la república, quiere evitar que se politicen o se les maneje de forma inadecuada por el poder de turno. De esta manera, se ha establecido que llamar a retiro a uno de sus máximos jefes tiene un costo político para el Presidente, pues debe fundar sólidamente y formalmente su decisión, e informar a las cámaras legislativas, que sí pueden deliberar sobre el punto, que de hecho es su tarea. Y la ciudadanía resolverá en la siguiente elección. En suma, porque se genera un momento institucional que impide que la atribución se ocupe con liviandad u oportunismo.

Además, no se ha dado una explicación de por qué se hace necesario innovar en un mecanismo que se puso a prueba y funcionó bien. No pasó nada. De hecho, el único que puede haber salido perjudicado fue el saliente general director, porque -como dijo un comentarista- el contenido del decreto es “brutal”. Bueno, ese era el riesgo que corrió al no renunciar y pedir que se siguiera el procedimiento de llamarlo a retiro. Pero lo concreto fue que primó la voluntad presidencial, el trámite demoró 48 horas y nadie ha criticado el uso que se hizo de la atribución.

La propuesta parece tener perfume a distracción del debate público, con la discusión de una reforma constitucional que en verdad no aporta nada nuevo, pero que de tomar impulso cubriría las responsabilidades políticas “civiles” de lo sucedido, el deterioro de la aprobación gubernamental y la falta de una agenda de fondo en otras materias. Y eso es precisamente lo que la Constitución pretende evitar: que se use a las Fuerzas Armadas y Carabineros como factor en la discusión política contingente. Así es que todo aconseja dejar las cosas donde están.

El «respeto» político a las FF.AA.

Por Carpóforo

Las Fuerzas Armadas chilenas cuentan con un prestigio internacional innegable, llenándonos de orgullo, junto con brindarnos la seguridad y el resguardo necesario para nuestras actividades diarias. Un par de situaciones desgraciadas no logra hacer daño en la arraigada confianza y admiración que sentimos hacia los herederos de centenarias tradiciones, donde el honor, la virtud y el patriotismo de los profesionales de las armas dejara puesto en tan alto sitial el nombre de la Patria. La mantención de una relación franca y directa con ellas, sin embargo, parece no interesar a la clase política, la que – en la misma medida que su propio prestigio se derrumba – cae en la liviandad de relegarla a un tercer o cuarto plano, privando a la sociedad de los significativos aportes que ellas podrían brindar, en muchas de las áreas del desarrollo nacional.

Lo que más llama la atención es que sea justamente aquel sector político que – erróneamente – cree detentar su absoluta simpatía y lealtad, quien mayor desprecio muestra hacia su conducta silenciosa y no deliberante, sin considerar el riesgo que ello implica por la apertura natural de vías de acceso a una izquierda ávida de oportunidades para recuperar o ganar posiciones perdidas. Justamente, es esa izquierda quien manejó con habilidad la relación cívico militar, a partir del momento en que se produjo la entrega del gobierno militar.

Recordemos que el mayor y mejor equipamiento de las fuerzas armadas chilenas no se produjo exactamente en el período en que ellas detentaron el poder político, sino que cuando gobernaban quienes,durante largos 17 años, habían sido sus adversarios. Fue en plenos gobiernos de izquierda cuando la profunda renovación de los obsoletos medios de combate, acompañada de una modernización general de las doctrinas y procedimientos de empleo, dotó a la nación de una capacidad de disuasión que no teníamos, probablemente, desde el término de la Guerra del Pacífico.

De acuerdo a la opinión de diversos analistas, de carácter ideológicamente transversal, es justamente la derecha política quien menos interés y respeto muestra por las fuerzas armadas nacionales y por los valores y principios que éstas promueven, representan o sustentan. Dicha opinión coincide con la escasa participación de los grupos sociales que con ella se identifican en las tareas de defensa de la Patria, lo que va desde la nula presencia de ésta en el Servicio Militar Obligatorio – hoy de carácter voluntario – hasta la concurrencia o integración a las actividades de preparación de la movilización nacional, como sucediera en el año 1978.

Por cierto que hubo algunos empresarios que aportaron medios y recursos para apoyar la preparación de la defensa de nuestro territorio, pero quienes debieron resistir por meses el inhóspito clima de las pampas australes, islas y heladas montañas, fueron casi exclusivamente quienes provenían de familias humildes y sencillas, cuyo sentido patriótico, junto a la honesta entrega de sus oficiales y suboficiales, permitió que se ganara finalmente la paz.

Ante la irrefrenable ambición de poder mostrada por la mayor parte de una clase política que no trepida en aprovechar cada oportunidad para cosechar votos, influencia o figuración, es imposible no lamentar que sea justamente el sector que representa una ideología internacionalista y antipatriótica quien explote en su favor el desamparo en que hoy se mantiene a los militares.

Confirma las apreciaciones anteriores, el hecho de que sea la derecha política actualmente en el poder quien ha dado las más fuertes señales de menosprecio hacia el mundo militar, tal vez creyendo que la venganza desatada por la izquierda en contra de los viejos soldados en retiro bastará por sí sola para que los uniformados se acerquen a sus filas y los apoyen a ojos cerrados. La falta de realismo y la ignorancia soberbia que muestran muchos de los líderes de la derecha no les permite ver lo que realmente puede estar produciéndose en las filas de las instituciones armadas.

Mientras mayor es la crisis que vive una organización, mayor es importancia del liderazgo, lo que hoy, en medio de los problemas que aquejan a algunas de las instituciones armadas, simplemente no es posible esperar de parte del gobierno. Especialmente, cuando observamos la actuación de quien ostenta el honor de ser el Generalísimo de dichas fuerzas, erigido en tal cargo con la salvadora contribución de los votos de la familia militar.

Ya en su primer gobierno, el actual mandatario dio muestras de su distanciamiento con el mundo de los uniformados, al dejar de asistir a la ceremonia del mayor simbolismo patriótico: el Juramento ante la Bandera Nacional, en aquella oportunidad canjeado – como si se tratara de puntos de Lan Pass – por un partido de fútbol en Méjico. En su segundo mandato, junto dejar de cumplir – por segunda vez – su promesa de solucionar la injusticia que afecta al mundo militar en retiro, la máxima autoridad nacional vuelve a malentender los protocolos, ritos y tradiciones militares, al comunicar a última hora su decisión de no asistir a la graduación de los oficiales de las Academias de Guerra, actividad que históricamente ha encabezado el Presidente de la República.

A buen entendedor, pocas palabras. No basta con explicaciones torpes y desatinadas, como se acostumbra en el ambiente de palacio, para justificar la ausencia del presidente a esta actividad, programada con meses de anticipación, al igual que el Juramento a la Bandera de Chillán del año 2010. La torpeza demostrada por sus asesores consiste en no comprender que de este grupo de oficiales graduados es desde donde saldrán los futuros mandos superiores de las instituciones, generando con su inasistencia la reciprocidad correspondiente al desprecio recibido.

El respeto a los valores republicanos constituye una responsabilidad general, para todos los chilenos, pero – sin duda alguna – representa un obligación ineludible para quien sea ungido con la máxima autoridad del país, recibida a través del voto con el que el pueblo le ha delegado el poder. La República de Chile ha forjado su existencia independiente, en gran parte, gracias a la capacidad de imponer sus términos por la razón o la fuerza, rol último en que las armas nacionales han jugado un papel preponderante. La razón, entretanto, no le habría servido de nada si no hubiera sido sostenida por la fuerza de las armas, elemento clave para disuadir revanchismos o ambiciones dañinas.

No es posible entonces que tengamos autoridades que muestren este grado de alejamiento de los valores esenciales de nuestra nacionalidad, sin que ello provoque el rechazo de quienes sentimos a la Patria como un factor de unión, de progreso y en ningún caso como una inversión de la cual obtener beneficios. Si la primera autoridad nacional pretende menospreciar el rol de las FF.AA., estará restando valor a uno de nuestros baluartes republicanos más preciados, justamente en contraposición a los sentimientos de quienes lo han puesto en el alto cargo.

¿Quien grabó al Comandante en Jefe?

  1. Por Roberto Hernández Maturana, Coronel de ejército en Retiro

No lo conozco, al menos físicamente.

Pero creo conocerlo, o al menos me lo imagino.

Es difícil decidir por donde comenzar…, pero no quisiera pensar que es un “infiltrado político” en las filas del ejército, que es muy probable que los haya.

Mas bien – y me parece la peor posibilidad de todas – es que debe ser un “infiltrado cultural”.

Un “militar” (así entre comillas) permeado por una crisis que atraviesa en lo valórico a toda la sociedad actual y a sus Instituciones, en que se plantean nuevos paradigmas de sociedad y familia, que desprecia las instituciones y todo lo que represente lo “permanente”. Quizás ese “militar” (así entre comillas), vive sin saberlo afectado por la filosofía hedonista pregonada por Arístipo en el siglo IV antes de Cristo, pero tan en boga hoy, en donde “el hombre es la medida de todas las cosas”, y en la que “el disfrute del placer actual, inmediato, es el principio capital y el fin del hombre”. Para la persona hedonista sólo cuenta el instante, el momento. El ayer pertenece a la historia; el mañana es un incierto signo de interrogación; nada más que existe el hoy, el ahora. Esta forma de pensamiento ha servido excelentemente al neomarxismo en los tiempos que vivimos, para exacerbar los resentimientos sociales y alentar los conflictos “de clase”. Una sociedad en que todos, izquierda y derecha ven a la profesión militar como una “pega” más, y no como una “forma de vida” que caracterizaba la vida de quienes abrazaban la carrera de las armas… No debemos olvidar que la acción de profesar también consiste en creer en algo, en inclinarse voluntariamente hacia una idea o un valor.

Hoy pareciera ser que no se profesa, se anteponen los “derechos” por sobre los “deberes” que debe cumplir todo integrante de una institución como lo es el Ejército en beneficio del colectivo que es la sociedad.

Hoy más que nunca necesitamos militares, quienes desde sus sentimientos más profundos proveniente de su yo interior, tengan el convencimiento de sacrificar sus derechos y velar por el cumplimiento de sus deberes para que otros (la sociedad) gocen de sus derechos. Eso implica el “hasta rendir la vida si fuera necesario” como reza el Juramento a la Bandera que todo militar hace al comienzo de su carrera.

Pero volvamos a tratar de descubrir al personaje que motiva estas líneas:

Sin duda es un “militar” (así entre comillas) que asistió a una de las eventuales reuniones reservadas, que cada cierto tiempo hacen los Comandantes en Jefe del Ejército con todo el personal de una guarnición (en este caso de Santiago), para tratar y exponer directamente y sin tapujos algún tema que esté afectando gravemente a la institución. En ellas el Comandante en Jefe entrega su confianza a la discreción y lealtad de todos sus subalternos, de soldado a general.

Por lo tanto, fue un “militar” (así entre comillas), y de acuerdo a las informaciones de la prensa, al tratarse de una reunión con oficiales de la guarnición de Santiago, habría sido un “oficial” (así entre comillas).

Me imagino a ese “militar” resentido por algún hecho en que se sintió perjudicado y guardando su despecho para descargarlo en forma artera, lo hace ahora cobardemente para enlodar a toda una institución.

Un “militar” con un ego tan grande y enfermizo que es capaz de traicionar la confianza de superiores y camaradas con los que ha compartido parte importante de su vida – y si es parte de la “familia militar”, la mayor parte de su vida – anteponiendo su rencor y autosuficiencia en sentirse dueño de “la verdad”, por encima de una institución a la que se ligó de por vida cuando juró a la bandera (lo que seguramente hizo repitiendo el juramento como un papagayo)…

Pero además (y ya no diré “un militar”,) un desleal y un cobarde que gansterilmente se aprovecha de ese momento de confianza, para grabar esa conversación y entregarla a medios periodísticos sensacionalistas, grabación que él sabía, sería usada para hacer “bolsa” al Ejército… y si pensaba que sólo iba a perjudicar a su Comandante en Jefe, entonces además de desleal y cobarde es un imbécil, porque este “incidente” ha sido un verdadero festín para quienes quisieran cambiarlo todo en el ejército, y politizarlo bajo el supuesto de una sujeción y control total de las FF.AA. al “poder civil”, cosa que por lo demás ya existe, y es parte de la naturaleza de las Fuerzas Armadas como instituciones permanentes del Estado.

Sin duda el uniformado (no diré el “militar”) que entregó esa grabación del Comandante en Jefe a la prensa, robada desde una reunión reservada al ámbito militar, es sólo “alguien” que se disfraza de militar, que no alcanzó nunca a percibir la grandeza de la institución a la que pertenece, y a la que debería dejar más temprano que tarde… Para gustitos personales debería ir a otros ámbitos…, como la política…, o la farándula quizás.

Creo en el comandante en Jefe del Ejército

Por Christian Slater Escanilla, Coronel de Ejército en Retiro

Creo en él porqué soy un militar de honor y entiendo la urgente necesidad de reforzar el Ethos de la Profesión Militar.

El General Ricardo Martínez llegó a su actual cargo no por casualidad. Seis anteriores Comandantes en Jefes supieron –en algún momento de sus exitosas carreras militares– de su existencia. Decenas de Oficiales más antiguos que él fueron sus superiores y lo debieron calificar en innumerables oportunidades. Otros tantos fueron sus instructores y profesores en los diferentes cursos de requisitos para ascender a Teniente, Capitán o Mayor.

Otros, fueron sus profesores en la Academia de Guerra y paralelamente, todos los años de su carrera militar, 35 o más veces, fue sometido a una minuciosa revisión de su desempeño.

Como Coronel, por reunir los requisitos, alcanzó el grado de General con los votos favorables que obtuvo de quienes en ese momento, como Generales integrantes del Alto Mando Institucional, determinaron que reunía las condiciones para lograr ese ascenso.

Durante su Carrera militar, por su preparación profesional, se hizo merecedor al mando de un Regimiento, Escuela, División y otras unidades. Y así, sorteando todos requisitos apoyado por todos los que le dieron el pase, llegó a Comandante en Jefe del Ejército, con la aprobación del Gobierno de turno.

Por lo mismo creo en el General Martínez, así como siempre he creído en las capacidades y liderazgo de sus seis antecesores, al mando de la Comandancia en Jefe del Ejército de Chile. Desde el General Augusto Pinochet hasta el General Humberto Oviedo.

Si no creyera en él, sería un traidor. Tan traidor como quien grabó y probablemente vendió a un medio de comunicación –al igual que Judas– sus francos y directos comentarios frente a sus camaradas. Podré no estar de acuerdo con algunos aspectos de lo que señaló o cómo lo dijo. Podré dudar de la calidad de sus asesores directos, de la lealtad de sus colaboradores más cercanos y también podría dudar de la idoneidad de los oficiales de su círculo más cercano. Podré dudar de quienes tienen la obligación de cuidarlo o protegerlo, aunque en ello se les vaya su propio puesto. También, podré dudar de los partidos políticos que lo atacan o apoyan, interesadamente, pero jamás duraría del profesionalismo y la honorabilidad de un Comandante en Jefe.

Todos los que hemos sido Comandantes de diferentes Unidades Militares, en más de una vez nos hemos equivocado en nuestras expresiones. No una, varias veces y también –los más honorables– han tenido la hombría para reconocer sus errores frente a sus unidades y subordinados. Sé lo que es ejercer la autoridad y disciplina sobre quienes están bajo el mando de una autoridad militar. Conozco de las presiones, directas e indirectas y del mal uso del concepto de “familia militar” para intentar torcer la mano.

A los militares que dudan de cualquier Comandante en Jefe, no importando como se llame, están dudando, entonces, de su propia hombría. Esa que no supieron cuidar y respetar, antes de atacarlo a través de los medios comunicación o las redes sociales, sin darse cuenta que son ellos mismos los que más se desprestigian. No solo entre sus camaradas sino también ante la sociedad completa.

De todo lo que he escuchado puedo dar fe que el General Ricardo Martínez se ha ceñido al código de honor establecido en el Manual, “Ethos de la Profesión Militar”, de reciente publicación en el Ejército: (página 4-29 y 4-30)

Prácticas del honor militar:

  • Cumplo con la palabra empeñada.
  • Soy veraz y justo con las personas.
  • Me preocupo por reflejar mi carácter y fortaleza en mis actos y decisiones sobre la base de las virtudes militares.
  • Soy transparente con respecto a mis opiniones y decisiones.
  • Mantengo y hago respetar mis condiciones cuando creo en lo que es correcto.
  • Me preocupo por mantener el prestigio de la institución a través de mi actuar en toda circunstancia.
  • Actúo con transparencia y probidad en cualquier situación.
  • Demuestro coherencia personal entre lo que digo y lo que hago.
  • Soy honrado en la administración de los recursos que el Ejército pone a mi disposición.
  • Digo lo que pienso cuando algo me parece incorrecto y siempre con respeto.
  • Me esfuerzo por actuar conforme con la ética y los valores militares declarados en la Ordenanza General del Ejército.
  • Demuestro fortaleza a la hora de plantear y defender mis convicciones.
  • Califico y evalúo a mis subalternos según sus méritos y no de acuerdo con mis relaciones personales de amistad (justicia).
  • Cultivo el sentimiento de orgullo nacional al pertenecer al Ejército de Chile.

Al respecto y después de leer y repasar, una vez más este Manual que nos habla de las cuatro virtudes cardinales: la fortaleza, la templanza, la justicia y la prudencia –conceptos que debería constituir “la joya de la corona”– también debo hacer mi “mea culpa”.  Yo también he sido imprudente y me excuso públicamente. Confieso haberme hecho permeable “al liviano pelambrillo” sobre la reunión del General Martínez con más de 900 Oficiales de la Guarnición de Santiago. Con más tiempo, tomando distancia y repasando lo ocurrido puedo decir fuerte y claro: Creo en el Comandante en Jefe del Ejército de Chile, porque él no es el jefe de ningún Partido Político, no representa a ninguna corriente política. Es un soldado, que la historia lo puso al mando de una institución justo en el momento en que se inicia una crisis, que en lo personal si estimo que existe, pero lo que se debe evitar, es algo mucho más grave, es que esta se transforme en una revolución.

El conflicto cultural en las Fuerzas Armadas

Por Roberto Hernández Maturana, Coronel Ejército (R)

A raíz del último cambio “masivo” del Alto Mando del Ejército, el Ministro de Defensa ha manifestado que ninguno de los nuevos generales está implicado en hechos relacionados con Derechos Humanos, puesto que ellos egresaron en años muy posteriores a la época del gobierno militar, afirmación que ha causado complacencia en la izquierda y malestar en algunos sectores de militares en retiro. La verdad es que parece lógico, además del natural avance del tiempo, que quienes integraron las filas de la Institución entre 1973 y 1990 hayan dejado las filas de la institución, y que el Ejército quiera tener un alto mando que no sea permeable a ninguna acusación que siga exponiéndola ante la opinión pública. Ya tiene bastante con lo que hoy está viviendo… pasó Carabineros y con seguridad sectores interesados ya estarán hurgando en la Armada y la Fuerza Aérea.

La situación anterior ha hecho que el periodismo político especialmente de izquierda, se pregunte entonces si el Ejercito intenta desvincularse del pasado, pregunta por lo demás bastante majadera y tendenciosa con la que pareciera que ese sector de la prensa quisiera querer “meter el dedo en la llaga”.

La verdad es que las Fuerzas Armadas que sustentan su etos y su característica identitaria institucional en las tradiciones y la historia, no pueden desvincularse de su pasado…, NO PUEDEN, ES PARTE DE SU HISTORIA, no sólo de la historia que desembocó en los hechos de 1973, sino de toda su historia.

Distinto sí es el CÓMO el Ejército se hace cargo de su historia. Esta es una tarea constante y permanente, qué las instituciones armadas desarrollan bajo el concepto de «lecciones aprendidas», tratando de mejorar o corregir falencias para enfrentar situaciones similares en el futuro.

Por lo demás y esto es a mi juicio lo más importante…. Hoy, no sólo el Ejército, sino las FF.AA. tienen un gravísimo problema para poder compatibilizar su normativa interna con los «valores» de la sociedad actual, en que la libertad «a todo evento» se contrapone gravemente con los reglamentos institucionales, especialmente en tiempos de crisis y en el entrenamiento permanente en tiempo de paz.

Así, pareciera que hoy se mira a la función militar como una «pega» más, y no como una “forma de vida” que caracterizaba la vida de quienes abrazaban la carrera de las armas…, y en este país, el verdadero “barrido” que ciertos sectores quieren imponer como norma de vida al interior de las Instituciones de la Defensa y Carabineros, atenta gravemente contra la formación y eficiencia profesional de dichas instituciones. Así, cualquier individuo incluidos los miembros de las FFAA, hoy concurren a la justicia, lo medios de comunicación social, la ley de transparencia, etc., para reclamar lo que consideran la violación de sus «derechos», olvidando que es en las instituciones armadas dónde más deben primar los «deberes». Esto obviamente afecta gravemente conceptos como la disciplina y la verticalidad del mando en la que se basa el funcionamiento de las instituciones castrenses.

¿Se ha preguntado Ud. querido lector como se preparahoy a las FFAA especiales norteamericanas? ¡Su entrenamiento choca constantemente con lo que podríamos entender como “derechos ciudadanos”!… ¿y quién reclama?, ¿o que pasa en los mismos cursos de comandos franceses donde muere gente en instrucción?  ¿Se cuestiona allá de la forma que aquí lo harían, los derechos a los que esos soldados gustosamente renuncian para entrenarse en defensa de su país?

Por lo mismo, en los países del primer mundo, las FF.AA. “convencionales” se usan hoy mayoritariamente en misiones humanitarias, de ayuda en catástrofes, etc. Para misiones de combate, principalmente en el ámbito internacional, son empleadas casi exclusivamente fuerzas especiales, dotadas de una solida moral, espíritu de cuerpo,  y con un claro sentido de la disciplina y de la verticalidad del mando, que parece ser cada día mas débil en las fuerzas convencionales, permeadas por la ideología de los derechos por sobre los deberes.

Hoy el gran problema que viven las Fuerzas Armadas, es el verdadero choque cultural entre sus doctrinas y reglamentos con la desmedida demanda de derechos, en una sociedad cada vez  más  hedonista, donde el internacionalismo, la globalización y la deconstrucción cultural,  parecen estar por sobre el  sacrificio personal y las exigencias de la preparación para la guerra, que no están en las prioridades del ciudadano común.

Lo triste de toda esta situación es que viejos ex soldados, antaño jóvenes subalternos que si fueron educados en el mas irrestricto sentido de la obediencia y verticalidad del mando, son cada vez más olvidados y mueren y languidecen en prisión víctimas de una despiadada venganza que envuelve réditos monetarios para algunos  y políticos para muchos, especialmente de la izquierda y ciertos grupos de derecha, dispuesta a mentir e incumplir sus compromisos de buscar una justicia “justa”, con tal de alcanzar el poder.

Para la sociedad y para las instituciones armadas agobiadas por sus problemas actuales, que no supieron corregir a tiempo, esos viejos soldados hoy no son ninguna prioridad, agobiadas por problemas administrativos de larga data, que no supieron corregir a tiempo. Como siempre algunos pocos, los menos, sacaron provecho  y otros no respondieron por lo que ellos o sus subalternos hicieron o dejaron de hacer…

Es deber del Estado en su conjunto y del Gobierno en particular, cuidar el buen funcionamiento de las  FF.AA.  La defensa es tarea de todos, no solamente de sus militares,  La guerra no la declaran los militares la declaran los políticos;  las Fuerzas Armadas son sólo uno de los instrumentos con los que el Estado busca alcanzar sus objetivos junto a la diplomacia la economía y el manejo de su frente interno.  Descuidar a sus FF.AA. tendrá resultados nefastos para un país y manosearlas para provechos políticos puede tener consecuencias insospechadas y traumáticas como las ya vividas en el pasado.

Un fallo aberrante

Por Jaime Ravinet de la Fuente, ex ministro de Defensa en dos períodos (2004-2006 y 2010-2011), declaraciones al diario El Mercurio de Santiago

«El ministro se ha dado un gusto, ignorando el Código de Justicia Militar.

De acuerdo al Código Militar, el responsable es quien da las órdenes. Más aún cuando en esos momentos se vivía bajo el Estado de Guerra declarado por Pinochet, donde la desobediencia es pagada, al punto de que quien no obedecía podía ser fusilado. Espero que la Corte de Apelaciones haga justicia no solo con Cheyre, quien merece toda mi confianza y respeto, sino también en el futuro con muchos otros subordinados que están siendo procesados por causas similares a lo largo del país.

Esa de toda justicia que se condene a quienes idearon y materializaron tan horribles crímenes, pero cortar por el hilo más delgado, en este caso me parece una aberración jurídica y, para algunos, un afán de venganza y de dañar la imagen del Ejército de Chile.

La mayoría que dieron las ordenes están muertos, ellos son los responsables. Aquí el teniente Cheyre no era libre para decir: ‘mire yo llevo o no llevo el comunicado de prensa”, sino que estaba obligado a hacerlo, quien dio esa orden es responsable no quien la llevó.

Se trata de un fallo absolutamente injusto que tiene más sabor a venganza que justicia, y que implica que el ministro Carroza desconoce absolutamente lo que es el Código de Justicia Militar, que entre sus disposiciones más importantes establece la obligatoriedad de obediencia.

Ante los crímenes cometidos por la Caravana de la Muerte, lo obvio es sentenciar y condenar a quienes fueron sus responsables, pero no un teniente, un cabo, más aún en tiempos de guerra como lo declaró Pinochet, el oficial o el soldado que no obedecía, se arriesgaba a ser fusilado.

El condenar por llevar, entre otras cosas, un comunicado de prensa al diario como ayudante del entonces intendente plantea una interrogante seria no solo para Cheyre, sino para muchos otros procesados que en su época eran tenientes, subtenientes, cabos o sargentos, que no tenían otra opción que obedecer.

 

11/09/1973: Ejército es la única rama de FF.AA. que aborda tema en aulas

Por Sergio Rodríguez G., Diario La Tercera,  8 SEP 2018

A 45 años del hito, las tres áreas de la Defensa explican cómo se enseña este capítulo histórico a su personal. Tanto la Armada como la Fach indicaron que el episodio no forma parte de sus mallas académicas.

¿Pronunciamiento militar o golpe de Estado? ¿Quiebre de la democracia, régimen militar o dictadura? Lo ocurrido en Chile, el 11 de septiembre de 1973, tiene aún muchos nombres, apellidos y acepciones. Todos, obviamente, dependientes del lado político e ideológico desde donde se lo mire. Porque no hay sinonimia en cuestiones históricas, se suele decir. Cada palabra representa algo diferente. Una visión, una opinión, un énfasis.

Este martes 11 se cumplen 45 años de lo ocurrido con el gobierno de Salvador Allende. Y ante ese escenario, La Tercera consultó con las tres ramas de las Fuerzas Armadas, actores centrales de aquel hito, cómo se lo denomina hoy en día, si se lo aborda como materia de estudio en las aulas de sus cadetes y aspirantes, si hay alguna “norma de estilo” para referirse al “11”.

Las respuestas tienden a ser evasivas. La fecha, claramente, continúa siendo compleja. En la Fach, por ejemplo, se dijo que “ el tema planteado no es parte de la malla curricular de las escuelas y academias de la Fuerza Aérea de Chile”.

En la Armada, a través de su dirección de comunicaciones, se manifestó que “los episodios de nuestra historia, ocurridos el 11 de septiembre de 1973, no forman parte de las temáticas y asignaturas establecidas en las mallas académicas que se imparten en las escuelas matrices institucionales, tanto en la Escuela Naval como en la Escuela de Grumetes”.

La Marina agregó que “el énfasis está en las materias relacionadas con la formación profesional naval propias de la institución, y que requieren las futuras dotaciones para enfrentar los desafíos de su tercer siglo de existencia”.

También se destacó que, dado que no existe un libro orientado a esta temática, ni se enseña lo sucedido el 11 de septiembre de 1973, tampoco “se cuenta con una denominación específica”.

En el Ejército, en cambio, sí se dio cuenta de otro tipo de acercamiento al tema.

“Las escuelas formadoras del personal militar enseñan este hecho, tomando como base los conocimientos elementales de los procesos históricos más relevantes del siglo XX, relativos al acontecer nacional e internacional, y que permitan a los alumnos comprender hechos políticos, económicos, sociales y militares ocurridos en ese período en nuestro país. En este marco, y a través de la asignatura Historia Contemporánea de Chile y el mundo, se da a conocer la evolución histórica nacional y mundial”, se indicó en esta rama castrense.

La institución añadió que “dicha asignatura considera, primeramente, un marco global histórico respecto de las grandes transformaciones políticas, sociales, económicas y militares en Chile y el mundo, en la primera mitad del siglo XX (…) Posteriormente, se desarrollan temáticas sobre la situación de nuestro país y los efectos de la II Guerra Mundial, en un contexto nuclear y de Guerra Fría. Lo anterior permite comprender la situación histórica nacional, marcada por los hechos que desembocaron en el 11 de septiembre de 1973. Se finaliza el estudio histórico con las relaciones político-militares a partir de 1990, que permite al alumno comprender la relación de la sociedad y el Ejército en los años de transición a la democracia y el impacto de la globalización en la Defensa, frente al siglo XXI”.

 ¿Y dentro de la sala?

Eso, en lo formal. Lo institucional. Un poco diferente, sin embargo, reconocen en “off” algunos uniformados activos, es la forma como se aborda el 11 de septiembre en la privacidad y confianza del “pasillo” y del aula de clases. Esto, incluso, más allá de signos más “visibles”, como por ejemplo el monumento y la sala del Museo Naval que honran al fallecido almirante José Toribio Merino, integrante de la Junta Militar de Gobierno, en 1973.

“Hay de todo, tal como en el espectro social. Ante alguna pregunta específica, hay profesores para quienes el 11 es una gesta y otros que lo califican como una equivocación. Sin embargo, son los alumnos, el personal más joven, los que realmente no se ven interesados en esto. Para la mayoría, la verdad es que ya no es tema”, dice un oficial de Ejército, quien pidió reserva de su identidad.

Actualmente, una eventual celebración formal, ya sea con un acto, una entonación de himno o cualquier otra manifestación, es derechamente motivo de sanción administrativa.

La Constitución Política de Chile establece, en su artículo 90, que las FF.AA. y Carabineros, “como cuerpos armados, son esencialmente obedientes y no deliberantes. Dependientes del Ministerio encargado de la Defensa Nacional, son además profesionales, jerarquizadas y disciplinadas”.

Bajo ese orden lógico, son también entidades públicas, compuestas por funcionarios para quienes, a través de diferentes fallos de la Contraloría, se ha establecido la imposibilidad de participar en actividades proselitistas en horarios de trabajo. Sus actividades conmemorativas son determinadas a través de reglamentos e instructivos de mandos. Y todo comportamiento no autorizado supone sanciones, incluyendo arresto y sumario.

De hecho, en la actualidad no existe ningún reglamento ni decreto respecto de la conmemoración del 11 de septiembre, como sí lo hay para el “Juramento a la bandera”, el “21 de Mayo”, el “Día del reservista” y otros.

 Los caminos

Francisco Vidal (PPD), profesor, ex ministro de Defensa y quien hizo clases en la Academia de Guerra dijo que “con Augusto Pinochet se hacía una reivindicación del 11, y ahora se ha llegado a un punto institucional muy distante de aquella fecha. Por cierto que es algo que genera tensión en la familia militar. Sin embargo, el hecho de que las FF.AA. no lo conmemoren, es un paso en el camino correcto, como instituciones obedientes, no deliberantes y subordinadas al poder civil”.

Para el diputado UDI Osvaldo Urrutia, miembro de la Comisión de Defensa de la Cámara, “es muy difícil y complejo que las ramas de las FF.AA. expresen sobre el 11 de septiembre lo que en su fuero interno deben sentir. Sería políticamente incorrecto, imprudente. Fue un golpe de estado bien dado, que debía darse, pero aún históricamente demasiado cercano en el tiempo”.

 

El conflicto que viene

Por Orlando Sáenz Rojas, Empresario, ex Presidente de SOFOFA

Me declaro reo de haber mirado, por largo tiempo, con despectiva y algo divertida atención la demanda boliviana contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.  Parecía tan absurdo pretender que un tribunal con algún grado de sensatez condenara a negociar con obligación de llegar a un acuerdo a dos partes en que se conoce lo que una de ellas intransablemente desea y otra que no puede darlo aunque quisiera, que siempre consideré ese recurso como una forma de inducir apoyo interno para un mandatario demagógico con pujos de dictador vitalicio.

Sin embargo, los alegatos bolivianos ante la Corte de estos últimos días, y sobre todo las declaraciones y coordinadas manifestaciones que los han acompañado, me han convencido de que lo que Bolivia pretende obtener de todo esto es mucho más y más peligroso que una mesa de negociación sin destino.

Morales sabe que no va a obtener mar por el camino confrontacional que ha elegido.  Más aún, sabe que esa opción le esta enajenando la buena disposición que Chile siempre ha tenido para buscar paliativos eficaces a la mediterraneidad boliviana, y también sabe que hasta eso es bastante difícil dados los determinantes geográficos, históricos y políticos que rodean el asunto.  ¿Qué busca entonces?

La respuesta está en las calculadas declaraciones sobre la propiedad de Antofagasta de los últimos días.  Son lo suficientemente reveladoras como para ser simplemente irresponsables  o casuales.  Lo que Morales busca es un buen e influyente ambiente público internacional para justificar un conflicto reivindicativo que concluya en la revisión del Tratado de Paz y Determinación de Fronteras de 1904.

Debe tenerse en cuenta que Morales ha escogido un sensible momento para lograr ese peligrosísimo propósito.  Nunca antes Chile sufrió de tan malas relaciones cívico – militares como en estos tiempos  en que los gobiernos izquierdistas se han dado el gusto de degradar y maltratar obsesivamente a las Fuerzas Armadas para complacer a grupos extremistas que han convertido el tema de los Derechos Humanos en pretexto político.

Nunca antes la sociedad chilena estuvo tan dividida como ahora para enfrentar el tremendo desafío del terrorismo, la delincuencia y el anarquismo.  Nunca antes la institucionalidad nacional estuvo tan dañada y desenfocada como ahora.  Nunca antes la justicia chilena fue tan ineficiente, corrupta y desprestigiada.  Nunca antes la corrupción había alcanzado hasta las fuerzas del orden y la seguridad.  En suma, nunca antes Chile estuvo peor preparado para enfrentar un conflicto mayor.

Pero, aunque entramos en un litigio en que no teníamos nada que ganar, ya antes de alegar hemos recibido algo valioso, como es la revelación clara del terreno que pisamos.  Y eso nos llega a tiempo para empezar a prepararnos para un conflicto que se ha vuelto inevitable, aunque pueda tomar tiempo y no necesariamente adopte una forma bélica.

Y lo primero y más urgente que hay que hacer es desarrollar un programa de reconciliación cívico militar que verdaderamente termine con el gueto social en que hoy se encuentran nuestras Fuerzas Armadas.  Ellas serán las únicas capaces de prevenir el conflicto que se viene y es a eso a lo que hay que atender prioritariamente.

Comando Jungla: todo mal

Por Christian Slater Escanilla

Con el respeto y aprecio a mis camaradas y amigos Carabineros de Chile, quisiera hacer un humilde comentario y aporte:

Primero, una unidad Anti Terrorista como la que acaba de crear el Gobierno, no puede llamarse “Comando Jungla”, nombre muy propio de una selva densa de imposible acceso y de un clima cálido lluvioso y tropical. Algo que no es así en las latitudes en que se encuentra la Región de la Araucanía y menos Temuco.

Segundo, realmente creo que fue un error que el Presidente hiciera una presentación de esta unidad, mostrando todo el material, para conocimiento detallado del potencial enemigo. Para disuadir no hay que ser tan obvios. Una mala estrategia comunicacional que pone en riesgo la unidad y sus integrantes.

Tercero, por dos años fui Comandante de una Unidad Mecanizada de carros MOWAG (8X8), similares a los que vi en dicha presentación. Conozco muy bien sus ventajas y restricciones. Espero que quienes van a operar esos carros también lo sepan.

Cuarto, y lo peor de todo; esa unidad anti terrorista, hasta donde se sabe, no tiene ningún respaldo legal. Me gustaría saber y creo que todos los que cuidamos y queremos a nuestras instituciones uniformadas, también lo quieren saber, ¿bajo el amparo de que Ley y su Reglamento Interno va a actuar esta Unidad Anti Terrorista? O solo será, como les sucedió a muchos ex uniformados, hoy detenidos en Punta Peuco, que su actuar fue solo bajo el Juramento a la Bandera y la estricta obediencia de órdenes, en su mayoría verbales. Tranquilizador sería saber cómo se cumplirán las órdenes que recibirá el Comandante de esa Unidad y quienes deberán ejecutar lo que disponga el Gobierno. Eso de “cumplan la orden que yo apechugo”, ya no es de estos tiempos.

Quinto y último, para aquellos que tienen mala memoria, les recuerdo que el Ejército tuvo una Unidad Anti Terrorista, la “Unidad Cobra”. La vimos en motivantes y diferentes presentaciones y simulacros que demostraban su alto profesionalismo, pero nunca la vimos actuar de verdad. Nunca lo pudieron hacer porque no había una Ley y menos un Reglamento interno para operacionalizar y autorizar su acción. Una unidad creada para combatir terroristas oficialmente declarados no para combatir cuatro pelagatos que desprestigian diariamente al pueblo mapuche, tan chilenos como todos nosotros y que solo quieren vivir en paz.

Carta Abierta a los Comandantes en Jefe de las FFAA, al General Director de Carabineros, al Director General de Investigaciones y a todos los chilenos respetuosos de la Justicia, de la Vida y amantes de su Patria

Por Multigremial Nacional del Personal en Retiro de las FF.AA., Carabineros, PDI y Montepiadas

Con gran pesar y creciente indignación, nosotros, el personal en retiro de las FF.AA., de Orden y Seguridad Pública hemos tomado conocimiento del fallecimiento en cautiverio de uno más de los nuestros, esta vez el Sargento de Carabineros Don Leonidas Bustos San Juan, fallecido en crueles circunstancias luego de una larga y angustiosa agonía, cuyos pormenores son difíciles de transcribir, pues no fue sólo el cáncer que lo afectaba, la causa de su muerte.

El Sargento Bustos, funcionario de larga trayectoria profesional en Carabineros de Chile, donde alcanzó el alto grado de Suboficial, de 87 años de edad, aquejado también de otras graves dolencias, falleció lejos de su hogar y de su familia como prisionero político en el Penal Colina 1 sin recibir los cuidados y tratamientos que su delicada condición requería, ni la oportuna y adecuada atención médica al momento de hacer crisis.

En nuestra condición de demandantes del respeto a la dignidad humana que todo chileno merece y con mayor consideración de quienes integran la tercera o cuarta edad, se nos hace imperioso denunciar y resaltar ante la ciudadanía, que, al momento de la notificación de su condena, por su edad y condición, y por decisión de su familia, el Sargento Bustos se encontraba viviendosólo asistido por su hijo y familiares, quienes le brindaban cuidados y atención médica, y desde el cual fue arrancado por disposición de jueces chilenos, e internado sin cuidado alguno en el Penal Colina 1.

Resulta inconcebible e inaceptable la indiferencia, cobardía e irracionalidad con que actúan quienes, desde el gobierno, parlamento y judicatura, tienen la responsabilidad de velar por el respeto a los derechos humanos de todos los chilenos, aun de aquellos que están privados de libertad, pues de ellos depende que situaciones como las que rodearon la muerte del Sargento Bustos no ocurran. Sin embargo, la negligencia y falta de sabiduría con la que actúan, tiene mucho más de deliberada venganza que de justicia justa.

A diferencia de ello, la formación de quienes hemos integrado las filas institucionales, que constituye el cimiento en que se asienta el Poder Militar, se basa en valores permanentes de la sociedad chilena, como la moral, la ética y la disciplina. Esta formación da confianza a quien manda, de que será inteligente y comprometidamente obedecido. El subordinado por su parte, tiene a su vez plena certeza en que su superior nunca lo abandonará: esto es un punto clave para el ejercicio del mando.

¿Con qué moral se le va a pedir a un subordinado que entregue su vida por la Patria, si es un hecho histórico comprobado, que aquellos que en el pasado obedecieron órdenes superiores para salvar a la Nación, hoy han quedado abandonados tras las filas enemigas? Es penoso usar esta expresión, “filas enemigas”, pero así se está escribiendo la historia y situaciones como la del sargento Bustos la demuestran.

Es por ello que es incomprensible, inconcebible e impresentable la situación político – judicial que viven los militares que en décadas pasadas, fueron enviados por sus mandos legales a enfrentar y a derrotar a violentistas que formaban parte de fuerzas armadas bajo las ordenes de potencias extranjeras.

La responsabilidad de cuidar a Chile es de todos los chilenos pero, muy en especial, de aquellos a quienes el Estado les ha entregado el monopolio del uso de las armas. Impedir el debilitamiento de las bases de sustentación de la Instituciones militares y policiales es tarea fundamental e ineludible de quienes nos gobiernan. Por el contrario, continuar socavando el espíritu solidario, la disciplina y el irrestricto amor a la Patria de quienes han jurado dar su vida por ella, seguirá debilitando las capacidades de disuasión y de defensa del país, así como  la paz y seguridad interior.

Los jóvenes soldados y su convicción por el cumplimiento del deber


Por  Humberto Oviedo Arriagada,Ex comandante en jefe del Ejército

El Ethos del Ejército de Chile

Por Christian Slater Escanilla, Coronel(R) del Ejército de Chile

Homo homini lupus est (El hombre es el lobo del hombre), es la eterna lucha de la que nos habla el filósofo inglés Thomas Hobbes en su famosa obra “Leviatán”, cuando en el año 1651 se refiere al egoísmo del comportamiento humano y los intentos de la sociedad para favorecer la convivencia. Situación que hoy se confirma con la sórdida actitud de unos soldados del Regimiento Calama, donde se confunden agresores y agredidos transformándose -en pocas horas- en la principal preocupación del Alto Mando del Ejército.

Ante la pregunta de los medios de comunicación sobre dos videos en que se aprecia una golpiza a un soldado de la unidad militar en Calama, el Comandante en Jefe del Ejército Ricardo Martínez, señaló: “…ese video y el anterior video demuestran una acción cobarde de soldados conscriptos contra un camarada y eso es repudiable…”. Agregando a continuación: “…obviamente que acá hay responsabilidades de mando y control y esas van a ser despejadas el día viernes…”

Un vergonzoso y repudiable hecho que afecta a una unidad militar y que se suma a otras acciones que, en esta semana, han afectado a integrantes del Ejército. Todas ellas en proceso de investigación para determinar los grados de responsabilidad, el tipo de falta cometida o la posibilidad de existencia de un delito.

Para aquellos que han mandado una unidad militar, saben muy bien -por responsabilidad de mando- lo fácil que resulta terminar con una hoja de vida manchada con rojo.Peor aún, cuando la sociedad, la opinión pública y los Medios de Comunicación, se apuran por culpar de todo lo ocurrido a quienes están al mando de aquellos soldados. No buscan la cabeza ni el cuello de los abusadores. Tampoco la cabeza de sus padres, responsables de su formación, menos aún, admiten -como sociedad- que una vez más han fallado. Hoy, pareciera que los únicos responsables fueran aquellos militares que hace unos pocos días atrás los recibieron en el cuartel a estos jóvenes, para iniciar su servicio militar. Aquí no hubo una irresponsabilidad o una aberración profesional durante una instrucción militar. Nada de eso. Lo que hubo aquí es una acción cobarde de un grupo de soldados conscriptos durante un tiempo de ocio o de descanso. Un grupo de jóvenes representantes de nuestra sociedad. La sociedad que hoy tiene Chile.

Para comprender mejor, basta con observar en nivel de delincuencia de los alumnos de diferentes colegios o universidades que, en las últimas tomas, han destrozado sus establecimientos educacionales. Se suma a ello la escasa edad de los delincuentes que participan en los robos a mano armada, de tiendas, autos, casas o transeúntes. Algo que también es parte del bullying escolar, hasta en los mejores Colegios del país. Jóvenes que en unos años más serán llamados al Servicio militar y oportunidad en que, si cometen un delito, el Ejercito -inmediatamente- será injustamente catalogado como el responsable. No el Estado, no la sociedad, no sus padres, no sus maestros. Tal como hoy, lo estamos viendo en Calama.

Muchos de ellos vienen de familias de alto riesgo social y de barrios o poblaciones donde deben convivir con bandas de delincuentes, con la prostitución, con grupos armados o traficantes de drogas. Un ambiente en que lo peor de nuestra sociedad ha sido el ejemplo de vida para varios de estos jóvenes que recién inician su servicio militar y cuyas malas costumbres y modo de vida han acarreado a los cuarteles militares.

En esta oportunidad, hay una gran diferencia. Ya no están al amparo de la pandilla del barrio. Están bajo la custodia de una institución que, pese a todo, ha hecho, hasta lo imposible, por cumplir y ser consecuentes con lo exigido y recomendado en su reciente manual sobre el Ethos de la Profesional Militar. Un manual donde se consagra, se profundiza y se recomienda, la moral y conducta deseada para un militar. Documento avalado por un sagrado juramento y una espada de Damocles que los obliga a denunciar y perseguir toda falta o delito. Una situación que involucra al propio Comandante en Jefe, responsable de liderar esa visión y de proteger el bien superior: El Ejército de Chile. En eso, el General Martínez ha sido muy claro. La institución no avala ni protege a aquellos que cometan faltas o delitos o atenten contra la disciplina y la conducta que debe observar todo militar. Una tarea que, en beneficio del bien común, debería ser replicada por la sociedad toda.

La sociedad y las familias de los soldados que desean tener una experiencia positiva en su relación con el Ejército de Chile, deben saber que al interior de las unidades militares, donde están sus hijos, existe una cadena de mando con responsabilidades de control para impedir todo acto de indisciplina.

El primer responsable es su Comandante de Escuadra, normalmente un joven suboficial o Clase que debe velar -día y noche- por la salud, bienestar y formación militar de los ocho, diez o doce soldados bajo su mando. Después esta el Comandante de Sección. Un joven Oficial que diariamente debe revistar a sus 30 soldados y con solo mirarlos a los ojos, debería tener la capacidad para detectar su estado de ánimo, preocupaciones y de predisposición al servicio. Así hacia arriba, encontraremos al Capitán, Comandante de la Compañía, al Mayor, Comandante del Batallón y finalmente al Coronel, Comandante del Regimiento. Además, en las horas antes de las 6 de la mañana, al medio día durante el almuerzo y después de las 6 de la tarde, adquieren principal relevancia en el control de los soldados, el Oficial de Ronda, el Oficial de Guardia, el Oficial de Semana y el Clase de Servicio. Por lo mismo, el Comandante en Jefe habla de las responsabilidades de mando y control. Es justamente la investigación ordenada, la que debe determinar quiénes y en qué momento falló un probado sistema de mando y control que, por muchos años, ha sido efectivo y útil para asegurar la integridad de los jóvenes soldados que cumplen con su Servicio Militar. Normalmente no es el sistema el que falla, son las personas encargadas de ejecutarlo las que cometen los errores.

En lo particular, considerando que quienes ingresan al Ejército para ser Oficiales, Suboficiales o Soldados, son una muestra de nuestra sociedad, alarmante situación y motivo más que suficiente para poner especial atención a los procesos de admisión y selección, aumentando su rigurosidad, aunque con ello se impida cumplir con las metas o dotaciones requeridas. Eso, al ingreso y, durante su formación, un exigente sistema disciplinario basado en una irreprochable conducta de superiores y subalternos, donde el trato amable, educado y la acumulación de buenos y positivos ejemplos, deberían ser el mejor sinónimo de liderazgo.

Para terminar, no está de más recordar dos cosas. Primero, es el propio Ejército quien denuncia y persigue estos hechos ya que jamás los aceptará y menos hará una defensa corporativa de aquellos que se apartan del Ethos Profesional Militar. Segundo, no se debiera estigmatizar la difícil y delicada responsabilidad de mando ante situaciones que son inmanejables e imprevisibles. La desmedida asignación de responsabilidades para sancionar situaciones como estas, que han ocurrido anteriormente y probablemente seguirán ocurriendo, solo conseguirá aborrecer el deseado y necesario ejercicio de mando o peor aún estaremos formando comandantes timoratos, débiles, sin carácter e irresolutos. Esos que consultan todo a su Escalón Superior.

He ahí la difícil tarea de quien deberá resolver esta situación que exige la aplicación de las virtudes cardinales de la cual nos habla el Ethos de la Profesión Militar:

·        La Fortaleza, para actuar con decisión e inteligencia,

·        La Templanza, para utilizar adecuadamente la autoridad jerárquica,

·        La Justicia, para dar a cada uno lo que le corresponde,

·        La prudencia, para analizar con total imparcialidad los hechos ocurridos.

La indefensión de las Fuerzas Armadas

Por Christian Slater Escanilla

No hay duda de que el Doctor, jurista, periodista, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales de Chile, ciudadano ilustre de la ciudad de Valparaíso y columnista del diario «El Mercurio» de Santiago, Agustín Squella Narducci, no soporta a las Fuerzas Armadas y menos a sus Comandantes en Jefes y Ministros de Defensa, de hoy y de siempre. Nos pena la transición militar

Este viernes 04 de mayo, en su habitual columna del medio de comunicación aludido, en su columna titulada “Nos pena la transición militar”, pudimos leer una descarnada y burlesca censura que Squella hace a todo lo que oliera a uniforme militar, lo que usualmente hace por ese medio y en otros también, todo ello, a pesar de su popular discurso sobre la libertad, la igualdad, y la fraternidad o sobre la práctica de las virtudes teologales y de la tolerancia activa.

Le quiero recordar a los lectores, que Libertad, Igualdad y Fraternidad, es el lema Oficial de la República de Francia. Un Estado soberano que posee las Fuerzas Armadas más grandes de la Unión Europea, con capacidad bélica convencional y nuclear, ubicándola en tercer lugar, después de Estados Unidos y Rusia. Mismo puesto en su gasto militar.

Con respecto a las virtudes teologales, les sugiero leer el Manual del Ejército de Chile sobre el “Ethos de la Profesión Militar” y, sobre la tolerancia activa, pregúntenle a los Carabineros de Chile, esos que han sido insultados, golpeados y también masacrados a golpes, sin sacar y hacer uso de su arma de servicio.

Más aún se equivoca el Doctor Squella, al insinuar -maliciosamente-  que las Fuerzas Armadas son apreciadas por la sociedad, sólo por la gallardía con que desfilan para el 19 de septiembre y, los carabineros, porque no se dejan sobornar por los infractores de las leyes de tránsito.

Doctor Agustín Squella, si su visión sesgada es solamente a raíz de la malversación de fondos cometida, en los últimos meses, por algunos uniformados, le recuerdo entonces su frase de la columna del 6 de abril donde, al hablar de virtudes y de vicios, manifestó, “…una golondrina no hace verano…”. Yo le agrego: menos, en instituciones con más de 40.000 efectivos y con más de 200 años de existencia y de los cuales usted se aprovecha porque bien sabe, que ninguno de ellos, estando en servicio activo, podrá rebatirle sus comentarios.

Sumisión

Por Adolfo Paúl Latorre, Abogado

El concepto de “sumisión” denota la acción de someterse, sin cuestionamientos, a la voluntad de otro. Al respecto, cabría comentar que el profesor Agustín Squella, en relación con el proyecto de nueva Constitución, dijo: “recién 17 años después del plebiscito de 1988 se logró establecer la sumisión del poder militar al poder político”.

Muchas personas manifiestan un sentimiento o una actitud de rechazo a todo lo que tenga relación con lo militar; que niegan la necesidad de las FF.AA.; que estiman que la guerra es producto de la existencia de ellas; y que piensan que si desaparecieran los ejércitos se acabarían las guerras. Las causas de esta aversión son muy variadas: para unos, por su amor a la paz y el horror ante la guerra; para otros, porque las FF.AA. les impiden llevar adelante sus proyectos políticos desquiciadores y anti nacionales.

A fin de evitar ese impedimento piensan que es preciso lograr una completa neutralización de las FF.AA. y someterlas al “poder civil”, de modo que ellas no tengan participación política alguna y cuyo único oficio consista en el manejo técnicamente eficiente de las armas que el Estado pone en sus manos. Quienes así piensan lo que realmente pretenden es transformar a las FF.AA.  de fuerzas al servicio de la nación, en fuerzas al servicio del gobierno de turno.

Si las FF.AA. pierden su relativa autonomía y, sin opinión propia, se convierten en instrumentos ciegos de quienes transitoriamente ejercen el poder; si ante situaciones que afecten intereses vitales de la nación se mantienen como meras espectadoras; si pierden su vocación, los valores morales que las sustentan y su mística de servicio a la patria, las Fuerzas Armadas dejarían de ser lo que son, dejarían de ser lo que tienen que ser. La desnaturalización de las Fuerzas Armadas dejaría a la nación indefensa ante posibles agresiones externas o graves situaciones de subversión interna que pongan en riesgo la estabilidad política de la República e, incluso, la supervivencia del Estado.

Coroneles de Ejército, Fuerza Aérea, Carabineros y los Capitanes de Navío de la Armada en retiro, adhieren a lo expuesto por los ex Cdtes. en Jefe de las FF.AA. y Directores Grales de Carabineros

Carta publicada en diario El Mercurio de Santiago, el 9 de Septiembre de 2017

Los abajo firmantes reunidos -desde hace años- en la Corynav, organización que reúne a los Coroneles de Ejército, Fuerza Aérea, Carabineros y los Capitanes de Navío de la Armada en situación de retiro, expresamos nuestro respaldo a la publicación que, en este prestigioso medio, hicieran los ex Comandantes en Jefe de las FF.AA y ex Generales Directores de Carabineros de Chile  en la cual llaman a las autoridades nacionales a reflexionar en torno a los hechos del pasado y a la necesidad de: “…reforzar la paz interior, la amistad cívica, la cohesión social…”

Así mismo, nos sumamos a la preocupación de nuestros Generales por la forma en que la política y la justicia han transgredido la simetría en las responsabilidades que le cupieron a los actores –activos y pasivos- del ayer.

Perseguir a unos y otorgar impunidad a otros… no es el camino que nos sugiere la historia y mucho menos, la actitud que esperamos de las autoridades para alcanzar el sueño de construir un mejor futuro para nuestra patria.

 

Crl Cristian Labbe Galilea. Pdte. del Centro del Coroneles del Ejército en retiro

CN Alejandro Armstrong de Aguirre. Pdte. de la Cámara de Capitanes de Navío en retiro

CA Sergio Lizasoain Mitrano. Pdte. del Circulo de Coroneles de Aviación en retiro

CC Hector Jara Llanos. Pdte. del Circulo de Coroneles de Carabineros en retiro

Multigremial FACIR se refiere a Carta publicada por ex Cdtes en Jefes de las FF,AA. y Directores Generales de Carabineros

Para la Multigremial de Militares y Policías (R) las declaraciones realizadas por los 16 Ex Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y Generales Directores de Carabineros son el reflejo que la Doctrina Militar jamás se pierde, que las Instituciones Armadas han sido, son y serán una sola siempre, y que desde la condición de Ex Comandantes han colocado en evidencia lo que por largo tiempo se ha venido sosteniendo por los uniformados en retiro respecto de los abusos, injusticias y arbitrariedades que se comenten hacia aquellos militares y policías que están procesados y condenados.

Así lo resaltó el Presidente de la Multigremial Nacional del Personal en Retiro de las Fuerzas Armadas, Carabineros y PDI, Alejo Riquelme Solis, quien agregó que las reacciones del Gobierno, a través de su Vocera y del Ministro de Defensa, son equivocadas y poco afortunadas, dejando en evidencia la politización recurrente que hacen del tema militares y DDHH, actuando en una permanente contradicción, pues para algunas cosas se encogen de hombros y miran hacia el lado, y para otras llegan a levantar catedrales con tal de hacer valer su verdad.

La lectura que debe hacer el Gobierno, el Poder Judicial, los Parlamentarios y los políticos en general con esta declaración es que las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad son una sola. Que el actuar que se ha dado por parte de los tres Poderes del Estado está teñido de arbitrariedades, ilegalidades e inconstitucionalidades que son y serán la vergüenza del mañana. Y que estamos frente a una odiosidad tremenda, mantenida de forma artificiosa que en nada contribuye a la reconciliación, al Estado de Derecho,  y al bienestar como sociedad y país, que tanto se necesita en estos tiempos.

“Lo obrado por los 16 CCJJ y GG Directores es un llamado a la unidad, al equilibrio, a cerrar el pasado que de forma artificial se quiere mantener abierto. Ya no se sostiene en el tiempo el seguir con estas injusticias, pues pueden provocar graves escisiones sociales, que la historia nacional ya conoce y que  ha lamentado”, sostuvo Alejo Riquelme Solis, agregando que el Poder Judicial debe enmendar el rumbo, si no quiere ser recordado como un Poder de la República que prevaricó y avaló arbitrariedades e inconstitucionalidades en juicios a militares y policías. “Ellos lo saben”.

 

Valparaíso, 09 de septiembre del 2017

 

Gobierno respondió a carta de ex comandantes en jefe: «La democracia no se lesiona cuando actúa la justicia»

La ministra vocera del gobierno, Paula Narváez se refirió a la carta enviada a El Mercurio por  16 ex comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas llamaban FF.AA. y Carabineros, en la que pidieron «no poner en riesgo los logros» en materia de entendimiento civico militar tras la dictadura.

«La apertura de nuevos procesos no sólo vinculados a muertes o desapariciones, sino también con denuncias de todo tipo, la falta del debido proceso que sufren cientos de militares y carabineros, penas cada día mas altas a condenados muchas veces sólo por presunciones, el ensañamiento para mantener presos a personas ancianas, el anunciado cierre del penal Punta Peuco, marcan un importante retroceso» sostuvieron los ex comandantes en jefe de las FF.AA. y Carabineros.

«Lo que estos años ha habido es un esfuerzo por más verdad, más justicia y más reparación, ese es el único camino posible, lo que necesita nuestra democracia. Afortunadamente la democracia no se lesiona, ni las instituciones tampoco, cuando actúa la justicia» dijo Narváez.

La ministra de la Secretaría General de Gobierno, dijo que «el llamado que hacemos es a cuidar nuestra democracia».

Por su parte el ministro de Defensa, José Antonio Gómez, también comentó la carta en la que los ex Jefes militares y de Carabineros llamaban “a buscar los consensos que aseguren un actuar político y judicial con visión de futuro, con una justicia sin discriminación, con las garantías procesales a que tienen derecho todos los chilenos”.

Consultado por el tenor de la carta, que además denunció “falta de debido proceso” en las causas por violaciones a los DD.HH., la autoridad contestó: “Los ex comandantes en jefe son civiles. No son parte de la institución. Por lo tanto, tienen la posibilidad de opinar. Lo segundo y que quiero decir con mucha fuerza es que me alegro de poder vivir en un país como Chile en que tenemos libertad de expresión”.

Gómez aseguró que “si en dictadura 13 o 16 comandantes en jefe hubiesen hecho una declaración de esta naturaleza, les aseguro que estarían presos o desaparecidos”.

Para el ministro, hay que tener claro que “existe justicia independiente, tribunales, procedimientos que hoy son posibles de tener gracias a un sistema democrático”.

En este sentido, la autoridad sostuvo que “la libertad de expresión que pueden desarrollar es gracias a un sistema democrático. Las decisiones políticas las toma el gobierno y las decisiones judiciales los tribunales”. 

Respecto al “cambio de condiciones” que denunciaron los ex altos cargos militares respecto al cumplimiento de condenas, Gómez explicó que “Punta Peuco se construyó pensando en cumplimiento de penas de quienes cometieron violaciones a los DD.HH”, y explicó que actualmente “tenemos dos penales: Punta Peuco y Colina 1”.

En este sentido, la autoridad enfatizó que donde cumplen condena las personas sentenciadas “es una decisión del Ministerio de Justicia. Ellos determinarán cual es el camino que tendrá definitivamente Punta Peuco”. Y agregó que de acuerdo a la ley al Ministerio de Justicia y a Gendarmería les corresponde “definir y decidir cómo se cumplen las penas”.

 

Los chilenos somos incorregibles

Por José Rodríguez Elizondo, Abogado, profesor titular de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la universidad de Chile.

En cualquier país democrático de buen ver, los militares pertenecen a un subsistema del Estado, y eso los condiciona. No pueden ni deben intervenir en la operatoria del sistema político que los encuadra, pero no pueden ser ajenos a lo que ellos llaman «Política con mayúscula». En Chile ni siquiera es una práctica tácita, sino una convicción doctrinaria. En 1914, hace más de un siglo, la recordaba, así, un oficial del Ejército:
«Los gobiernos que piensan dar al Alto Comando la verdadera importancia debieran acercarlo a las distintas ramas de la política, pues así él se informaría mejor de la verdadera situación del país, abarcaría más intensamente todo aquello que pueda relacionarse con las alternativas tácticas o estratégicas».

Sin embargo, en el imaginario vulgar eso no está claro. Muchos creen que solo los civiles y sus políticos pueden pensar la Política y que si lo hacen los militares, caen en pecado de deliberación. El peligro de esa dicotomía aparece de soslayo: cuando esos civiles creen que sus políticos son incorregibles (suele suceder), pueden pedir que intervengan en la Política quienes no deben pensarla.
En el fondo de ese absurdo late una ficción cándida -que un erudito vincularía con las tesis de Karl Popper-, según la cual los civiles pueden despedir a sus representantes políticos cuando quieran y como quieran, mientras los militares se mantienen silenciosos en sus cuarteles. Obviamente, es una ficción jurídico-idealista, pero, al menos en Chile, con un fondo sicológico innegable: nuestros civiles han vivido tan desinteresados de los militares -y viceversa-, que cuando tienen episodios de confusión política tienden a olvidarlos.
Podría creerse que el golpe de 1973 terminó con ese olvido patológico, pues eso ya no fue un episodio. Fue una era trágica. Entonces, los militares salieron de sus cuarteles, enviaron a los civiles a sus casas, sus oficinas, las cárceles o el exilio (hubo cosas peores) y su jefe máximo no dio señales de querer volver a la normalidad. Percibiendo la novedad del cuadro, Gabriel Valdés, uno de nuestros políticos de envergadura real, reconoció, en 1985, la gran culpa compartida:
En Chile, por décadas, los militares y los civiles vivieron separados en compartimentos estancos. Recíprocamente se ignoraron, desarrollando al interior de nuestro mismo país dos culturas separadas. Ni los civiles sabíamos nada de los militares, ni ellos tenían, tampoco, mayor conocimiento de nosotros.

Lo dijo en plena dictadura, en tono de escarmiento, pues esa separación nos había llevado hacia «un abismo que ha sumergido al país en sufrimientos atroces». Pero, fantásticamente, ese escarmiento ya se olvidó. Duró solo lo necesario para afirmar los mecanismos básicos, electorales, del sistema democrático, pero no lo suficiente para conectarlo con el subsistema militar.
Para decirlo de la manera más directa: pese a la larga dictadura sufrida, seguimos soslayando hasta qué punto una pésima relación civil-militar explicó su emergencia, protagonismo y auge. Y no solo eso. Seguimos soslayando hasta qué punto puede marcar -o está marcando- los límites de nuestro actual desarrollo democrático.